Autor: Tom Mueller / Richard Barnes
Fecha: 2015-01-08
Fuente: http://www.ngenespanol.com
Hace 37 millones de años un animal de 15 metros de longitud,
grandes mandíbulas y dientes aserrados murió y se hundió en el lecho del
prehistórico mar de Tetis. Con el paso de los milenios, un manto de
sedimento envolvió gradualmente aquellos restos. Las aguas retrocedieron
y el lecho marino se convirtió en un desierto donde el viento se dio a
la tarea de desbastar, poco a poco, la arenisca y la pizarra que cubrían
los huesos. El mundo cambió poco a poco: los movimientos de la corteza
terrestre empujaron el subcontinente indio contra Asia, levantando la
cordillera del Himalaya; en África, los primeros antepasados del hombre
comenzaron a caminar sobre sus extremidades posteriores. Más tarde
surgieron los faraones constructores de pirámides; Roma se alzó, Roma
cayó. Pero el viento no cejó en su paciente excavación hasta que, un
día, Philip Gingerich llegó para terminar el trabajo.
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