Nueve días antes de que José de San Martín proclamara la independencia del Perú,
un obeso Jorge IV fue coronado rey del Reino Unido de Gran Bretaña e
Irlanda en una lujosa ceremonia en la que el monarca casi se desmaya por
la apretada faja que llevaba y en la que hubo que contratar a
luchadores profesionales para poner orden entre los invitados.
Sin embargo,
nada de eso le restó fastuosidad al evento. Con un costo de más de
US$12 millones en dinero actual, aquella fue, según el sitio web del
Brighton Museum & Art Gallery, la coronación más cara hasta ese
momento, una pequeña muestra del poder inglés que caracterizaba al mundo
en 1821.
Ese era el
Perú de 1821 y tan importante como es conocerlo es entender qué pasaba
en el resto del mundo en ese momento clave de nuestra historia.
LAS OTRAS INDEPENDENCIAS
No es casualidad que las revoluciones de independencia de las colonias españolas en Latinoamérica hayan tenido lugar en la primera parte del siglo XIX. “Hay que ver la independencia como un proceso continental, hispanoamericano, de separación política con ideales de construcción de una realidad nueva. Ese proceso arranca en 1809 y el detonante es la invasión francesa, napoleónica para ser más específicos, a España, que ocurrió un año antes”, explica Bustamante.
Basta con
revisar el calendario festivo en la región para ver que Costa Rica, El
Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y México también
proclamaron o consolidaron su independencia en 1821. Países vecinos como
Argentina o Chile se declararon independientes algunos años atrás, en
1816 y 1818, respectivamente.
“La
mayoría de los países latinoamericanos celebra su independencia tomando
como referencia el punto que ellos consideran como inicio de su proceso,
pero esos episodios no necesariamente significaron la independencia en
ese momento”, explica a este Diario Juan Luis Orrego, historiador y
profesor de la Universidad de Lima. Miremos el caso peruano: aunque la
proclamación fue en 1821, la independencia se consolidó con la Batalla
de Ayacucho en 1824.
En el caso
de México, uno de los virreinatos más similares al del Perú, la
independencia sí se consiguió definitivamente en 1821. Rocío Gress,
historiadora mexicana de la UNAM, señala que la proclamación se logró
tras más de 10 años de conflictos armados entre la resistencia
insurgente y los realistas, con las negociaciones emprendidas por
Agustín de Iturbide.
Tras la firma del Plan de Iguala, el 24 de febrero de 1821, “Iturbide
se reunió seis meses después en Córdoba con el representante enviado
como último jefe político de la Nueva España (nombre de México durante
el virreinato). Del encuentro resultaron los Tratados de Córdoba donde
se asentó el acuerdo de la independencia del Imperio mexicano moderado
por una constitución política. Tras este encuentro, emprenden el camino
rumbo a la capital donde fueron recibidos triunfalmente el 27 de
setiembre de 1821. Un día después, por fin, fue firmada el Acta de
independencia del Imperio Mexicano”, explica Gress.
UNA ESPAÑA DEBILITADA
Que España perdiera sus colonias era cuestión de tiempo. El mundo vivía un momento histórico marcado por revoluciones liberales que se nutrían de las ideas que llegaron desde la Revolución Francesa (1789 - 1799).
Que España perdiera sus colonias era cuestión de tiempo. El mundo vivía un momento histórico marcado por revoluciones liberales que se nutrían de las ideas que llegaron desde la Revolución Francesa (1789 - 1799).
“La
situación de España en la década de las independencias y ya en la década
previa es la de una potencia económica y militarmente decadente, que
además tiene que sufrir la invasión napoleónica (1808-1814), enfrentar
una guerra civil durante seis años, experimentar una constitución
liberal (1812) y luego tiene que hacer frente a una revolución, un golpe
de Estado liberal, que inicia en 1820 y que dura tres años y en los que
se enfrentan liberales y monárquicos”, explica el historiador Daniel Parodi, docente de la Universidad de Lima y de la PUCP.
