Fuente: https://www.bbc.com
Por: Heather Jasper. BBC News
Cuatro
horas al norte de Lima, las pendientes ocres del Valle de Supe parecen
inhóspitas: llanuras pasadas por el viento, muros de adobe a punto de
colapsar y el brillo del calor que emerge del desierto. Es difícil imaginar que esas pendientes áridas alguna vez alojaron a una de las primeras grandes civilizaciones de la historia.
Y que su reciente descubrimiento, tras años de estar sepultadas por el desierto, está reescribiendo la historia del continente. En
julio de 2025, la arqueóloga peruana Ruth Shady reveló el hallazgo de
Peñico, una ciudad de casi 3.800 años de la antigua civilización
conocida como Caral.
El lugar de la excavación contiene cerca de 18 estructuras, que incluyen templos para ceremonias y conjuntos residenciales.
Pero
lo más importante es que las estructuras proveen nueva evidencia de que
el pueblo de Caral se adaptaba a los desastres naturales sin acudir a
la guerra, lo que es una estrategia notablemente extraordinaria incluso
en nuestros días. "Peñico
continúa la visión de la civilización caral de una vida sin
conflictos", señala Shady, quien ha liderado la investigación en este
lugar por más de tres décadas.
El pacífico asentamiento de Sudamérica
Mucho
antes de los aztecas, los mayas o los incas, Perú fue el hogar de los
caral, una de las sociedades más antiguas y pacíficas del mundo. Su
principal asentamiento es Caral-Supe -considerado la cuna de la
civilización en el continente americano y declarado Patrimonio de la
Humanidad por la Unesco desde 2009-, que floreció hace 5.000 años en
paralelo con los centros urbanos de Mesopotamia y Egipto al otro lado
del mundo.
"Caral fue habitado desde el año 3.000 AC hasta el 1.800 AC", señala Shady. Pero
a diferencia de sus pares del viejo mundo, Caral no tenía muros
defensivos y los investigadores no hallaron restos de armas en las
excavaciones. Cuando
Shady comenzó el trabajo arqueológico en Caral en 1994, descubrió una
sociedad construida sobre el comercio, la música, los rituales y el
consenso.
De
acuerdo a los hallazgos de la arqueóloga, cerca de 3.000 personas
vivieron en Caral, además de otros centenares en poblados cercanos. La
posición estratégica del lugar en el valle de Supe les permitía unir la
costa Pacífica con los valles fértiles en los Andes, además de la selva
amazónica, lo que creaba una cadena de intercambio cultural y
comercial.
El
pueblo caral sembraba algodón, batata, calabaza, frutas y ají, que
intercambiaban por minerales de las montañas y pájaros y monos del
Amazonas que adoptaban como mascotas. Y a lo largo de la costa recogían mariscos y peces.
"Ellos
mantuvieron relaciones interculturales con personas que vivían en la
selva, las montañas y en lugares remotos como Ecuador y Bolivia, pero
siempre de manera pacífica", dijo Shady. En
contraste, los aztecas, los mayas y los incas eran estados militares, a
menudo enfrascados en campañas bélicas contra sus vecinos. El ingenio del pueblo caral se extendió a la arquitectura y las artes.
El
anfiteatro era resistente a sismos, diseñado para soportar los
poderosos terremotos de la región del Pacífico y con un diseño acústico
único para grandes conciertos. Las
excavaciones han hallado 32 flautas traversas, algunas hechas de hueso
de pelícano y otras decoradas con monos y cóndores, lo que es una prueba
del intercambio cultural con civilizaciones ubicadas a largas
distancias. "Con
esos instrumentos ellos le dieron la bienvenida a la gente de la costa,
las montañas y la selva en sus rituales y las ceremonias", explica
Shady.
Colapso en el desierto
Más allá de su éxito como sociedad, Caral afrontó un desafío enorme: el clima. Hace
unos 4.000 años, una sequía de 130 años de duración -parte de un
proceso de cambio climático que también afectó a la Mesopotamia, Egipto y
China- llevó a la escasez de cultivos y al hambre. Las plazas y las pirámides de Caral debieron ser abandonadas en el desierto.
