domingo, 29 de marzo de 2020

Lorenzo y Pepita (29-Marzo-2020)



https://www.comicskingdom.com/blondie/2020-03-29



Blondie (Pepita, Lorenzo o Lorenzo y Pepita en algunos países hispanohablantes) es una tira cómica estadunidense creada por Chic Young. Distribuida por King Features Syndicate y publicada en diversos rortativos desde el 8 de septiembre de 1930.1​ El éxito llevó a la creación de películas (1930-1950), programas de radio, historietas y una serie animada. "Blondie" en inglés es un diminutivo cariñoso que se traduce al español como Rubita, ya que en efecto, la protagonista de esta family strip es una joven notoriamente rubia.

Garfield (29-Marzo-2020)



https://garfield.com/comic/2020/03/29


Fuente: Garfield and Friends - The Official Site

Garfield es el nombre de la historieta creada por Jim Davis, que tiene como protagonistas al gato Garfield, al no muy brillante perro Odie, y a su dueño, el inepto Jon Arbuckle (Jon Bonachón en el doblaje latinoamericano). El protagonista se llama así por el abuelo de Davis, James Garfield Davis, que fue bautizado en honor al presidente estadounidense James A. Garfield.

sábado, 28 de marzo de 2020

Convocatoria: Soluciones para devolver la salud al turismo de la Organización Mundial del Turismo





El sector más humano y democrático está bajo amenaza, así como los bienes económicos de la población. Sólo un esfuerzo conjunto será capaz de lograr la recuperación tras la pandemia del Covid-19.

Este desafío es una convocatoria mundial para descubrir a las startups más inéditas, emprendedores y soluciones para mitigar el impacto del Covid-19 en el turismo a través de soluciones enfocadas a la salud, la economía y la gestión de destinos. Un firme paso adelante hacia el desarrollo sostenible en tiempos de crisis.

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Podcast Nómadas: Hacia el final de la cuarentena (II) Corea del Sur






La experiencia previa acumulada en las epidemias del SARS (síndrome respiratorio agudo severo) y el MERS (síndrome respiratorio de Oriente Medio) ha permitido a Corea del Sur dar una respuesta temprana y eficaz a la crisis mundial del COVID-19. La concienciación ciudadana, los tests masivos y el avanzado sistema de información y seguimiento de contagiados han sido claves en la gestión de los brotes, cuyo principal foco se ubicó en la ciudad de Daegu. En conexión con españoles residentes en el país conocemos la situación actual y planificamos futuras visitas a sus respectivas ciudades. La ilustradora Beatriz Carnicero y el modelo Min Jang Vergara nos esperan en Seúl; el profesor Roberto Gourlay, en la costera Busán. Escuchamos también las recomendaciones viajeras de la audiencia en la voz de Carmen Zujeros y nuestro colaborador Luis Calero nos invita a conocer la interesante y delicada frontera con Corea del Norte.


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El mundo es plano por Por Martín Caparrós





Por: El autor es periodista y escritor.

MADRID — Era cierto: el mundo, al fin y al cabo, es plano. Ahora, tras tanta desmentida, lo sabemos. No tiene volumen, no se puede tocar, está todo en pantallas: televisores, computadoras, telefonitos varios. Nos dicen que es 3D porque solo tiene dos dimensiones. Este mundo plano es un relato permanente, historias que nos cuentan sobre nuestra historia. Ahora somos eso, somos esos.

Encerrados, solo sabemos lo que nos dicen otros. Dependemos de las redes y los medios. Nuestro barrio se ha transformado en un país lejano, que solo conocemos a través de ellos, nuestros corresponsales extranjeros. Es cierto que suele sucedernos pero, en general, mantenemos un pequeño porcentaje de experiencia propia, de mirada de primera mano; con el confinamiento lo perdimos. Y entonces nos queda esa caricatura del mundo que los medios ofrecen: lo que llama la atención, lo extra-ordinario. Eso es lo que miramos ahorita.

Nos dedicamos a recibir “información”: todo es drama, todo susto puro, todo virus. Veo en Twitter a “Tres clientas peleándose por un paquete de papel higiénico en un supermercado de Sídney” y casi extraño los tiempos primitivos en que jamás me habría enterado de que eso sucedió. El mundo plano es raro y duro, despojado del tedio confortable que llena nuestras vidas. “Las vidas están hechas de banalidad como los cuerpos están hechos de agua”, escribió un autor casi contemporáneo. Ahora todo lo espantoso se concentra en las pantallas —que nos cuentan un mundo muy distinto del que veíamos cuando también lo mirábamos con nuestros ojos propios—. Y nos aterra o nos deprime más, como si fuera necesario.

