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La isla Sur de Nueva Zelanda alguna vez estuvo cubierta por un bosque denso con árboles que, como olas, rompían contra las cimas de las montañas llenas de pasto. Después de la llegada de los colonizadores maoríes hace unos 750 años, los humanos arrasaron con los árboles de algunas colinas mediante el uso del fuego y, en consecuencia, el follaje no ha regresado. Para los organismos que vivían en estos bosques, su hábitat cambió casi de la noche a la mañana y pasó de ser un área boscosa resguardada a los actuales pastizales expuestos al viento.
Desde que se quemaron los bosques, los pequeños insectos alados llamados plecópteros también han cambiado, según descubrió un grupo de investigadores. En una especie de giro repentino evolutivo durante el curso de un puñado de siglos, los plecópteros que vivían a mayor altura de la línea de árboles han perdido la capacidad de volar, lo que indica que los cambios hechos por los seres humanos a un ecosistema, tales como la deforestación, pueden modificar de manera radical el cuerpo de sus habitantes. El hallazgo se publicó el miércoles en Biology Letters.
Charles Darwin notó que los insectos de las islas tienen una curiosa tendencia a no ser voladores, tal vez porque volar es peligroso cuando eres diminuto y los vientos son fuertes. En Nueva Zelanda, científicos han descubierto en muchas montañas plecópteros que no vuelan, dijo Jon Waters, profesor de la Universidad de Otago en Nueva Zelanda que es el autor del nuevo artículo. Al principio, no quedaba claro por qué sucedía eso, si era que la altitud favorecía una forma no voladora o si se trataba de otra cosa.
Para responder a la pregunta, él y sus colegas recolectaron plecópteros en cinco ubicaciones durante sus caminatas a través de los bosques hacia las crestas sin follaje de las montañas. Atraparon insectos mientras subían las laderas y registraron las ubicaciones. Al analizar todos los datos, se sorprendieron al encontrar una tendencia bastante clara.
“Descubrimos que había esta asombrosa transición de poblaciones aladas a poblaciones no voladoras conforme subíamos”, dijo Waters. “En todos los lugares donde buscamos, esa correlación estaba vinculada con el sitio donde dejaba de haber árboles, no con alguna altitud particular”.
El hecho de que el cambio haya ocurrido en el límite de los árboles, y no a una elevación específica, indica que la situación de exposición arriba de la zona arbolada ha favorecido que los plecópteros pierdan la capacidad de volar. Quizá, como en el caso de los insectos insulares de Darwin, el viento en las alturas hace que el vuelo sea un riesgo.
Es posible que en algunos lugares, incluso antes de que se quemaran los bosques, ya hubiera plecópteros no voladores que simplemente expandieron su territorio después de los incendios. Un análisis genético de los plecópteros mostró que tres de las cinco poblaciones que los investigadores observaron eran muy diferentes de sus hermanos alados de las tierras más bajas, lo que indica que podrían haber estado evolucionando por su cuenta desde hace mucho tiempo.
En cambio, las otras dos tuvieron diferencias menores, lo que significa que el cambio puede ser reciente, es decir, pudo haberse producido en la época en que los humanos llegaron a la isla.
La aparente rapidez del cambio recuerda el caso de la mariposa de los abedules, cuya coloración fue cambiando de clara a oscura a medida que la contaminación ambiental de la Revolución industrial en Inglaterra oscurecía los árboles donde vivía; obviamente, las mariposas claras eran más visibles a los depredadores en el entorno modificado. Estos casos muestran que no son necesarios miles de años para que la selección natural altere poblaciones animales.
“Te adentras en los árboles y, de repente, te encuentras con una población diferente. Es casi mágico que la evolución trabaje de manera tan clara y efectiva en una distancia corta en algunos de estos casos y durante un periodo breve”, comentó Waters.
Ahora los investigadores están investigando con más profundidad la genética de los plecópteros para comprender qué es lo que cambia a medida que los insectos pierden la habilidad de volar. Los detalles podrían revelar si la aparente flexibilidad de los plecópteros surge de nuevas mutaciones o si su incapacidad de volar surge de variaciones que ya existían en las poblaciones ancestrales y estaban solo a la espera del momento adecuado para tomar el control.
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