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Por: Kristina Reymann-Schneider
Las ánforas eran los envases desechables de la antigüedad: el aceite, el
vino y las aceitunas, entre otras cosas, se transportaban en ánforas.
Sus restos ofrecen más información de la que se cree.
Las ánforas son como las Barbies: no se sostienen sin ayuda
Las ánforas se fabricaban principalmente para el comercio. En la
antigüedad, se utilizaban para transportar aceite, vino, miel,
aceitunas, verduras en escabeche y garum, una salsa de pescado tan
popular en la cocina romana como la salsa de soja en la cocina asiática
actual.
Una ánfora típica se estrechaba en punta en la parte inferior, por lo
que solo podía apoyarse en un estante, o tenía que clavarse en el
suelo. Su forma, sin embargo, era ideal para el transporte en barco,
ya que podían almacenarse una al lado de la otra y una encima de la
otra para ahorrar espacio. Los grandes veleros llevaban a bordo hasta
10.000 ánforas. Una característica importante son las asas a ambos
lados. El ánfora debe su nombre a estas asas. El término procede del
griego antiguo y significa algo así como "vasija de barro con dos asas".
Las ánforas eran antiguos recipientes desechables
Las ánforas eran antiguos productos desechables. A menos que se
tratara de recipientes de diseño ornamental, tenían tamaños
estandarizados, no eran caras de producir, y se necesitaban únicamente
para el transporte.
Entre otras cosas, las embarcaciones llevaban una marca que indicaba
su peso, su procedencia, las mercancías que contenían, la fecha de
embarque y el exportador. Cuando los barcos mercantes atracaban en los
puertos, se vaciaban las ánforas, que habían cumplido así su función.
Después, o bien se rompían in situ y se tiraban, o bien se
utilizaban para fines secundarios, por ejemplo como letrinas, incluso
como ataúdes, o como material de construcción ligero y barato.
Escombros sin valor en la antigüedad, valioso testimonio en la actualidad
El Monte Testaccio de Roma es una montaña hecha de fragmentos de
ánforas. Hoy está cubierto de vegetación, pero se calcula que bajo su
superficie aún quedan más de 50 millones de restos de ánforas antiguas. Y
es que los fragmentos de arcilla no se descomponen ni en 3.000 años.
Para los arqueólogos, esos antiguos basureros son un tesoro, ya que esos
hallazgos nos dicen mucho sobre las antiguas rutas comerciales y la
dieta de los contemporáneos. Basándose en el origen de las ánforas y sus
inscripciones, se puede demostrar que las mercancías se transportaban
por todo el Imperio Romano e incluso se exportaban hasta la India y
Etiopía.
Un alemán clasificó las ánforas
Los alemanes son conocidos en el extranjero por su amor al orden. No
es de extrañar que fuera precisamente un alemán quien haya querido poner
orden al caos. El epigrafista Heinrich Dressel (1845-1920) examinó las
ánforas romanas de la montaña de fragmentos del Monte Testaccio a partir
de 1872 y las asignó a más de 40 tipos diferentes, algunos de los
cuales se siguen utilizando hoy en día para describir las ánforas. Pudo
demostrar que el ánfora bulbosa del tipo "Dressel 20" procedía de
España, y contenía aceite, mientras que el ánfora alargada generalizada
del tipo "Dressel 1" contenía vino italiano.
Si ve un ánfora, déjela en su sitio
Se siguen encontrando ánforas, sobre todo en el fondo del mar y en
barcos hundidos. Quien encuentre ánforas antiguas buceando en Turquía,
Italia, España o Grecia, debe dejarlas en su sitio y notificar el
hallazgo a las autoridades. Quien se lleve ánforas o fragmentos de
ánforas a casa como recuerdo puede ser penalizado. La exportación de
bienes culturales es ilegal y se castiga con fuertes multas y penas de
cárcel.