viernes, 24 de febrero de 2017

Entrevista a Federico Kauffmann Doig: "En arqueología hay mucha envidia






Periodista : Maribel De Paz

Hijo de un alemán obsesionado con el negocio del café que nunca llegó a prosperar, Federico Kauffmann Doig fue fruto único de la unión de este aventurero con una descendiente de la cultura moche. Durante su infancia en Amazonas, su padre lo hacía andar descalzo para que no desentonara con los demás niños del pueblo. En la pequeña tiendita que regentaba, su madre apelaba al trueque para intercambiar fósforos por granos de café. Era la década del treinta y hoy, devenido en curtidísimo arqueólogo y bordeando los 90 años, el nombre de Kauffmann ha vuelto a ser mencionado al hallarse una curiosa mascaipacha durante el allanamiento a la casa de Alejandro Toledo. Se recordó entonces que Eliane Karp lo había llamado "imbécil" cuando Kauffmann denunció durante el gobierno de Toledo que la forma en que se habían retirado del país una serie de momias de la cultura Chachapoyas no había sido la adecuada. En su apacible departamento frente a un parque miraflorino, Kauffmann, a su vez dueño de un carácter alguna vez calificado de agresivo, echa una mirada al pasado y ríe.

—Durante el allanamiento a la casa de Alejandro Toledo llamó la atención una mascaipacha dorada que se dice que no es auténtica.

Sí, de acuerdo a lo que he podido ver es una falsificación, porque los incas no eran como los señores de Sipán, que vestían de una forma barroca con muchas alhajas de oro. La mascaipacha era una cosa sencilla, un bonete alrededor de la frente, con unas tres plumas de un ave mítico, el qoreqenqe, y un broche con alguna cosita simbólica, pero nada aparatoso como la mascaipacha que han encontrado, que en realidad no es una falsificación, sino parece copia de una mascaipacha barroca de un cuadro colonial. Eliane Karp, pues, que hubiera querido que Toledo fuera aclamado como un segundo Pachacútec, que fue el gran inca, el más importante, el más aguerrido y que consolidó el Tahuantinsuyo. Pobrecito. Ella además se vestía como una colla.

—¿Estamos hablando de una fantasía?

Querían algo más, no se iban a contentar con la mascaipacha de los incas, sino algo apoteósico, ella era la colla, ¡y del inca Pachacútec todavía!, del más grande que hemos tenido... Pobre Pachacútec. ¡Y yo voté por él! Pensé: “Por fin uno de la raza bien peruana antigua, de la que todos tenemos un poco, porque yo tengo de mochica, por fin uno así iba a luchar por los peruanos, contra la miseria en el país”. Pero no, resulta que se llevaba los millones de dólares. Me siento traicionado e indignado. Cuando lo conocí él era muy agradable, estaba separado de Karp, ya luego se juntaron, como dice la prensa, para llegar a la presidencia, no era amor, y ahora ella está ahí melosa en las fotos, cuando la filman. Lo conocí unos cinco años antes de su gobierno, él se interesaba por la arqueología y los incas, y cuando ganó las elecciones me voceó para encargarme de Cultura, pero nunca me llamó. En arqueología hay mucha envidia…

—Cada arqueólogo tiene su parcela…

¡Uy!, es una cosa infernal… Y entonces me apartaron, un grupo de arqueólogos se acercó a Eliane con el pretexto de que se reuniera con un chamán, porque ella tiene un espíritu místico y no lo puede negar, cree en cosas esotéricas, y eso lo sé porque yo mismo tuve una experiencia con ella. En casa del embajador de Bélgica di una charla sobre las Líneas de Nasca, y entre los asistentes estaba Karp. Al final de mi exposición levantó la mano y me preguntó si no podían ser los extraterrestres los que habían hecho eso. Yo dije que los peruanos antiguos han hecho cosas mucho más maravillosas que las Líneas de Nasca, y me dijo que se estaba hablando de los infiltrados, o sea, extraterrestres que vivían entre nosotros, que pasaban como humanos. Me dijo: “Recuerde, doctor Kauffmann, que hace 500 años cuando Galileo Galilei dijo que la Tierra era redonda, nadie lo creía, y sin embargo ahora sabemos que es redonda, ¡así que hay la posibilidad, doctor!”. Yo descarté la idea y a la hora del whisky me vengué, pedí la palabra y les dije a todos: “Quiero hacerles una confesión, tal vez no me van a creer, pero van a olvidarlo de aquí a cinco minutos, ¡yo soy un infiltrado! Si no, pruébenme lo contrario”. Y ahí terminó eso… 

—Eliane Karp lo llamó “pobre imbécil”.

Fue cuando denuncié que se había llevado al extranjero las momias de Leymebamba sin consultar a la comunidad, que estaba mortificada porque son las momias de sus antepasados, de las que ellos se sentían propietarios; pero ahí vino una tergiversación, que yo decía que Karp se había robado las momias.


