La industria farmacéutica quiere inyectarnos un chip que luego controlará Bill Gates en persona con sólo Dios sabe qué aviesas intenciones, las vacunas son las causantes de la enfermedad, la covid-19 es una gran operación tramada por los grandes grupos de presión para adueñarse del mundo, el virus no existe o si existe es porque lo ha creado el Gobierno chino para hundir a Occidente, hay un poder en la sombra que está llevando a cabo un gran reinicio a escala global para someter a toda la humanidad. Estas y otras muchas teorías conspiranoicas se han apoderado de las redes sociales y la denominada prensa alternativa a lo largo del último año y medio. La velocidad a la que se difunden las teorías de la conspiración en redes sociales es tres o cuatro veces mayor que la información sobre investigaciones científicas en curso. La desinformación, en definitiva, campa a sus anchas por internet, pero no sólo por internet. Por medios más convencionales como la radio y la televisión también es común encontrarse con las teorías más disparatadas sobre la pandemia y casi sobre cualquier cosa que imaginemos. Todos hemos escuchado alguna de ellas e incluso le hemos prestado ojos y oídos durante un buen rato porque el relato lo suelen tener bien elaborado y, a fin de cuentas, tratan de alertarnos sobre un peligro cierto. Los seguidores más entregados de estas teorías tratan de hacer el bien, de defendernos de una amenaza real y refuerzan la narración con información descontextualizada, generalmente escogida de forma selectiva y la respaldan con argumentos que, de primeras, parecen razonables. Pero en todos los casos carecen de solidez y tienen malas intenciones. Pretenden difundir mentiras o, peor aún, medias verdades para fomentar la desconfianza y, en ocasiones, para ganar dinero. Los artífices de estas teorías se valen del miedo y del desconocimiento popular. El primero ha abundado durante la pandemia, especialmente en la primera fase cuando la covid se presentó de improviso entre nosotros y era muy poco lo que sabíamos de ella. El segundo es connatural al ser humano. Desconocemos mucho más de lo que sabemos, pero eso nos irrita y queremos llenar rápidamente los espacios en blanco. No siempre es posible de modo que aparecen gurús que aseguran saberlo todo. Se valen de lenguaje técnico, en ocasiones científico, y de mucho aplomo en sus afirmaciones. Vivimos en la era dorada de las teorías de la conspiración por lo que, si queremos estar bien informados, debemos extremar la alerta.
Fuente: Fernando Díaz Villanueva
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