Max Whittaker para The New York Times
“Creen que estamos locos. Por supuesto que tienen razón”.
Marek Chmielarski, alpinista
Solo los más experimentados han intentado escalar el K2; muere uno de cada cuatro que alcanzan su cumbre. Nadie lo ha logrado en invierno, pero diez hombres buscan hacer historia.
La
montaña se alza reluciente desde una base de glaciares en el extremo
más lejano de la cordillera del Karakórum. Con forma de pirámide y una
conexión solemne con la eternidad, el K2 queda solamente detrás del
Everest en altura… pero es más mortífero. Sus muros son vertiginosos por
donde se les quiera ver.
Solo los más experimentados han intentado escalarlo, y por cada cuatro que llegan a rastras hasta su cumbre, muere uno.
Hay
catorce montañas en la Tierra que superan los 8000 metros de altura;
los montañistas han alcanzado la cima de 13 de ellos durante el
invierno. El K2 es la excepción prohibida. Diez polacos esperan poder
escalar hasta su cumbre en la próxima temporada y hacer historia.
Estos
hombres tendrán la nieve hasta las rodillas en su camino hasta el
campamento base que se encuentra a 5683 metros. Desde las cascadas de
hielo que rodean las pendientes prácticamente verticales del K2 caen
trozos del tamaño de un automóvil. Los vientos en la cima alcanzan la
fuerza de un huracán y las temperaturas pueden alcanzar -26 grados
centígrados.
Los
escaladores podrían quedarse hasta dos meses en sus tiendas de campaña,
con la esperanza de que se suavicen los vendavales por unos días. No
hay margen de error: el K2 asesina de forma rutinaria a quienes quedan
atrapados en sus laderas.
Quizá el distintivo de los escaladores polacos, cuya historia y cultura les han otorgado la reputación de ser los mejores escaladores del Himalaya durante el invierno, es que son prisioneros de sus sueños.
Janusz Golab es un escalador de largas extremidades cuyo pelo rizado va de aquí para allá cual aureola. Tiene 49 años, una edad que aún lo posiciona en la plenitud para ser un gran escalador, y será uno de los diez que intentarán llegar a la cima del K2 el próximo invierno. Conversamos mientras se encontraba en el ático oscuro de una cabaña ubicada en el valle de Morskie Oko en Polonia, y anudaba una cuerda morada como preparación para un ascenso de entrenamiento bajo cero en las montañas Tatra.
Escalar el K2 en invierno no es una locura cualquiera para Golab. Tiene hijos y una novia; parece estar lleno de amor por la vida. Pero resulta que disfruta los retos mortales que le plantea su existencia. Ha escalado en la Antártica, Groenlandia y el Himalaya. “El invierno es la mejor estación”, dice y se encoge de hombros. “Es más desafiante. Por supuesto que es la mejor época”.
Hay tanto que decir sobre este ascenso a la cima más hostil del planeta: una montaña de 8611 metros de altura que se encuentra en la cordillera del Karakórum, en la frontera de Pakistán y China. Hay desafíos técnicos, estratégicos y la labor de escoger un equipo de escaladores de grandes alturas. Durante meses, estos hombres vivirán y trabajarán en las peores condiciones posibles. Cada uno sabe que podría no regresar.
Cuatro escaladores harán el último tramo a la cima sin oxígeno. Todos han perdido a compañeros en ascensos.
Por
Michael Powell
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