—Esto se dio cuando el INC estaba a cargo de Lumbreras, a quien usted también señaló como responsable de que en la década del setenta, cuando fue director del Museo Nacional de Antropología, se perdieran 4.400 piezas de metal.


Eso es cierto, y nunca se clarificó. No creo que Lumbreras haya robado, pero se dejó robar, y eso no puede ser, pues. No hay que pensar que eran ídolos enormes, pero en total fueron 4.400 piezas, y lo peor, lo terrible, que muy pocos lo saben, es que había dos cajas fuertes. Para entrar a una de ellas se necesitaban dos llaves, o sea, dos personas que tenían que ponerse de acuerdo, y adentro de esa caja estaba la llave de la otra, y ahí se perdieron las 4.400 piezas. No digo que fue Lumbreras, pero se dejó robar, y su señora era la que manejaba el departamento de metales, o sea, ella tenía una de las llaves, y la otra la tenía el director. 

—Bueno, lo está acusando prácticamente.

No se sabe quién, no lo acuso directamente, pero fue en su tiempo, y es curioso lo de las llaves… 

—Si Toledo está lejos de ser Pachacútec, ¿de qué inca estaría más cerca de parecerse?

Del más badulaque de todos, aunque los incas cumplían todos perfectamente su rol, así que no podríamos igualarlo a ninguno. 

—Sobre su larga trayectoria ha respondido alguna vez que sigue trabajando porque siente una pasión permanente por lo que hace. ¿Cómo hacer para que no muera esa pasión?

Hay que formarla, es difícil de explicar, yo no nací con esta pasión, pero poco a poco quise escudriñar el pasado, saber más, pero no con ojo de patriotero, de patriota sí, pero no de patriotero que exagera, porque hay también arqueólogos así, que quieren ver algo dorado cuando no lo es, o sea, se engañan ellos mismos y a la población. Yo siempre hablo con mis amigos arqueólogos sobre este punto: no hay que trabajar con patriotería y decir que tal cosa es la más importante jamás encontrada. 

—Caral, por ejemplo, ¿es la primera civilización de América?

No la llamo civilización. Yo soy muy amigo de Ruth Shady, pero yo la coloco en la etapa de antecedentes de la civilización, junto con otros sitios. Luego ya viene la consolidación de la civilización: Chavín. Esa es la verdad, lo otro es patriotería, porque en la misma época de Caral en el Viejo Mundo se desarrolla la cultura de Mesopotamia y Egipto. 

—¿Por qué Caral no sería civilización?

Porque los elementos culturales no estaban presentes, no había cerámica, y si había tejido, era burdo, sencillísimo. Lo que sí había era organización, y por eso los monumentos como en Caral, que los mandaba a levantar la élite, pero no para apoderarse de todo. En el tiempo antiguo, los problemas de El Niño traían períodos de hambruna, y si la élite le decía al pueblo que había que trabajar el doble para guardar pan para mayo, los mandaban al diablo; entonces, por eso tenían que presentarse como superhombres, seres divinos, para que las órdenes sean acatadas. 

—En el 2014 dijo usted que quizá le quedaban cuatro años de vida, pero al parecer vamos bien… 

Yo voy a vivir más que Matusalén porque he sido travieso, no lo niego, y como travieso tengo que ir al infierno, pero en el infierno Satanás me tiene miedo. Así es. Y bueno, trabajando es que uno sigue con algún vigor. Todos mis amigos se jubilaron, se dedicaron a descansar y ver televisión, y desaparecieron. Todos mis colegas de San Marcos están muertos. Todos mis amigos del colegio Guadalupe se han ido. 

—¿Cuál es su gran inquietud pendiente sobre la historia del Perú?

Hay tanto, pero sobre todo la parte sobre la religiosidad, que me ocupa ya tantos años, y sin embargo me faltan muchas partes para poder armar el rompecabezas, que no se va a poder armar así nomás porque son tiempos idos y no quedan sino elementos materiales de esa época, porque los quipus nunca han podido ser leídos, aunque el patriotero diga que ha sido escritura. Ojalá lo hubiera sido. 

—¿Falta quizá la piedra Rosetta del quipu?

Podría ser, pero hasta el momento solo queda registro de la administración inca que era al dedillo. 

—¿Ahí no había coimas…?

Como ahora con Toledo, no había. Estaban los almacenes, los tambos, donde se tenían guardados los comestibles para los tiempos difíciles, ahí se mantenía todo bajo control, eran muy drásticos... Ahora he leído algo que vengo pregonando entre mis amigos desde que se supo: quien está detrás es la bruja, que es la que lo ha manejado a Toledo, aunque no digo que él sea un santo.

—¿Quién es la bruja?

¡La bruja es Eliane Karp! La que lo ha manipulado diciéndole: “Ponte como inca y todos te van a aplaudir”.


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