martes, 12 de septiembre de 2023

Cinco datos sorprendentes sobre las ánforas

 

 

Fuente: https://www.dw.com

Por: Kristina Reymann-Schneider

 

Las ánforas eran los envases desechables de la antigüedad: el aceite, el vino y las aceitunas, entre otras cosas, se transportaban en ánforas. Sus restos ofrecen más información de la que se cree.

Las ánforas son como las Barbies: no se sostienen sin ayuda

Las ánforas se fabricaban principalmente para el comercio. En la antigüedad, se utilizaban para transportar aceite, vino, miel, aceitunas, verduras en escabeche y garum, una salsa de pescado tan popular en la cocina romana como la salsa de soja en la cocina asiática actual.

Una ánfora típica se estrechaba en punta en la parte inferior, por lo que solo podía apoyarse en un estante, o tenía que clavarse en el suelo. Su forma, sin embargo, era ideal para el transporte en barco, ya que podían almacenarse una al lado de la otra y una encima de la otra para ahorrar espacio. Los grandes veleros llevaban a bordo hasta 10.000 ánforas. Una característica importante son las asas a ambos lados. El ánfora debe su nombre a estas asas. El término procede del griego antiguo y significa algo así como "vasija de barro con dos asas".

Las ánforas eran antiguos recipientes desechables

Las ánforas eran antiguos productos desechables. A menos que se tratara de recipientes de diseño ornamental, tenían tamaños estandarizados, no eran caras de producir, y se necesitaban únicamente para el transporte.

Entre otras cosas, las embarcaciones llevaban una marca que indicaba su peso, su procedencia, las mercancías que contenían, la fecha de embarque y el exportador. Cuando los barcos mercantes atracaban en los puertos, se vaciaban las ánforas, que habían cumplido así su función. Después, o bien se rompían in situ y se tiraban, o bien se utilizaban para fines secundarios, por ejemplo como letrinas, incluso como ataúdes, o como material de construcción ligero y barato.

Escombros sin valor en la antigüedad, valioso testimonio en la actualidad

El Monte Testaccio de Roma es una montaña hecha de fragmentos de ánforas. Hoy está cubierto de vegetación, pero se calcula que bajo su superficie aún quedan más de 50 millones de restos de ánforas antiguas. Y es que los fragmentos de arcilla no se descomponen ni en 3.000 años. Para los arqueólogos, esos antiguos basureros son un tesoro, ya que esos hallazgos nos dicen mucho sobre las antiguas rutas comerciales y la dieta de los contemporáneos. Basándose en el origen de las ánforas y sus inscripciones, se puede demostrar que las mercancías se transportaban por todo el Imperio Romano e incluso se exportaban hasta la India y Etiopía.

Un alemán clasificó las ánforas

Los alemanes son conocidos en el extranjero por su amor al orden. No es de extrañar que fuera precisamente un alemán quien haya querido poner orden al caos. El epigrafista Heinrich Dressel (1845-1920) examinó las ánforas romanas de la montaña de fragmentos del Monte Testaccio a partir de 1872 y las asignó a más de 40 tipos diferentes, algunos de los cuales se siguen utilizando hoy en día para describir las ánforas. Pudo demostrar que el ánfora bulbosa del tipo "Dressel 20" procedía de España, y contenía aceite, mientras que el ánfora alargada generalizada del tipo "Dressel 1" contenía vino italiano.

Si ve un ánfora, déjela en su sitio

Se siguen encontrando ánforas, sobre todo en el fondo del mar y en barcos hundidos. Quien encuentre ánforas antiguas buceando en Turquía, Italia, España o Grecia, debe dejarlas en su sitio y notificar el hallazgo a las autoridades. Quien se lleve ánforas o fragmentos de ánforas a casa como recuerdo puede ser penalizado. La exportación de bienes culturales es ilegal y se castiga con fuertes multas y penas de cárcel.


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