Fuente: https://www.bbc.com
Por: André Biernath Role, BBC News Brasil Twitter,
Según la Biblia, Eva fue la primera mujer de la historia y, junto con Adán, dio origen a toda la humanidad. La ciencia, por su parte, ha tomado ese mismo nombre para describir durante al menos cuatro décadas un fenómeno que sucede en el material genético que llevamos dentro de todas nuestras células.
Sin embargo, contrariamente al mito bíblico, la Eva "científica" (o la Eva mitocondrial, para ser más exactos) es el ancestro común más reciente de toda la humanidad; mantengamos en mente el término "más reciente", ya que es importante comprender qué significa exactamente.
Por lo que se sabe hasta ahora, dicha mujer habría vivido hace 150.000 o 200.000 años en la región que hoy conocemos como Zimbabue y Botsuana, en el sur de África.
Cabe mencionar que no fue la primera mujer de la historia, ni siquiera la única de su era. Pero, debido a una serie de factores, un pequeño trozo de su ADN aparece en todas las generaciones de seres humanos a partir de entonces, según las investigaciones publicadas hasta ahora.
Para entender esta historia, es necesario dar un paso atrás y conocer los detalles de una estructura muy peculiar de nuestro cuerpo: las mitocondrias.
Un generador de energía microscópica
Todas nuestras células tienen una estructura llamada mitocondria.
"La mitocondria es un orgánulo que produce energía", resume la bióloga Gabriela Cybis, profesora del Departamento de Estadística de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS).
En otras palabras, esta estructura es la encargada de convertir el azúcar de los alimentos en moléculas de ATP, una especie de “moneda común” de energía que utiliza nuestro cuerpo para funcionar.
Y estos minigeneradores tienen una característica única: llevan su propio ADN.
El genoma, compuesto por 20.000 genes diferentes y responsables de determinar buena parte de nuestras características y propensiones a la enfermedad, se almacena en el núcleo de la célula.
Las mitocondrias, que están dentro de la célula, pero fuera del núcleo, tienen 37 genes propios. Los científicos los conocen como ADN mitocondrial (o ADNmt), como se puede ver en la imagen a continuación.
Durante la fertilización, cuando el óvulo y el espermatozoide se encuentran, las mitocondrias del gameto masculino desaparecen en el proceso de fusión entre las dos células.
Así es que el embrión siempre queda formado únicamente por mitocondrias de origen materno.
De manera que esta información permite establecer la existencia de una descendencia ininterrumpida formada únicamente por mujeres a lo largo de varias generaciones y miles de años, conectada precisamente por el ADNmt.
Al fin y al cabo, cada hija tiene una madre. Pero no todas las madres tienen una hija: si la mujer solo tiene bebés varones (o no produce descendencia), su ADN mitocondrial no se transmitirá a los futuros nietos.
“Por tanto, en términos genéticos, es posible rastrear quién es la madre de la madre, de la madre, de la madre… Y así sucesivamente”, señala Cybis.
Un árbol lleno de ramas
Los avances en el conocimiento de la genética y en las tecnologías de secuenciación y procesamiento de genes han permitido a los científicos reconstruir los orígenes del ADNmt.
La bióloga Bibiana Fam, del Laboratorio de Medicina Genómica del Hospital de Clínicas de Porto Alegre, explica que los primeros trabajos sobre el ancestro común más reciente de todos nosotros se publicaron en la década de 1980.
Según ella, estos artículos comenzaron a fechar al ancestro común más reciente. Al mismo tiempo, aparecieron los primeros informes que usaban el término "Eva mitocondrial": el término se arraigó y todavía se usa hoy, a pesar de la confusión con el concepto bíblico.
Aunque existe consenso entre los expertos sobre el concepto de Eva mitocondrial (es decir, de un ancestro común más reciente, que se puede estimar a partir de cálculos realizados con secuenciación genética), la datación de cuándo habría vivido aún es objeto de debate: el rango de las proyecciones más confiables aún presenta una variación de más de 50 mil años.
El mismo uso del nombre “Eva” en este contexto, por cierto, es otra crítica hecha por algunos investigadores. Según ellos crea un conflicto entre los conceptos científicos y los mitos bíblicos, lo que genera confusión a la hora de comunicar la idea a un público más amplio.
