Si
estás leyendo esto encorvado frente a tu computadora o tu teléfono, haz
una pausa para relajar el cuello. Mira hacia arriba y hacia abajo.
Ahora a un lado y hacia otro. Gira la cabeza en el sentido del reloj y
hacia el lado contrario. Ahora retráelo hacia tu caparazón. Un momento:
no puedes hacer eso porque no eres una tortuga. Pero, ¿alguna vez te has
preguntado cómo fue que estos reptiles evolucionaron para lograr hacer
ese truco tan interesante?
Los
científicos sí, y ahora, tras estudiar los huesos cervicales de un
fósil de 150 millones de años, un equipo de investigadores cree que la
mayoría de las tortugas desarrollaron primero la capacidad de lanzar su
cabeza hacia adelante con rapidez para capturar a sus presas y no tanto
para protegerse, como se pensaba anteriormente. Esa capacidad se
desarrolló más en algunas tortugas para convertirse en parte de su
defensa. Los investigadores publicaron recientemente su estudio en la
revista Scientific Reports.
Los ancestros más antiguos de las tortugas no podían retraer el cuello,
pero las especies modernas sí pueden hacerlo. Sin embargo, para entender
los cuellos de las tortugas, hay que entender primero a los dos tipos
principales de tortugas: las criptoridas y las pleurodiras. Ambos grupos
pueden retraer el cuello, pero lo hacen de manera distinta.
Las
criptodiras incluyen a las tortugas de tierra y a las de agua: las
tortugas del género terrapene, las tortugas marinas y las tortugas
caimán. Estas retraen el cuello hacia el interior de sus caparazones
doblando los músculos verticalmente. Las pleurodiras abarcan a las
especies que se encuentran principalmente en América del Sur, Australia y
África, como la tortuga matamata y las de cuello largo. Estas últimas
flexionan sus músculos horizontalmente para retraer sus cuellos de lado y
posteriormente los doblan hacia el hombro.
Jérémy
Anquetin, paleontólogo del Museo Jurásico de Suiza y principal autor
del estudio, estudió junto a sus colegas un fósil de tortuga de 150
millones de años que tenía algunas características extrañas. La tortuga,
conocida como platychelys oberndorferi, correspondía al periodo
jurásico tardío y vivió en lo que hoy se conoce como Alemania y Suiza.
Con base en su caparazón y esqueleto el equipo pudo decir que pertenecía
al grupo de las pleurodiras.
No
obstante, el tamaño de sus dos huesos cervicales sugería que había
retraído su cuello verticalmente como lo hacen las criptodiras, y no
horizontalmente. También parecía ser capaz de doblar el cuello hacia el
interior del caparazón.
“¿Por
qué tenía este mecanismo de retracción del cuello? Esta tortuga es muy
peculiar”, dijo Anquetin. “Nuestro fósil no puede retraer el cuello en
su totalidad, lo cual no sirve para protección, así que tuvimos que
buscar una explicación”.
El
equipo analizó las otras características del animal en busca de pistas.
Su apariencia era similar a la de las tortugas de agua que habitan en
el lecho marino, lo cual sugiere que era un predador de emboscada, como
la tortuga matamata o la tortuga lagarto común.
Las
dos especies modernas son parientes lejanos pero cazan utilizando
tácticas similares. Ambas acechan entre las plantas que cubren el lecho
de los estanques, pantanos y lagos poco profundos. Una vez que un pez
desprevenido se acerca lo suficiente, atacan.
“Podemos
creer que nuestra tortuga se comportaba de la misma forma”, comentó
Anquetin. Él y su equipo informan que los mecanismos del cuello
examinados en su fósil de tortuga y en las criptodiras actuales son un
ejemplo de evolución convergente, lo que quiere decir que tanto las
platychelys oberndorferi como las actuales criptodiras desarrollaron
esta capacidad de manera independiente dadas las ventajas evolutivas que
ofrecía en sus entornos.
El
método de retracción del cuello hacia el interior del caparazón les
permitió proyectar hacia el frente la cabeza con rapidez para atrapar
más fácilmente a las presas en movimiento.
Los
investigadores reconocen que su hipótesis requiere mayores pruebas y
que no ofrece una explicación de por qué las tortugas pleurodiras
evolucionaron para retraer sus cuellos llevándolos hacia los lados.
James
Parham, profesor asistente de ciencias geológicas en la Universidad
Estatal de California, en Fullerton, estudia tortugas y lagartijas pero
no participó en el estudio y mencionó en un correo electrónico que la
investigación demostraba que la evolución de la retracción del cuello en
las primeras tortugas era más compleja que la binaria de flexionar el
cuello hacia los lados, en lugar de hacerlo verticalmente como se ha
visto que hacen los reptiles de hoy.
Agregó
que el equipo hizo un buen trabajo al demostrar las similitudes entre
el fósil y las tortugas de hoy que cazan mediante una emboscada, pero
aceptó que la hipótesis de los autores necesitaba analizarse con mayor
profundidad.
“Sientan
las bases para nuevos estudios interesantes y nos obligan a analizar la
evolución de estos fósiles desde una óptica totalmente nueva”, dijo.
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