Fuente: https://www.abc.es
Por: Israel Viana
En los último años, cada cierto tiempo surgen nuevas hipótesis sobre la veracidad de la icónica imagen tomada por el fotógrafo húngaro en 1936, pero varios compañeros de profesión ya apuntaron antes de acabar el conflicto que se trataba de un montaje.
Las primeras sospechas sobre la autoría y veracidad de la fotografía más famosa de la Guerra Civil no son recientes. Ni tan siquiera surgieron en las últimas décadas, en las que cada cierto tiempo aparecen nuevas hipótesis sobre la fecha y el lugar donde transcurre la acción, la identidad del soldado que la protagoniza, si este murió de verdad, si su autor es realmente Robert Capa o si se trata de un montaje. Lo que la mayoría de lectores suele ignorar es que las primeras acusaciones contra el fotoperiodista húngaro procedieron de sus propios compañeros pocos días después de que la imagen fuera tomada.
«De repente, su avance fue interrumpido, una bala silbó y su sangre fue derramada en su suelo nativo», podía leerse en el artículo donde se publicó la imagen por primera vez, en el número 447 de la revista 'Vu', el 23 de septiembre de 1936. Esta, sin embargo, no tomó verdadera relevancia hasta el año siguiente, cuando apareció en la revista 'Life'. Desde entonces, no solo se convirtió en un símbolo de la Guerra Civil, sino de la barbarie de todas las guerras del mundo, que fue difundida en Estados Unidos y Europa por otras publicaciones como 'Regards', 'Time' o 'Paris-Soir', entre otras muchas.
Estábamos haciendo el tonto… Entonces, de repente, se convirtió en algo real», contaba Capa en una carta que le envió a su amiga Hansel Mieth en la época y que esta le remitió al escritor Richard Whelan para la biografía que publicó en 2003. En esta misiva y en una entrevista que el fotógrafo concedió al diario 'New York World-Telegram' en 1937, nuestro protagonista aseguraba, como si ya se estuviera defendiendo, que en España no hacía falta ningún montaje, puesto que las fotos estaban ahí, solo había que cogerlas.
Capa capturó al miliciano español, justo en el momento en que recibió un balazo en el pecho y cayó supuestamente muerto, pocos días después de llegar a España en agosto de 1936. Le acompañaron hasta nuestro país otros corresponsales como John Dos Passos, de la revista estadounidense 'Esquire'; Henry Buckley, del 'The Daily Telegraph'; Martha Gellhorn, enviada de la revista 'Collier's'; Herbert Matthews, del 'The New York Times'; Mijaíl Koltsov, del diario 'Pravda' y O'Dowd Gallagher, del 'Daily Express', por citar a algunos. Todos se alojaron en el Florida, un destartalado hotel ubicado en la plaza de Callao, en Madrid.
La primera acusación
Desde ese momento, la sombra del republicano muerto atormentó a Capa durante el resto de su vida. Contaban sus allegados que, incluso, le molestaba hablar del tema, ya fuera durante la guerra o después de esta. Suele decirse que Phillip Knightley fue el primero en afirmar que la imagen fue un montaje en 1975. Este periodista británico publicó en 'Sunday Times' un extenso artículo titulado 'Truth, the first casualty of war' ('La verdad, primera víctima de la guerra'), en el que defendía que el principal objetivo de los periodistas durante la contienda española era la propaganda. Para ello ponía como ejemplo la supuesta manipulación de 'Muerte de un miliciano'. Estaba tan convencido que en su reportaje cambió el pie de foto original publicado en 'Life' por el siguiente: «Un miliciano resbala y cae mientras se entrena para la acción».
Pocos recuerdan que la teoría de Knightley se basaba en los testimonios de otros corresponsales destinados a España, como Martha Gelhorn, Ted Allan o John Jersey, pero sobre todo en el del mencionado O'Dowd Gallagher. El enviado del 'Daily Express' compartió aventuras y borracheras con Capa en los pasillos del Hotel Florida y aseguraba ya entonces que este le había contado cómo los oficiales republicanos, en uno de aquellos días en los que no tenían que ir a la batalla, le organizaron una sesión de fotos en las que simularon acciones de guerra para que pudiera enviar imágenes a las redacciones con las que trabajaba.