Un mundo asustado

El mundo plano es un lugar totalitario, totalizado, copado por un todo. Vivimos vidas provisorias definidas por el virus: hablamos del virus y pensamos en el virus y los medios nos hablan del virus y el virus marca todo lo que hacemos: somos para el virus, por el virus. Es tan difícil hablar de cualquier otra cosa en estos días. También por eso el mundo se ha hecho plano. Y el miedo nos percute.

Con el miedo, el cuerpo volvió al centro de la escena: hacemos todo esto porque nuestros cuerpos peligran y debemos protegerlos. La Naturaleza ya no es nuestra víctima; es nuestra amenaza. El enemigo es físico —y nos hace físicos a todos—: el virus nos devuelve a nuestra condición de puros cuerpos.

Se nos acabaron los relatos que ofrecen excusas y coartadas: encerramos nuestros cuerpos porque tememos por ellos. Lo que sea para salvarnos, para sobrevivir. Hemos vuelto a ser lo que fuimos hace muchos milenios, lo que somos en los momentos más extremos: unidades mínimas de supervivencia, individuos intentando subsistir. Te ponen frente a la inmediatez de la muerte y pierdes las formas. Vives simulando que eso está muy lejos; ahora no se puede. La vida está en otra parte; la muerte, aquí muy cerca.

Entonces nuestros cuerpos tienen que estar guardados protegidos escapados del espacio común, lo más lejos posible de cualquier otro cuerpo. Cada cuerpo debe defenderse de todos los demás. Cada uno por su propio bien, amenazado por los otros. Poncio Pilatos se lavó las manos para decir que él no quería tener nada que ver con esa historia; nosotros tenemos que lavárnoslas, nos dicen, repetida, frenéticamente, para pelarnos de cualquier relación con el mundo exterior. El rechazo del mundo —lo exterior como amenaza, una de las grandes tendencias de nuestro tiempo— ha encontrado su apogeo absoluto en el peligro del famoso virus. Y el enemigo está en todas partes y no se ve y uno mismo puede ser su refugio, su plataforma, su cabeza de puente. Nos piden desconfiar de todos y, sobre todo, de nosotros mismos.

Es raro vivir tan entregados al miedo. Es casi un alivio: eso es lo que hay, la amenaza está clara, todo el resto queda silenciado, solo hay que ocuparse de sobrevivir, seguir viviendo, seguir vivos, un objetivo simple. O eso nos dicen, nos decimos.

Un mundo frágil

El mundo plano es frágil. Creíamos que este mundo hipertécnico que vamos inventando en los países ricos era invulnerable, pero un bichito mínimo lo puso en jaque casi mate. Es raro ver, en estos días, cómo se desmorona todo lo que pensábamos tan sólido: industrias, bancos, poderosos varios, nuestras vidas. Aunque eso, gracias a dios, no nos impide buscar respuestas en la técnica, la ciencia: seguir confiando en ellas. Ante la amenaza nos entregamos a la ciencia, que nos dice que no puede hacer gran cosa; más que nada fijarnos reglas de conducta. Sobre todo cuando sus recursos están limitados por decisiones políticas, que recortaron la extensión y eficacia de los sistemas de salud.

Otra guasa del virus es que nos obliga a confiar un poco en gobiernos en los que nunca confiamos. Hacemos —más o menos— lo que nos dicen, pero declaramos héroes a los portadores de la ciencia porque se arriesgan a aplicarla en condiciones complicadas. Necesitamos héroes. “Tristes las tierras que no tienen héroes”, le decían a Galileo Galilei en la obra de Bertolt Brecht. “Tristes las tierras que necesitan héroes”, contestaba.

Pero al menos no nos entregamos al pensamiento mágico. El mundo plano es curiosamente agnóstico. Si algo ha mostrado esta epidemia es el derrumbe del poder religioso: unas décadas atrás un miedo como este habría sido ocasión de innumerables misas, rogativas, procesiones para implorar a algún dios que nos salvara. Ahora no solo no las hay; las iglesias de Roma se cerraron.