"El
cambio climático causó una crisis. Los ríos y los campos se secaron.
Ellos abandonaron los centros urbanos, algo que también pasó en
Mesopotamia", señala Shady. Por
años el equipo de la arqueóloga teorizó que los sobrevivientes
hambrientos habían huido hacia la costa donde podían conseguir mariscos y
peces.
Las excavaciones en la localidad de Vichama, un sitio cercano al valle de Huaura, respaldan esa idea. Pero los recientes descubrimientos en Peñico cuentan otra historia.
Peñico: sobrevivir a través de la adaptación
Construida
a unos 600 metros sobre el nivel del mar y apenas a 10km de Caral-Supe,
Peñico muestra cómo algunos miembros del pueblo caral se adaptaron al
mudarse a una fuente de agua que provenía de los glaciares. En
un valle donde los ríos se habían secado, la proximidad de una montaña
con agua de deshielo significaba la posibilidad de sobrevivir.
Lo que hace esto meritorio no es solo la reubicación en sí misma, sino cómo la sociedad respondió a esto. No hay evidencia de guerras, armas o fortificaciones en Peñico, un dato poco común para tiempos de escasez. "Peñico
continúa la tradición de Caral de vivir en armonía con la naturaleza y
relacionarse con otras culturas con respeto", explicó Shady.
Las excavaciones también han revelado avances en el arte y los rituales. El
equipo de Shady ha descubierto sofisticadas figuras de yeso, collares y
huesos tallados, incluido uno modelado con la forma de una calavera.
Una
hermosa escultura muestra la cabeza de una mujer y un peinado muy
elaborado, su rostro pintado de rojo con pigmento de hematites. Estos
objetos sugieren que, incluso con su población mermada, la comunidad
invirtió en expresiones culturales como una manera de sostener su
identidad y cohesión.
El sitio actualmente está abierto a los visitantes, que pueden explorar los templos ceremoniales y lugares residenciales. Un
nuevo centro de visitantes con exhibiciones alternativas tiene un
diseño circular que evoca una de las principales características de
Caral y Peñico: las plazas redondas centrales.
Esas
plazas están en secciones de la ciudad donde los arqueólogos teorizan
se ubicaban los lugares administrativos, que es otra evidencia de una
sociedad que podría haber funcionado mediante el consenso, posiblemente
con una estructura similar a la que había en Grecia hace 2.000 años.
Gaspar Sihue, una guía local en Caral, alienta a los viajeros a hacer el viaje antes de que el lugar se popularice. "Me gusta hacer de guía turístico en el valle de Supe porque está fuera del circuito turístico principal", explica. Al
mismo tiempo, Shady advierte que las excavaciones en Peñico son
relativamente recientes y que muchos edificios aún están cubiertos por
el desierto. "Aún tenemos mucho que aprender", afirma.
Lecciones del pasado
Entre
las plazas de Peñico, resulta llamativo observar cómo una sociedad
antigua respondió a la crisis adaptándose en lugar en vez de recurrir a
métodos de conquista. Su
estrategia de supervivencia -acercarse al agua, mantener las redes
comerciales y preservar el arte y los rituales- es un recordatorio de
3.800 años de antigüedad de cómo la cooperación puede perdurar incluso
en tiempos de extrema
Perú
aún depende de los glaciares andinos para su abastecimiento de agua,
pero ha perdido el 56% de su hielo tropical en los últimos 58 años,
según glaciólogos del gobierno.
"Hay muchas cosas que debemos hacer ante el cambio climático", afirma Shady sobre las lecciones aprendidas en Peñico. "Tenemos
que cambiar nuestra perspectiva de la vida y de los cambios que se
están produciendo en nuestro planeta para que la sociedad humana pueda
seguir disfrutando de una buena calidad de vida y de un respeto mutuo". Incluso semienterrada en el desierto peruano, la ciudad se siente como un descubrimiento que deja lecciones para el mundo.
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