Fuente: https://www.nytimes.com
El perfil genético de la mujer mostraba que iba a desarrollar alzhéimer para cuando cumpliera 50 años. Ella, como miles de sus parientes
de distintas generaciones, nació con una mutación genética que provoca
que las personas comiencen a tener problemas cognitivos y de memoria
entre los 40 y los 50 años y se deteriore con rapidez hasta morir a la
edad de 60 años, aproximadamente.
Sin
embargo, de manera extraordinaria, la mujer no experimentó ningún
declive cognitivo sino hasta después de los 70 años, casi tres décadas
más tarde de lo esperado. ¿Cómo pudo ocurrir? Hay una nueva investigación que ofrece una respuesta, una que, según expertos, podría cambiar el entendimiento científico de la enfermedad de Alzheimer e inspirar nuevas ideas sobre su prevención y tratamiento.
En un estudio
publicado el 4 de noviembre en la revista Nature Medicine, los
investigadores mencionaron que la mujer, cuyo nombre no fue divulgado
para proteger su privacidad, tiene otra mutación que la ha protegido de
la demencia, aunque su cerebro haya desarrollado un síntoma neurológico
significativo de la enfermedad de Alzheimer. Al
parecer, esta extraña mutación ayuda a detener la enfermedad al
minimizar la adherencia de un compuesto particular de azúcar a un gen
importante. Este hallazgo sugiere que se podrían desarrollar
tratamientos para que otras personas puedan tener el mismo mecanismo
protector.
“Estoy muy emocionado de
que haya salido este nuevo estudio: el impacto es drástico”, comentó
Yadong Huang, un investigador sénior en Gladstone Institutes que no
estuvo involucrado en el análisis. “Tanto para la investigación como
para el desarrollo terapéutico, este nuevo hallazgo es muy importante”.
Una
terapia genética o con fármacos no estará disponible en el corto plazo
pues, primero, los científicos deben copiar el mecanismo de protección
que se descubrió en esta paciente por medio de pruebas en animales de
laboratorio y neuronas humanas. Sin embargo, este caso llega en un momento en el que el campo del alzhéimer está ávido de nuevas estrategias: se han invertido miles de millones de dólares en desarrollar y hacer pruebas de tratamientos y unas doscientas pruebas con fármacos han fracasado.
Han pasado más de quince años desde que se aprobó el último tratamiento
para la demencia y los pocos fármacos disponibles no funcionan muy bien
durante mucho tiempo.
La mujer está en
los últimos años de su séptima década y vive en Medellín, el epicentro
de la familia con más integrantes que han padecido alzhéimer en el
mundo. Es una familia colombiana de unas 6000 personas, cuyos miembros
han experimentado durante siglos demencia, una enfermedad que llaman “la
bobera” y atribuyen a causas supersticiosas.
Hace décadas, un neurólogo colombiano, Francisco Lopera, comenzó una labor exhaustiva
para reunir los registros de nacimiento y de defunción de la familia en
Medellín y en remotos pueblos montañeses de los Andes. Lopera documentó
el extenso árbol genealógico de la familia y corrió riesgos en un
territorio de guerrillas activas y narcotráfico para convencer a los
parientes de la gente que había muerto con demencia de que le dieran sus
cerebros con el propósito de analizarlos. Por
medio de este trabajo, Lopera —cuyo banco de cerebros en la Universidad
de Antioquia ahora tiene trescientos cerebros— ayudó a descubrir que el
causante del alzhéimer que padecían era una mutación en un gen llamado
Presenilin 1.
Aunque este tipo de
demencia hereditaria de aparición temprana representa solo una pequeña
porción de los casi 30 millones de personas con alzhéimer en el mundo,
es importante porque, a diferencia de la mayoría de las formas de la
enfermedad, la versión colombiana se ha vinculado a una causa específica
y un patrón consistente. Por lo tanto, Lopera y un equipo de
científicos estadounidenses han pasado años estudiando a la familia
en busca de respuestas para ayudar a combatir la creciente epidemia de
la versión más común del alzhéimer, que ocurre en la vejez.