Y nos dicen que vivimos en guerra: la metáfora de la guerra está por todos lados. Si lo fuera, sería la ¿primera? guerra igualitaria: en su frente hay por lo menos tantas mujeres como hombres. Pero no lo es: en una guerra hay dos grupos que se creen con derechos y pelean por imponerlos; en esta solo hay, como en cualquier caricatura americana, buenos y malos, nosotros y los virus. Y en las guerras actuales no se puede estar a salvo en ningún lado, cualquier sitio puede ser bombardeado, la muerte está por todas partes, todos los momentos. Aquí, en cambio, te convencen de que en tu casa estás seguro, o casi: de que alcanza con no salir, con no mezclarte. Es, también, un privilegio de clase: muchos trabajadores no pueden permitírselo, necesitan ir a sus empleos. Esa es, si acaso, la guerra verdadera.

Un mundo desigual

El mundo plano es, como el otro, desigual, injusto. Nos dicen que el virus nos iguala, que ha demostrado que todos somos iguales ante él, que todos tenemos que encerrarnos. Es verdad, pero es tan obvio que es distinto encerrarse con cinco más en dos cuartos escuetos oscuritos que tener una pieza para cada uno, su salón, su salón de la tele, su cocina supersport y, quién sabe, su jardín privado.

(El encierro nos pone en una situación tan desacostumbrada. Y los amigos y los medios se alarman y nos consuelan y protegen ante esta amenaza pavorosa: el tiempo libre. Lo sabíamos, pero estos días confirman brutalmente que la condición de nuestras vidas familiares, de nuestras vidas propias es que sean escasas, que haya muchas excusas para ejercerlas poco. Son días de estar desnudo; en muchos aspectos muy desnudo).

Y nos dicen que el virus ataca a todos por igual. Es cierto que, por ahora, ha atacado a los nuestros. Pero también es cierto que en los países ricos los de siempre, si se enferman, tienen pruebas inmediatas, cuidados especiales; los demás, apenas. Es feo decirlo ahora, en medio de dolores, pero esta vida amenazada es la normalidad de tantos sitios. Este tsunami de dolor y muerte es la normalidad de tantos sitios. Solo que, precisamente porque es normal, en ellos todo el resto sigue su camino. Solo que, en general, esos sitios están lejos de los nuestros.

El COVID-19 todavía es una enfermedad un poco igualitaria, que no se encarniza, como casi todas las demás, con los más pobres; no como la tuberculosis, la malaria, el sida, el hambre. No lo hace porque no se extendió en países pobres; cuando lo haga, pronto, puede ser terrible. Y sigue siendo igualitaria, por ahora, porque no se han descubierto vacunas y remedios; cuando suceda se marcarán las diferencias entre los que pueden y no pueden acceder a ellos —y todo volverá a su triste cauce—.

Mientras tanto, el mundo plano se vuelve nacionalista, paranoico —que son casi sinónimos—. Décadas de intentos europeos de abrir fronteras, disolver diferencias, se deshicieron ante la amenaza: lo primero que hicieron sus Estados fue cerrarlas. El Estado-nación volvió a ser, sin mascarillas, la unidad básica: la tribu prevalece. La salud es nacional, la economía lo es, las medidas lo son, la posibilidad de definir destinos. La unidad de respuesta, la unidad de conteo: cuántos en Italia, qué decide Alemania. Algunos lo hacen más brutal que otros, cuando dejan, por ejemplo, de vender material sanitario a otros países con los cuales, un mes atrás, no tenían fronteras comerciales. La ficción de que los bienes son comunes se derrumba ante el retorno de las banderitas. El desafío es global; las respuestas, locales.

Aunque está claro que sería mucho más eficaz y salvaría muchas más vidas montar operaciones conjuntas, supranacionales y compartir lo que cada cual tiene —medicinas, personal, aparatos— con los que más lo necesitan en la confianza de que otros se lo van a compartir cuando lo necesiten. Pero no: las patrias.

Un mundo quieto

El mundo plano está muy quieto: aterra por lo quieto. La mejor novela argentina —¿la mejor novela argentina?— del siglo XX, Zama, de Antonio Di Benedetto, está dedicada “a las víctimas de la espera”. Él no sabía, entonces, que nos la estaba dedicando a todos.

Es lo que somos, ahora: víctimas de la espera, millones que esperamos. Nos han dicho que esperemos: que nos encerremos y esperemos. Uno de los rasgos más curiosos de estos días es que hemos suspendido el futuro. No está mal: puro presente extraño. Intentamos vestirlo con todo tipo de otras cosas, alivianarlo con todas esas cosas pero lo que hacemos, sin duda, es esperar. Lo raro es que no sabemos qué: el fin de esto, pero después quién sabe.