Este tema incluso ha sido planteado desde que se publicaron los primeros trabajos en esta área a fines de la década de 1980: un artículo en la revista especializada Science resalta el “rastro de confusión” relacionado con los estudios en este campo.
La genetista Tábita Hünemeier, del Departamento de Genética y Biología Evolutiva del Instituto de Biociencias de la Universidad de São Paulo (USP), dice que el uso del primer nombre en este contexto fue una especie de "licencia poética".
"Pero la idea está completamente basada en evidencia científica y no tiene nada que ver con la Biblia", dice ella.
En términos prácticos, para restaurar este pasado, los expertos realizaron una cuenta a la inversa. Secuenciaron el ADNmt de varios individuos en todo el mundo y, con la ayuda de computadoras, compararon la información y las mutaciones encontradas en este material.
Los científicos han aprendido a estimar cuánto tardan en aparecer estas mutaciones genéticas a lo largo de generaciones.
"Esto nos permitió calibrar este 'reloj molecular' y comprender mejor cuánto tiempo tardaron en ocurrir las mutaciones observadas en el ADN mitocondrial", dice Fam.
A partir de esto, fue posible calcular que la Eva mitocondrial habría vivido en el sur de África hace entre 150.00 y 200.000 años.
Forma el tronco "original" de este enorme árbol genético: los individuos que portan este ADNmt se clasifican en algunos artículos como L o L0.
A partir de entonces, el ADNmt de las generaciones posteriores fue mutando poco a poco. Con eso, surgieron las ramificaciones (o haplogrupos, en la jerga científica), como se observa en el mapa abajo.
Por ejemplo: en otras partes de África, se encuentran los haplogrupos L1, L2, L3...etc.
A medida que nuestros antepasados emigraron hacia otros continentes, aparecieron más mutaciones de ADNmt. En partes de Medio Oriente y Europa, predominan las "ramas" H, V y R, entre otras.
En América se observan con frecuencia los grupos A, B, C y D.
El estudio del ADN mitocondrial, por lo tanto, no solo ayuda a desentrañar de dónde venimos, sino que también nos permite reconstruir el camino de nuestros ancestros (o más bien, ancestros femeninos) en todo el mundo durante cientos de miles de años.
"Lo que tenemos, entonces, es un ancestro común que portaba un ADNmt del que derivaron todos los demás ADNmt que existen hoy en día", resume Hünemeier.
“No estamos hablando del mismo ADNmt en todos, sino de linajes que reúnen conjuntos de mutaciones que surgieron con el tiempo”, agrega.
Controversias y confusiones
Que quede claro: la Eva mitocondrial no fue la primera mujer de la historia.
Hubo varias otras generaciones antes que ella, como su madre, abuelas y bisabuelas y, a lo largo de millones y millones de años de evolución, ancestros de otras especies de las que evolucionó el Homo sapiens.
"Podría ser que en algún momento, si continuamos haciendo esta matemática inversa, llegaremos a nuestros ancestros comunes más recientes que no fueron Homo sapiens, sino algún otro homínido", señala Cybis.
Y, como se explicó anteriormente, la Eva mitocondrial tampoco fue la única de su tiempo. Lo más probable es que hubiera otras mujeres que vivían en el mismo lugar.
El punto es que, a medida que transcurrían los milenios, estos otros ADNmt se quedaron en el camino.
Esto ocurría porque, en ciertas generaciones, las mujeres con ADNmt diferente no generaban descendencia, o solo tenían hijos varones, lo que interrumpía la "transmisión" posterior de su material genético.
Cybis considera que, como el tema involucra miles y miles de años, existe un grado de incertidumbre considerable en los cálculos y proyecciones publicados hasta el momento.
"Pero sin duda, la información que tenemos hoy sobre la Eva mitocondrial es nuestra mejor estimación", dice ella.
“Y hay que tener en cuenta que los procesos migratorios y demográficos de los seres humanos son muy complejos”, coincide Hünemeier.
“Aun así, los avances científicos permiten calibrar mejor los algoritmos de análisis genético y los relojes moleculares. Con eso, seremos mejores y más precisos en estas investigaciones”, concluye la bióloga Fam.
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