“Todo
eso está pasando en España cuando se independizan aquí las colonias y
definitivamente esos acontecimientos favorecen la independencia. Uno,
porque llegan las ideas liberales y dos porque una España tan quebrada
no tenía la fuerza para mantener sus posesiones ultramarinas”, enfatiza Parodi.
El rey
español que atraviesa todo ese proceso es Fernando VII de Borbón, que
fue tomado como prisionero durante la invasión napoleónica y se mantuvo
así hasta 1814, año en que volvió al poder y restituyó el absolutismo en
España.
En Francia
la situación no era menos caótica. En 1815, tras la derrota de Napoleón
Bonaparte en Waterloo, se forma la Santa Alianza compuesta por Austria,
Prusia y Rusia, cuya finalidad es la restauración conservadora y la
lucha contra las ideas liberales. Para 1821 ya no existe una Francia
revolucionaria y se ha frustrado el sueño napoleónico. Ese mismo año,
exactamente el 5 de mayo, Napoleón muere en su exilio en la isla de
Santa Elena, como rehén de los británicos.
“Es una
fecha simbólica. De alguna forma la muerte de Napoleón significa el fin
de una época que sacudió el continente europeo y que tuvo repercusiones
en América porque la invasión napoleónica a España precipitó la crisis
de la monarquía y el inicio de las luchas por la independencia en
América”, enfatiza Orrego.
"AMÉRICA PARA LOS AMERICANOS”
El 4 de marzo de 1821, un poco más cerca a nuestro territorio, James Monroe tomaba posesión para un segundo mandato como presidente de Estados Unidos. Fue ese mandatario, el quinto del país, el autor de la famosa frase que sintetiza la Doctrina Monroe “América para los americanos”, la misma que hacía referencia a la necesidad de que las potencias extracontinentales no interviniesen en los asuntos internos de América.
El 4 de marzo de 1821, un poco más cerca a nuestro territorio, James Monroe tomaba posesión para un segundo mandato como presidente de Estados Unidos. Fue ese mandatario, el quinto del país, el autor de la famosa frase que sintetiza la Doctrina Monroe “América para los americanos”, la misma que hacía referencia a la necesidad de que las potencias extracontinentales no interviniesen en los asuntos internos de América.
“Estados
Unidos en esa época aún no era una potencia mundial, pero de alguna
forma la doctrina Monroe es el punto de inicio de la historia soberana
de América y de todo el continente americano, que ninguna potencia
europea podía intervenir en los asuntos americanos”, afirma Orrego.
EL IMPERIO NACIENTE
Por si aún hay dudas, la potencia mundial en el momento de la independencia del Perú es Inglaterra, con una monarquía constitucional que en ese entonces tenía a la cabeza a Jorge IV, el mismo que casi se desmaya en su costosísima coronación.
Por si aún hay dudas, la potencia mundial en el momento de la independencia del Perú es Inglaterra, con una monarquía constitucional que en ese entonces tenía a la cabeza a Jorge IV, el mismo que casi se desmaya en su costosísima coronación.
Ya desde
fines del siglo XVII Inglaterra domina los mares y a mediados del siglo
XVIII entra prácticamente sola a la Revolución Industrial con la máquina
a vapor. Para 1821, Inglaterra “ya había conquistado el mundo con el
hilo y con los textiles que producía a través de máquinas que
trabajaban 100 veces más que la mano de obra humana”, indica Daniel Parodi.
En ese
contexto, no fue sorprendente que Inglaterra tuviera participación en la
independencia americana porque con ella se abrían nuevos mercados a los
que vender sus textiles y de los que extraer materias primas.
“En
suma, el contexto político en el siglo XIX a nivel global es la lucha de
un conservadurismo absolutista -que se expresa en monarquías absolutas
como la española, la prusiana, la austriaca y la rusa- en contra del
liberalismo político que se expresa a través de la monarquía
constitucional británica y a través de las repúblicas americanas que
fueron las que, sin pensarlo dos veces, adoptaron desenfadadamente el
modelo republicano”, explica Parodi.
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