Algunos insisten en la metáfora del paréntesis: suponen o quieren suponer que cuando termine la epidemia, cuando dejemos de esperar, las cosas volverán lentamente a “ser como antes”. Que era un paréntesis: había un relato que estábamos contándonos, se interrumpió, lo retomamos. Creo que subestiman la fuerza de estas semanas, estos meses. Subestiman la potencia transformadora de haber palpado la fragilidad de todo, de haber vivido la detención de todo este sistema que suelen llamar capitalismo global. Y de haber visto, por supuesto, su incapacidad para lograr algo tan relativamente simple como salvar a unos miles de ciudadanos enfermados: el fracaso de sus elecciones.

No sé qué producirá pero, en medio del tedio, vale la pena preguntárselo, pensarlo: ¿cómo será el mundo cuando vuelva a ser redondo, cuando podamos tocarlo, cuando dejemos de pensar todo el tiempo en lavarnos las manos?

Un mundo en crisis

Hablan de paréntesis para no tener que aceptar lo obvio: que al final de la pandemia el mundo será otro. Es probable que haya, en el principio, una crisis social y económica brutal: millones y millones de personas sin ingresos, sin trabajos quizá, sin muchas esperanzas. Los Estados ricos ya tratan de contenerla con subsidios. En algunos, incluso, puede ser la ocasión para lanzar la famosa renta universal, esa manera de redistribución ante los cambios que esperábamos más graduales, más debidos a la mecanización y digitalización de nuestras producciones.

Pero los países más pobres no tendrán esas opciones. En América Latina la mitad de los trabajadores son “informales”: no tienen salarios fijos, no tienen garantías, viven de lo que pueden arañar con sus faenas de ocasión. Que ya dejaron de funcionar con las cuarentenas y tardarán mucho en retomar: millones y millones sin ingresos, con sus necesidades, hambre y furia. Si esto sigue así, sería raro que no hubiera estallidos, y nadie sabe adónde llevarán.

Cuando llegue la calma —si llega la calma—, habrá consecuencias de más largo plazo. La crisis ha realzado el papel de los Estados: mostrado cómo, pese a todo, hay momentos en que el Estado se vuelve indispensable. Y cómo estos Estados han sido socavados por ciertos partidos y ciertas ideas: el deterioro de la salud pública en los países ricos que la tuvieron mejor es un ejemplo claro. Es notable la cantidad de veces que Pedro Sánchez, jefe de gobierno español, jefe de un partido centrista, repitió, para sostener la pelea contra el virus, la fórmula “estado de bienestar”, que su partido, últimamente, proclamaba tan poco. Aunque siga sin mostrarse muy dispuesto a establecer una de sus bases: los impuestos progresivos necesarios para que los más ricos paguen proporcionalmente por ese bienestar.

El Estado tiene, como todo, muchas versiones: el peligro es que su necesidad en esta crisis lleve a muchos a pensar que debe ser más y más fuerte. Yuval Noah Harari teme que, al grito de la salud es lo primero, el susto nos lleve a permitir a nuestros gobiernos unos niveles de control nunca antes vistos.

Para compensar, quizás estos días en que vivimos con tanto menos nos convenzan de que podemos vivir con tanto menos: que la locura de la producción y el consumo siempre mayores, la fábula del crecimiento, nos desastra. Aunque habrá que ver, por supuesto, qué queda cuando el susto pase.

¿Un mundo aterrado?

En este mundo plano hemos aprendido lo que ya sabíamos: que todos dependemos de todos los demás. Los momentos fuertes de la historia son aquellos en que el destino no es individual sino común. O, mejor: esos momentos en que no hay forma de negar que el destino no es individual sino común.

Y que por eso habría que cuidar a los que nunca cuidamos. Hace 2500 años pasó algo que después llamaron “revolución hoplítica”. Ciertos griegos cambiaron las formas de la guerra: en esos nuevos pelotones formados en cuadrados, donde todos sostenían su escudo codo a codo, la defección de cualquiera mataba a todo el resto. Allí, por fin, cada hombre valía lo mismo que el de al lado; de esa conciencia, cuentan, nació la democracia. Ahora, en la lotería del contagio, también pasa: cualquier infectado puede joder a tantos, cada hombre vale lo mismo que otro. Parece obvio; es una idea que nuestros tiempos se empeñan en negar.