La instantánea se tomó exactamente el 5 de septiembre de 1936, 18 días antes de su publicación en la revista 'Vu', hace justo 86 años. Capa habría acompañado a un grupo de soldados anarquistas a simular carreras y saltos entre los barrancos en uno de los descansos del conflicto. Hasta 2009, aquellas maniobras se ubicaron en la barriada de Cerro Muriano, a 48 kilómetros de Córdoba, pero ese año un estudio aseguró que se trataba del municipio de Espejo, concretamente, el paraje conocido como Haza del Reloj. En marzo del año pasado, sin embargo, una nueva investigación liderada por el historiador Fernando Penco defendió que el lugar exacto era el Cerro del Alcaparral, a varios kilómetros de allí.
Las eternas sospechas
Todo lo que rodea a esta imagen sigue siendo un misterio que enfrenta a expertos de todo el mundo. Unos, intentando demostrar que Capa hizo trampas, y otros, tratando de defender su veracidad. Años después de la guerra, Gallagher cayó en una serie de contradicciones cuando se refirió a la fotografía. El corresponsal es considerado hoy sospechoso de haber sido espía de Stalin durante su estancia en el Florida, por lo que sus críticas no se deben desechar tan a la lidera, por el simple hecho de que no había mejor lugar que este hotel para vigilar a los responsables de los artículos que se iban publicar en los principales periódicos del mundo.
En 2007, por el contrario, Richard Whelan publicó la biografía 'This is war. Robert Capa at work' con material inédito del Centro Internacional de Fotografía (ICP) de Nueva York. El escritor consultó al capitán Robert L. Franks, jefe de homicidios del departamento de Policía de Memphis, que examinó minuciosamente las imágenes y aseguró: «La mano del soldado que asoma bajo su pierna izquierda se encuentra en posición semicerrada. Si hubiera escenificado la caída, la palma debería estar abierta para amortiguar el golpe».
Otra de las incógnitas fue siempre la identidad del protagonista. Durante seis décadas, el miliciano fue un desconocido, pero en 1995 un historiador de Alcoy, Mario Brontons, creyó identificarlo como Federico Borrell García, conocido como 'El Taino', un antiguo soldado republicano de la misma localidad. No aportaba ninguna prueba concluyente, pero la teoría se mantuvo durante años. En 2007, un documental dirigido por Hugo Doménech y Raúl M. Riebenbauer, bajo el título de 'La sombra del iceberg', demostró que esta teoría no era cierta, por lo que la 'víctima' de Capa volvía al anonimato.
Una de las pruebas aportadas es el testimonio del hijo del historiador alcoyano, que aseguró que su padre se basó en una simple intuición a la hora de identificar al miliciano. No obstante, había otro dato mucho más aplastante. Se trata de la necrológica publicada a finales de 1937 por la revista anarquista 'Ruta Confederal', en la que un amigo de Borrell evocó las circunstancias de su muerte en Córdoba con las siguientes palabras, que nada tenían que ver con la imagen de Capa: «Le veo tendido detrás del árbol que le servía de parapeto [...]. Aún después de muerto empuñaba su fusil».
Los testigos
Realmente, los únicos testigos presenciales de aquel acontecimiento fueron, supuestamente, la fotógrafa Gerda Taro y el periodista de 'L'Humanité' Ted Allan. Gerda, pareja de Robert Capa durante la guerra, había fotografiado al mismo grupo de milicianos que él, pero falleció aplastada por un tanque en El Escorial, en Madrid, el 26 de julio de 1937. Allan, por su parte, repitió hasta su muerte en 1995 que no recordaba ni el lugar ni el día que se hizo la foto. Tan solo era capaz de describir a su compañero húngaro y futuro fundador de la agencia Magnum como un fotógrafo que disparaba su cámara Leica sin parar, aunque se encontrara bajo el fuego cruzado de las ametralladoras franquistas y republicanas.
En su libro 'Sombras de la fotografía' (Universidad del País Vasco, 2009), José Manuel Susperregui escribe que la imagen fue tomada con una Rolleiflex y no con una Leica. Y en 2015, el fotógrafo turco de origen armenio Ara Güler, que trabajó durante mucho tiempo para Magnum, defendió que la instantánea no fue obra de Capa, sino de una joven asistente: «Capa no era completo. Tenía siempre una pila de mujeres alrededor de él. La famosa foto del soldado que muere, por ejemplo, no la hizo él, sino una joven que estaba con él. De Capa no se sabe qué fotos son originales y cuáles son las atribuidas».
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