Abre sus puertas el lunes 15 y es el primer museo público que se construye en Lima en más de 50 años. ‘El sitio recobra su esplendor’, dice su directora.
En 1896, un alemán profundamente atraído por el mundo precolombino, llega a trabajar a Pachacámac. El lugar bien valía el esfuerzo: este complejo religioso dedicado al Hacedor del Mundo y dueño de los terremotos, había sido un lugar sagrado durante 1,500 años y nadie lo había explorado. Fue aquí donde por primera vez Max Uhle usa el método estratigráfico, que permite medir la antigüedad de un objeto, con lo que dio origen a la arqueología científica en el Perú y América.
Años después, Uhle consigue un generoso apoyo de la Universidad de Pennsylvania, Estados Unidos, y fruto de esta relación fueron las 12.000 piezas que envió a esa institución, y que hoy están en el Museo Penn. Como solía pasar en esos años el gobierno peruano lo autorizó, en parte, porque el país no tenía cómo proteger sus riquezas culturales. Y esto es precisamente lo que el nuevo museo significa para su directora, Denise Pozzi-Escot: “ahora podemos mostrar al mundo que estamos en condiciones de conservar nuestro patrimonio y con una galería de nivel internacional”.
No es para menos. El nuevo edificio que se inaugura el lunes 15 de febrero es 20 veces más grande. La estructura anterior, de 200 m2, ha dado paso a un nuevo espacio de 4.800 m2, que incluye espacios para salas de exposición (1000 m2), cafetería y tienda (300 m2), estacionamiento (500 m2), oficinas, plazas y rampas. Quién diría que hemos tardado 120 años en dotar a este lugar de unas instalaciones adecuadas. Con 150 mil visitas al año Pachacamac es el segundo sitio arqueológico más visitado del país, después de Machu Picchu.
De las 100 piezas que antes se exhibían, ahora se mostrarán 280, todas en condiciones climáticas ajustadas. “Lo que los visitantes van a poder apreciar no son piezas individuales, como era antes, sino conjuntos de ofrendas”, asegura Pozzi-Escot. Y quizás el ejemplo más espectacular, que no lo tiene ningún otro museo del país, son las 90 vasijas de cerámica que fueron halladas todas en una misma ofrenda. No por gusto era el centro religioso más venerado de esta parte del continente.
Si bien la arqueología es el tema central aquí, esto no le quita protagonismo a la arquitectura. Uno de los valores excepcionales de Pachacamac es su continuidad arquitectónica, y el nuevo edificio, de manera muy simbólica, pasa a integrarse a esta línea milenaria. ¿Eso quiere decir que han construido una huaca del siglo XXI?, le pregunto a su directora. Sí, lo confirma. “Pasará a ser otra huaquita dentro de nuestro santuario”, pero con un sentido diferente. “La idea central es que el lugar recobre su esplendor, ya no como centro de peregrinación sino como un punto de referencia para nuestra historia e identidad”, precisa Pozzi-Escot.
El edificio es obra de la dupla de arquitectos peruanos Patricia Llosa y Rodolfo Cortegana, considerados entre los mejores de su generación. Es una estructura austera, de concreto armado, que no llama la atención sobre sí misma y que se integra al lugar con facilidad. De manera particular se evidencia una profunda inspiración prehispánica.
“Hay una relación que se ve, por ejemplo, en que hemos hecho arquitectura con muro, y son los muros lo que definen al santuario”, afirma Cortegana. Para él, el sello distintivo de esta nueva estructura es la relación que guarda con el entorno arqueológico. “Tienes el muro, la rampa, la escala, todos elementos prehispánicos pero con una gramática contemporánea”.
¿En 500 años lo verán como una huaca? El futuro lo dirá. Mientras tanto, en el presente, este nuevo museo también abre otra posibilidad: “estoy empezando conversaciones con instituciones que tienen piezas que salieron de Pachacámac, porque nos gustaría iniciar procesos de intercambio”, anunció su directora.