Ahora lo vemos. Quizá se hable, alguna vez, de la “revolución virósica”. En todo caso, cosas pasarán. Y será, como dicen, para alquilar balcones si no fuera, más bien, para salir a las calles.

Pero habrá también un efecto casi inevitable, una certeza: si nos pasó una vez puede pasarnos otra. Una pandemia así ya se ha vuelto posible: será parte de nuestros peores miedos. Sería tristísimo que influyera en nuestras vidas como influyó, por ejemplo, el 11 de septiembre: como otro modo de instalar el terror, la paranoia, los controles. Aunque no alcanzaría con temer solo a los virus espontáneos, a los diversos pangolines. Se pensaría, también, en los virus de laboratorio. El fantasma de la guerra o el terrorismo bacteriológico estará, sospecho, muy presente en el mundo que viene. Será, imagino, una epidemia horrible.

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COVID-19 Could Threaten Great Ape Populations, Researchers Warn






ARS-CoV-2, the novel coronavirus behind the COVID-19 pandemic, got its start in a still unidentified animal source before making its hop into humans. Now, as the outbreak continues to grow, experts are beginning to worry that the virus may be poised to make yet another devastating cross-species jump into some of our closest living relatives, including gorillas, orangutans and chimpanzees. 

Already threatened by rampant habitat destruction, poaching and other illnesses, these and other great ape species could be further imperiled by the new virus, which swept across the global human population, sickening hundreds of thousands—and likely more—in a matter of weeks. Though no non-human primates have yet been diagnosed with COVID-19, a team of researchers has put out an impassioned plea for enhanced protections for our kin to forestall such a crisis, Damian Carrington reports for the Guardian.

“The COVID-19 pandemic is a critical situation for humans, our health and our economies,” Thomas Gillespie of Emory University, who recently wrote a letter to the journal Nature detailing the risks of the ape-human infection interface, tells the Guardian. “It’s also a potentially dire situation for great apes. There is a lot at stake for those in danger of extinction.”

Members of the great ape group, which includes humans, share a great deal of genetic material and anatomy, making them susceptible to several of the same diseases. In some cases, symptoms present similarly across species. But in other cases, pathogens that typically spark mild illnesses in humans can be lethal to other great apes.

For these transmission events to happen, two species have to come into close contact, exchanging the bodily fluids that pathogens tend to travel in, such as droplets produced from the airway through sneezes and coughs. Such encounters are rare, but as humans continue to encroach on wild habitats and tour their forested homes for recreation or research, the risks have grown. In 2008, researchers documented the first direct evidence of a virus passing from humans into wild apes; eight years later, another hop happened involving a relative of SARS-CoV-2, specifically with a coronavirus known to cause the common cold.

Species such as the Tapanuli orangutan, an Indonesian great ape whose numbers severely dwindled, could be brought “even closer to extinction” by an unexpected viral outbreak, Serge Wich of Liverpool John Moores University tells Helen Briggs at BBC News.

Under typical circumstances, national parks that are home to wild ape populations will instate distance requirements to keep humans from infecting or otherwise harming animals. But these rules are often broken—sometimes by the humans, and sometimes by the apes, Ugandan conservationist Gladys Kalema-Zikusoka tells Rodney Muhumuza at the Associated Press.

To minimize transmission during the pandemic, some experts advocate for a halt to “great ape trekking tours, research and habituation activities,” conservationist Arend de Haas writes for the Conversation. “Ecotourism is vital to the long-term conservation of endangered animals. But in the longer term, a ban would protect the great apes as well the ecotourism operations.”

Already, many national parks have closed to patrons. In some cases, this could amount to a pyrrhic victory—if, for instance, patrols are no longer able to keep poachers out of ape habitats—and the losses in tourist revenue have many officials worried about the future of conservation-focused establishments, according to the Associated Press. Researchers also don’t yet have a sense what symptoms—if any—other apes might experience if SARS-CoV-2 is indeed able to infiltrate their bodies.

But as Susan Sheward of Orangutan Appeal UK tells the Guardian, amidst a global crisis, transferring this deadly virus to our vulnerable kin “is a risk that we cannot [afford to] take.”

