Por
Benjamin Ramm
https://www.nytimes.com
Cuando
era niño, Patrice Bertrand escuchaba a su madre contar detalles de su
visita al santuario de la famosa Virgen Negra de la catedral de
Chartres, unos 96 kilómetros al suroeste de París. Ahora, Bertrand, de
41 años, originario de Nantes, seguía los pasos de su madre. Pero se
quedó perplejo por lo que descubrió: “La estatua que vine a ver ya no
está”, dijo. La Virgen Negra se volvió blanca.
La
decisión de eliminar lo que una placa en la catedral llama el
“recubrimiento antiestético” del icono de madera del siglo XVI se ha
convertido en el símbolo del combate contra la transformación de
Chartres, que ha estado una década en trabajos de restauración. Durante
casi 500 años, los peregrinos adoraban el semblante oscuro de la virgen,
que le añadía el valor mítico que la devoción católica requiere. Para
algunos críticos, la pintura ha borrado la memoria cultural de un
edificio que, según los restauradores, ellos están salvando.
El
interior de la catedral está libre de andamios por primera vez en diez
años y se puede apreciar el efecto total del proyecto. Esta es la
remodelación más importante desde que Chartres se reconstruyó entre 1194
y 1225. En los siguientes 800 años, el edificio cambió casi en su
totalidad, pues el efecto del humo de las velas, las lámparas de aceite y
el fuego habían oscurecido las paredes, las estatuas (incluida la
Virgen) y los magníficos vitrales.
El
objetivo de la restauración no solamente se limitaba a limpiar y
mantener la estructura, sino que también buscaba ofrecer un vistazo al
aspecto que la catedral pudo haber tenido en el siglo XIII. Su interior
se diseñó para ofrecer un espectáculo luminoso, para que un peregrino
pueda sentirse lo más cerca posible del cielo en la tierra. No obstante,
muchos visitantes modernos han reaccionado más con desconcierto que con
admiración. El crítico arquitectónico Martin Filler ha descrito el
proyecto como “una profanación escandalosa de un lugar culturalmente
sagrado”.
Desde
que los avances de la restauración se hicieron visibles, los críticos
de arte, curadores e historiadores han debatido sus méritos mediante
publicaciones en medios franceses, británicos y estadounidenses. Una
petición al Ministerio de la Cultura buscaba detener el proyecto. La
campaña en contra afirma que la restauración viola la Carta de Venecia
de 1964, que prohíbe la restauración de monumentos o sitios históricos
por razones estéticas y no por razones estructurales.
En
algún momento del debate, al responder a las críticas, el arquitecto
que supervisaba las etapas más importantes de la restauración, Patrice
Calvel, declaró: “Soy muy democrático, pero el público no está
calificado para emitir un juicio”.
Los
testimonios expresados en el libro de visitas sugieren el descontento
del público con su enfoque; lo llaman “arrogante” y “kitsch”.
Anne
Marie Woods, una guía de la catedral, dijo que existen argumentos
académicos sólidos a favor de la restauración. Las investigaciones
arqueológicas que comenzaron en 1980 demostraron que lo que
aparentemente era piedra se trataba en realidad de una acumulación de
suciedad que escondía una capa de cal en descomposición y dos capas de
pintura, dijo.
Woods
enfatizó que lo que parece “falso” para algunos es, en realidad, fiel
al original. Las nervaduras de color marfil y las dovelas multicolores
del techo pueden parecer muy llamativas, pero fueron aspectos de la
catedral medieval (junto con opulentos tapetes colgantes y estatuas
pintadas en colores vivos). No obstante, no poseemos la mirada medieval y
no podemos apreciar el mundo del mismo modo que los peregrinos de la
época.
Leila
Amineddoleh, una abogada de patrimonio cultural que patrocinó la
solicitud “Recuperemos la catedral de Chartres”, dijo que al agregar
“una capa brillante, parte de la restauración da la impresión de que la
catedral es nueva”.
Sin
embargo, Jeffrey Hamburger, un historiador de arte medieval de Harvard,
dijo que “no hay razón para sentirse nostálgico o romántico por la
mugre”. Asociar los edificios góticos con “un ambiente profundamente
oscuro y deprimente” es “básicamente erróneo”, dijo, no son “monumentos a
la melancolía”.
La
restauración busca reconstituir un templo de luz, para desechar la
percepción popular del desánimo gótico. No obstante, estas acciones
plantean una pregunta intrigante: ¿qué sucede cuando nuestras ideas
heredadas sobre el pasado se ponen en contacto con capas de mitos
acumulados?
Además,
hay algunas inconsistencias en la restauración medieval: la catedral
tiene iluminación eléctrica (aunque el interior luminoso disminuye la
necesidad de luz artificial), el piso elegante pero disparejo continúa
sin arreglo y el ábside reluce con mármol barroco restaurado. Es un reto
identificar hasta qué punto una innovación está consagrada a la
tradición y qué versión de Chartres debe ser conservada.
La
Unesco describe las 176 ventanas de la catedral como “un museo del
vitral” que ostenta una tonalidad única: azul de Chartres (una
combinación de cobalto y manganeso). Las pocas ventanas aún sin limpiar
sirven como promoción para la restauración de las otras, que se
limpiaron de mugre y están libres de líneas de plomo de antiguas
reparaciones provisionales.
Los
críticos del proyecto argumentan que el aumento de luz ambiental,
reflejada en las superficies pintadas, disminuye el efecto de los
vitrales (en un artículo publicado
en Le Figaro, el crítico de arte Adrien Goetz lo comparó con “ver una
película en una sala de cine donde no se han apagado las luces”). La
profesora Madeline Caviness, del grupo Amigos Estadounidenses de
Chartres, dice que los colores intensos en realidad se complementan: la
luz de las paredes hace que las ventanas sean más luminosas. En un día
nublado el juego entre la luminosidad de ambas partes aumenta la nitidez
de los vitrales —cada ventanal cuenta una historia bíblica—, pero en un
día soleado la intensidad de la luz hace difícil distinguirlas.
El
efecto de la restauración es especialmente notable porque las paredes
al centro de la catedral aún deben limpiarse. Sus vidrieras rosadas
refulgen como joyas en la oscuridad, de modo similar al efecto de la
catedral gótica Notre Dame de París, contemporánea de la de Chartres.
Esta
semana, el arzobispo de París solicitó 119 millones de dólares para
trabajos de restauración urgentes con el fin de conservar el exterior de
Notre Dame. Su estructura de piedra se desmorona y sus gárgolas están
dañadas. No obstante, el costo de las reparaciones va más allá de los
2,4 millones de dólares anuales asignados por el gobierno francés.
Aunque los andamios al interior de Chartres ya no están, se trata solo
de una medida temporal. En 2019 por fin dará inicio la restauración de
las paredes centrales. La restauración de 18,5 millones de dólares tiene
más o menos tres años de retraso, en parte debido a los recortes
presupuestales.
No
sabemos quiénes diseñaron y construyeron la catedral de Chartres, “esta
gloria anónima, de entre todas las cosas; este gran bosque de piedra”,
como lo llamó Orson Welles en su película F for Fake. Ahora,
también la Virgen Negra es un recuerdo: la tienda de regalos vende
postales solo con su rostro blanqueado, de mejillas encendidas, como si
se sonrojara. Para ilustrar la complejidad de la controversia, es
necesario señalar que la estatua fue un encargo para hacer una réplica
de una antigua virgen muy venerada. ¿Su nombre? Notre Dame la Blanche
(Nuestra Señora, la Blanca).
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