Escribe: Javier Lizarzaburu - Lima Milenaria*
CARETAS Edicion 2423
http://caretas.pe/
11 / Febrero / 2016
En 1896, un alemán profundamente atraído por el mundo precolombino, llega a trabajar a Pachacámac. El lugar bien valía el esfuerzo: este complejo religioso dedicado al Hacedor del Mundo y dueño de los terremotos, había sido un lugar sagrado durante 1,500 años y nadie lo había explorado. Fue aquí donde por primera vez Max Uhle usa el método estratigráfico, que permite medir la antigüedad de un objeto, con lo que dio origen a la arqueología científica en el Perú y América.
Años después, Uhle consigue un generoso apoyo de la Universidad de Pennsylvania, Estados Unidos, y fruto de esta relación fueron las 12.000 piezas que envió a esa institución, y que hoy están en el Museo Penn. Como solía pasar en esos años el gobierno peruano lo autorizó, en parte, porque el país no tenía cómo proteger sus riquezas culturales. Y esto es precisamente lo que el nuevo museo significa para su directora, Denise Pozzi-Escot: “ahora podemos mostrar al mundo que estamos en condiciones de conservar nuestro patrimonio y con una galería de nivel internacional”.
No es para menos. El nuevo edificio que se inaugura el lunes 15 de febrero es 20 veces más grande. La estructura anterior, de 200 m2, ha dado paso a un nuevo espacio de 4.800 m2, que incluye espacios para salas de exposición (1000 m2), cafetería y tienda (300 m2), estacionamiento (500 m2), oficinas, plazas y rampas. Quién diría que hemos tardado 120 años en dotar a este lugar de unas instalaciones adecuadas. Con 150 mil visitas al año Pachacamac es el segundo sitio arqueológico más visitado del país, después de Machu Picchu.
De las 100 piezas que antes se exhibían, ahora se mostrarán 280, todas en condiciones climáticas ajustadas. “Lo que los visitantes van a poder apreciar no son piezas individuales, como era antes, sino conjuntos de ofrendas”, asegura Pozzi-Escot. Y quizás el ejemplo más espectacular, que no lo tiene ningún otro museo del país, son las 90 vasijas de cerámica que fueron halladas todas en una misma ofrenda. No por gusto era el centro religioso más venerado de esta parte del continente.
Si bien la arqueología es el tema central aquí, esto no le quita protagonismo a la arquitectura. Uno de los valores excepcionales de Pachacamac es su continuidad arquitectónica, y el nuevo edificio, de manera muy simbólica, pasa a integrarse a esta línea milenaria. ¿Eso quiere decir que han construido una huaca del siglo XXI?, le pregunto a su directora. Sí, lo confirma. “Pasará a ser otra huaquita dentro de nuestro santuario”, pero con un sentido diferente. “La idea central es que el lugar recobre su esplendor, ya no como centro de peregrinación sino como un punto de referencia para nuestra historia e identidad”, precisa Pozzi-Escot.
El edificio es obra de la dupla de arquitectos peruanos Patricia Llosa y Rodolfo Cortegana, considerados entre los mejores de su generación. Es una estructura austera, de concreto armado, que no llama la atención sobre sí misma y que se integra al lugar con facilidad. De manera particular se evidencia una profunda inspiración prehispánica.
“Hay una relación que se ve, por ejemplo, en que hemos hecho arquitectura con muro, y son los muros lo que definen al santuario”, afirma Cortegana. Para él, el sello distintivo de esta nueva estructura es la relación que guarda con el entorno arqueológico. “Tienes el muro, la rampa, la escala, todos elementos prehispánicos pero con una gramática contemporánea”.
¿En 500 años lo verán como una huaca? El futuro lo dirá. Mientras tanto, en el presente, este nuevo museo también abre otra posibilidad: “estoy empezando conversaciones con instituciones que tienen piezas que salieron de Pachacámac, porque nos gustaría iniciar procesos de intercambio”, anunció su directora.
Escribe: Javier Lizarzaburu - Lima Milenaria*
CARETAS Edicion 2423
http://caretas.pe/
11 / Febrero / 2016
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