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Podcast Nómadas: Hacia el final de la cuarentena (I) China






El coronavirus ha puesto nuestras vidas en pausa, pero no a la radio viajera. A lo largo de las próximas semanas, que ignoramos cuántas serán, iremos recorriendo el rastro del patógeno por las naciones que ya están experimentando el ansiado aplanamiento de la curva de contagios. Te invitamos a pasar al salón de Álvaro Soto –el improvisado estudio desde el que ahora se hace el programa– para visitar los países que ya empiezan a ver la luz al final del túnel. En este viaje tras el terrible rastro del COVID-19 conversamos con quienes ya han vivido la experiencia; les pedimos consejos, conocemos cómo es ahora su día a día. China, foco inicial de la pandemia, es nuestra primera parada. Conectamos con la ciudad de Hangzhou, donde vive el periodista Javier Ferrández; subimos hasta Shanghái con el ingeniero Lalo López y terminamos ruta en Pekín, hogar del fotógrafo barcelonés César Casellas. Contamos además, como siempre, con las voces de Carmen Zujeros y Luis Calero. Todos unidos desde la distancia, cada cual en su casa, para derrotar al virus.


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La manera correcta de lavarse las manos






¿Tocar el grifo o llave de agua arruinará todo el esfuerzo?


Sí. ¡El grifo puede tener los mismos gérmenes que tenía tu mano al inicio! Puedes usar un pañuelo de papel o una toalla de papel para cerrar el grifo una vez que tengas las manos limpias. No quieres comenzar de nuevo, ¿verdad?

¿Con cuánta fuerza tengo que frotarme las manos?

La mayoría de las personas no se frotan las manos de manera suficientemente vigorosa, dijo Barbara Smith, una enfermera epidemióloga y especialista en prevención de infecciones en Mount Sinai Health Systems en Nueva York. Cuando te lavas las manos, estás usando el agua y el jabón para eliminar de manera física los gérmenes de tu piel y luego enjuagarlos.

¿De verdad tengo que secarme las manos completamente?

La mayoría de las personas no se secan las manos del todo. Y a los gérmenes les gusta la humedad. No tengas miedo de usar un poco de fuerza aquí también: estás eliminando físicamente los gérmenes que quedan.

¿Tengo que usar toallas o pañuelos de papel? 

No. Las toallas de tela funcionan bien para el uso personal, pero debes lavarlas a menudo —que no pasen muchos días—, esto es especialmente importante si varias personas usan la misma toalla. Una persona enferma debe usar una toalla distinta. Para los invitados, ¡podrías usar toallas de papel!

¿Los secadores de aire funcionan? 

Las toallas de papel son las mejores en términos de higiene. Los secadores de manos funcionan, siempre que las manos se sequen bien. Hay algunas investigaciones —aunque no concluyentes— que sugieren que hay una mayor concentración de gérmenes alrededor de algunos secadores de manos. Pero sin duda usar un secador es mejor que limpiarse las manos en los pantalones. 

¿Cuál es la mejor manera de saber que te lavaste las manos durante 20 segundos? 

Cuenta así: Uno, un millón; dos, dos millones; tres, tres millones…hasta llegar a veinte. 

¿Importa qué tipo de jabón uso? 

El jabón líquido es lo más recomendado. El jabón en barra también funciona, pero no lo dejes en un platillo pegajoso. Recuerda: los gérmenes aman la humedad. 

¿Cuándo debo lavarme las manos?

Antes de salir de la casa (para proteger a otros de tus gérmenes).
Y cuando llegues a tu destino (para eliminar los gérmenes que acumulaste de las perillas de las puertas, los botones del elevador, el transporte público, etc.).
Antes y después de comer o preparar comida.
Antes y después de limpiar tu casa.
Después de que te suenes la nariz, tosas o estornudes.
Después de usar el baño o cambiar un pañal.
Después de alimentar o tocar a una mascota. 

¿No hay problema si uso crema o loción para las manos? 

No, pero usa un suministro personal (la mayoría de las lociones no tienen agentes antibacterianos, por lo que no deben compartirse). ¡Y no olvides mantener limpios el recipiente y el dispensador!

¿Puedo pintarme las uñas? 

Sí, pero es mejor mantener las uñas cortas y la manicura fresca. Los gérmenes pueden vivir en esmalte agrietado y astillado. 

¿Cuál es la técnica recomendada para usar desinfectante para manos? 

Usa un desinfectante que tenga una base de alcohol con al menos 60 por ciento de alcohol. Frótate las manos de la misma manera que lo harías con agua y jabón y asegúrate de usar suficiente líquido para alcanzar todas las superficies de las manos.