Cuando
descubrieron que la mujer tenía la mutación del Presenilin 1, pero aún
no había siquiera desarrollado un trastorno previo al alzhéimer llamado
“deterioro cognitivo leve”, los científicos quedaron perplejos. “Encontramos
a una persona que es resistente a la enfermedad del Alzheimer, pero
debería estar en una etapa de alto riesgo”, comentó Eric Reiman,
director ejecutivo del Instituto Banner de Alzheimer en Phoenix y uno de
los líderes del equipo de investigación. La
mujer viajó en avión a Boston, donde radican algunos de los
investigadores, para realizarse escaneos cerebrales y otros estudios.
Esos resultados fueron desconcertantes, señaló Yakeel Quiroz,
neuropsicóloga colombiana que dirige el laboratorio de neuroimagenología
de demencia hereditaria en el Hospital General de Massachusetts.
El cerebro de la mujer estaba repleto del sello distintivo por excelencia del alzhéimer: placas de proteína amiloide. “Son
los niveles más altos de placas amiloides que hayamos visto hasta el
momento”, comentó Quiroz, quien agregó que el exceso de la proteína tal
vez se haya acumulado porque la mujer ha vivido con la mutación que
causa el alzhéimer durante mucho más tiempo que otros familiares.
No obstante, la
mujer manifestaba pocos de los otros síntomas neurológicos de la
enfermedad: contaba con poca cantidad de una proteína llamada tau —la
cual forma marañas en los cerebros con alzhéimer— y poca
neurodegeneración o atrofia cerebral. “Su
cerebro funcionaba muy bien”, mencionó Quiroz, quien, al igual que
Reiman, es una de las autoras sénior del estudio. “En comparación con
las personas que tienen 40 o 50 años, en realidad ella está mejor”.
Quiroz
afirmó que la mujer, quien había criado a cuatro hijos, solo tenía un
año de educación formal y apenas podía leer o escribir, así que era poco
probable que su protección cognitiva proviniera de la estimulación
educativa. “Tiene un secreto en su biología”, dijo Lopera. “Este caso es una gran ventana para descubrir nuevos enfoques”.
Quiroz consultó con Joseph Arboleda Velásquez, quien, como ella, es
profesor adjunto de la Escuela de Medicina de Harvard (también es el
esposo de Quiroz). Arboleda Velásquez, biólogo celular del hospital
Massachusetts Eye and Ear, llevó a cabo una prueba exhaustiva y una secuenciación genética, que determinó que la mujer tiene una mutación extremadamente rara en un gen llamado APOE.
El APOE es importante en el alzhéimer que
le da a la población general. Tiene tres variantes. Una, el APOE4,
aumenta de manera considerable el riesgo y está presente en el 40 por ciento de la gente con esta enfermedad. La
mujer colombiana tiene dos copias de APOE3, la variante con la que nace
la mayoría de la gente, pero ambas copias tienen una mutación llamada
Christchurch (por la ciudad neozelandesa donde fue descubierta). La
mutación Christchurch es sumamente rara, pero, hace varios años,
Rebecca, tecnóloga e hija de Remain, ayudó a determinar que un puñado de
familiares colombianos tiene esa mutación en uno de sus genes APOE.
Ellos desarrollaron el alzhéimer de la misma manera temprana que era
típica en sus familiares.
“El hecho de que ella tenga dos copias y no una sola fue determinante”, comentó Arboleda Velásquez. Guojun
Bu, quien estudia el APOE, señaló que, aunque los hallazgos involucran
un solo caso y se necesita más investigación, las consecuencias podrían
ser radicales. “Es impresionante
cuando el alzhéimer tarda tres décadas en atacar”, opinó Bu, presidente
del Departamento de Neurociencias en la Clínica Mayo de Jacksonville,
Florida, quien no estuvo involucrado en el estudio.
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