Fuente: https://www.nytimes.com
Por
Fue
un golpe duro cuando el Solitario George murió en 2012, el único
espécimen sobreviviente de las tortugas de la isla Pinta en el
archipiélago de Galápagos. En
términos racionales, la gente había tenido tiempo de prepararse para la
realidad de que algún día desaparecería George y, con él, todo un
linaje. Había vivido un siglo o más, una expectativa de vida habitual
para las tortugas gigantes, pero todos los intentos para aparearlo
durante las últimas décadas fracasaron.
Sin
embargo, en términos emotivos, es difícil hacerse a la idea de que algo
que una vez existió se haya ido de manera absoluta y definitiva. Ese
tipo de cosas te hacen pensar en la vida, en nuestra breve estancia en
el universo y en el incesante paso del tiempo.
Sentimientos
como estos son los que impulsan los estudios acerca de la longevidad.
Hace poco, un equipo de científicos recurrió a George para sus
investigaciones, pues exploraron el código genético de esta tortuga para
encontrar claves sobre su larga vida.
En
un artículo publicado el 3 de diciembre en Nature, Ecology &
Evolution, los investigadores mencionaron hallazgos preliminares sobre variantes
de genes que tenía George y que están vinculadas con un sistema
inmunitario fuerte, reparación eficiente del ADN y resistencia al cáncer.
El estudio también sienta las bases para comprender el pasado evolutivo
de las tortugas gigantes, lo cual podría ayudar a conservarlas en el
futuro.
Las
tortugas gigantes contribuyeron al nacimiento de la teoría de la
evolución. Cuando Charles Darwin visitó las islas Galápagos, notó que
las formas de los caparazones de las tortugas eran adaptaciones únicas a
sus entornos y estableció la hipótesis de que esto se debía a la
selección natural.
Desde
entonces las tortugas de las Galápagos no han dejado de ser una fuente
rica de investigación para los estudiosos de la evolución. Adalgisa
“Gisella” Caccone, investigadora de la Universidad de Yale, ha pasado
décadas estudiando a estos reptiles del tamaño de un piano vertical.
No obstante, hace años, Caccone se topó con un problema: necesitaba a alguien que la ayudara a descifrar qué partes del ADN de las tortugas eran genes funcionales, cuáles regiones no lo eran y qué funciones podría tener cada gen.
No obstante, hace años, Caccone se topó con un problema: necesitaba a alguien que la ayudara a descifrar qué partes del ADN de las tortugas eran genes funcionales, cuáles regiones no lo eran y qué funciones podría tener cada gen.
Recibió
un mensaje afortunado de Carlos López Otín, profesor de la Universidad
de Oviedo, en España, cuya trayectoria profesional se centra en estudios
del cáncer y el envejecimiento en humanos. A López Otín le interesaba
descubrir los secretos genéticos detrás de la legendaria longevidad de
las tortugas gigantes.
A
Caccone le encantaba la idea de que “un icono de la conservación le
diera nuevas perspectivas” sobre la salud y la longevidad humanas. Los
científicos hicieron toda la secuencia genómica del Solitario George y
la de una tortuga gigante de Aldabra de las islas Seychelles, otra
especie que es extraordinariamente longeva (de hecho, se dice que una
vivió hasta 250 años en cautiverio).
Después,
los investigadores compararon los genomas de las tortugas con los de
mamíferos, peces, aves y otros reptiles, buscando discrepancias que
pudieran tener impacto en el envejecimiento.
Encontraron evidencia de que una mutación en un gen llamado IGF1R, el cual se ha relacionado con una vida larga en humanos y ratones, podría contribuir a la longevidad tan particular de las tortugas.
Encontraron evidencia de que una mutación en un gen llamado IGF1R, el cual se ha relacionado con una vida larga en humanos y ratones, podría contribuir a la longevidad tan particular de las tortugas.
También
descubrieron que, en comparación con otros seres, las tortugas tenían
más copias de genes relacionados con la regulación de energía, la
reparación del ADN, la supresión de tumores y la defensa inmunitaria.
Por ejemplo, mientras que la mayoría de los mamíferos solo tienen una
copia de un gen implicado en la respuesta inmunitaria, el cual se llama
PRF1, ambas tortugas tenían la sorprendente cantidad de doce copias en
su genoma.
Generalmente,
tener varias copias de genes puede permitir que las funciones
existentes se lleven a cabo con mayor eficacia, o ayudar a la evolución
de nuevas funciones.
Esta
investigación también deja la puerta abierta para conocer más sobre la
biología de las tortugas. Caccone planea analizar los genomas más a
fondo para descubrir cómo fue que las tortugas gigantes desarrollaron
ciertos rasgos, por ejemplo, el gigantismo y la forma de su caparazón.
Esta información genómica también le ayudará en sus esfuerzos para
revivir dos especies extintas de tortugas de las Galápagos.
Los
caminos de la investigación futura seguirán ensanchándose a medida que
los científicos realicen la secuencia de más reptiles, afirmó Kenro
Kusumi, profesor de Ciencias de la Vida en la Universidad Estatal de
Arizona.
Se
puede aprender muchas cosas de los reptiles. Son los parientes más
cercanos de los humanos con la capacidad de regenerar partes enteras de
su cuerpo, una característica que podría ser útil para algunos
tratamientos médicos.
Además,
muchos reptiles, entre ellos las tortugas, son capaces de entrar en un
estado de inactividad que les permite sobrevivir en condiciones
extremas. La habilidad para inducir estados parecidos en los humanos
podría servir para viajes espaciales en el futuro, dijo Kusumi.
“La
belleza de tener estos genomas es que son un excelente punto de partida
para hacernos preguntas”, dijo. “Incluso después de la muerte, el
Solitario George nos está enseñando cosas, así como sus antepasados
enseñaron a Charles Darwin”.
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