Nota: Si estás tentado a usar la receta que circula en redes sociales para fabricar un desinfectante casero —con gel de aloe vera y alcohol—, ya lo probamos y no funcionó. Terminarás, simplemente, con un montón de alcohol diluido. 

¿De verdad es tan importante lavarse las manos? 

“Las manos llevan casi todos los gérmenes al tracto respiratorio. Mantenerlas lo más limpias posible es muy útil”, dijo el doctor Adit Ginde, profesor de Medicina de emergencia en la Facultad de Medicina de la Universidad de Colorado. “La transmisión reduciría drásticamente si la gente lo hiciera bien”.

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Podcast La Biblioteca Perdida 360: La aventura de los conquistadores. Pizarro y la conquista del Perú - 3ra parte






Dicen que una de las pocas ventajas de la pandemia que nos ha encerrado en casa es que tenemos más tiempo para la lectura. Así que de nuevo traemos una sugerencia en forma de entrevista, pero en este caso a un viejo conocido de este programa, y es que se trata de nuestro prolífico Sergio Alejo que acaba de publicar “Águilas en África”, la segunda parte de “Herederos de Roma” del que ya hablamos tiempo atrás. De nuevo volveremos a visitar Constantinopla y veremos la evolución del protagonista, Cayo Vitelio, acompañando al magister militum Flavio Belisario en la ejecución del sueño de Justiniano, la Reconquista del Imperio romano. También contaremos con la siguiente entrega de la aventura de los conquistadores, con el tercer capítulo sobre Francisco Pizarro en la Conquista del Perú. Por último, seguimos ofreciendo los episodios, el sexto en este caso titulado La noche triste, de la primera temporada del Vizcaíno.


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Lorenzo y Pepita (22-Marzo-2020)



https://www.comicskingdom.com/blondie/2020-03-22

Blondie (Pepita, Lorenzo o Lorenzo y Pepita en algunos países hispanohablantes) es una tira cómica estadunidense creada por Chic Young. Distribuida por King Features Syndicate y publicada en diversos rortativos desde el 8 de septiembre de 1930.1​ El éxito llevó a la creación de películas (1930-1950), programas de radio, historietas y una serie animada. "Blondie" en inglés es un diminutivo cariñoso que se traduce al español como Rubita, ya que en efecto, la protagonista de esta family strip es una joven notoriamente rubia.

Garfield (22-Marzo-2020)



https://garfield.com/comic/2020/03/22


Fuente: Garfield and Friends - The Official Site  

Garfield es el nombre de la historieta creada por Jim Davis, que tiene como protagonistas al gato Garfield, al no muy brillante perro Odie, y a su dueño, el inepto Jon Arbuckle (Jon Bonachón en el doblaje latinoamericano). El protagonista se llama así por el abuelo de Davis, James Garfield Davis, que fue bautizado en honor al presidente estadounidense James A. Garfield.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Video: Cómo es realmente estar en aislamiento en Madrid | AndyGM






El coronavirus nos está afectando a nivel mundial y a mí me ha pillado en Madrid justo cuando se ha decretado el estado de alarma y, por tanto, tenemos que permanecer en aislamiento. Hoy os cuento realmente cómo es y por qué ha pasado.

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Podcast La Biblioteca Perdida 364: La Plaga de Justiniano, la peste que asoló Constantinopla





Siempre es positivo mirar a nuestro pasado para comprender nuestro presente. En estos momentos de cuarentena impuesta ante el Coronavirus, esta semana recordaremos una de las más terribles pandemias que asoló el mundo en general y Constantinopla en particular en el siglo VI. Aunque lo cierto es que afectó tanto a Europa, como a África y a Asia. De hecho, se calcula que dejó entre 25 y 50 millones de muertos. De todo esto hablaremos con Sergio Alejo en Por los Dioses, aparcando la última entrega sobre Mitrídates para semanas posteriores.Tenemos más cosas, como una entrevista Iván García y Ruth O’Leary, autores de un cómic de corte histórico titulado “Por un puñado de dracmas”. Publicado por Grafito Editorial, nos narra la aventura de una singular pareja formada por un espartano y un ateniense que se enfrentarán a una bestia que parece estar enviada por los mismísimos dioses. Finalmente, continuamos con la repetición de la primera temporada de las Aventuras del Vizcaíno.


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