domingo, 9 de noviembre de 2014

La Danza de Los Majeños





Hasta los años 30 del siglo pasado, cuando se introdujo el cultivo del arroz en Arequipa, el valle de Majes era un gran productor de caña de azúcar y aguardiente, así como de uvas y otras frutas costeras.

Como reflejo de ello, por esos tiempos caravanas de arrieros majeños y recuas de mulas cerreras trepaban la cordillera de los Andes, transportando aguardiente puro de caña en odres de cuero, rumbo a las provincias de Paucartambo, Calca y Urubamba, las dos últimas en el Valle Sagrado de los Incas.

Obviamente, esas caravanas costeñas desafiaban a las alturas andinas durante varios días, con el propósito de comercializar o canjear la espirituosa bebida en esas heredades cusqueñas, donde el cañazo era particularmente apreciado por su aroma y por no causar resacar de purgatorio entre los guaraperos moderados.

Cada comitiva iba liderada por un viejo o patrón, no solamente ataviado con típica vestimenta de gamonal, sino también siempre acompañado por una bella joven, aún más tentadora que el zumo de las dulces cañas.

El hecho es que los majeños eran muy esperados y populares, porque generalmente llegaban a los pueblos en vísperas de las fiestas patronales y terminaban involucrándose en las mismas, hasta embriagarse tanto o más que los anfitriones.

De la observación de esta costumbre nacería una parodia convertida en estampa artística: la Danza de los Borrachos o Los Majeños, hoy una de las más vistosas y populares en varios pueblos del Cusco: aunque con mayor arraigo en las fiestas patronales de la Virgen del Carmen de Paucartambo y la Virgen de la Asunción (Mamacha Asunta) de Calca.

El atuendo característico del patrón consta de un sombrero alón de paja, una pañoleta que cubre las partes laterales de la cabeza, una vistosa máscara con nariz ancha y adornada, el infaltable saco de cuero, chalina de viaje, pantalón de montar color caqui, botas con espuelas, un chicote de cuero trenzado y una botella en la mano, que antes era de cañazo y ahora de cerveza.

La coreografía se completa con la muchacha ataviada como princesa y que jamás se despega del patrón, así como unas diez parejas masculinas con indumentarias similares a las del jefe, aunque con menos boato, y un joven indígena (majta) que –zurriago en mano- guarda el orden, pero que cada cierto tiempo pretende robarse a la doncella.

Los Majeños ingresan al escenario en caballos bien aperados al compás de una banda de músicos, más conocida como los L’Kaperos, mientras cohetes y cohetones les dan la bienvenida.

Luego, todos se apean y pasan a bailar siguiendo el ritmo del patrón y la dama, siempre agitando las botellas de cerveza que nunca dejan, y expulsando hacia el público la espuma, a manera de spray, a la vez de exagerar el estado de ebriedad para hacer reír a la concurrencia.

Como la preparación, el ropaje, el desplazamiento y el sostenimiento de Los Majeños demanda buenos billetes, ahora para financiar cada presentación hay una mayordomía específica en cada fiesta patronal. Por lo mismo, la actuación del grupo siempre ocupa la parte estelar del programa, más o menos durante 30 minutos.

Eso es lo que ven todos los presentes, aunque la mayoría no sabe que esta impresionante danza folclórica fue inspirada por el intercambio interregional de productos agrarios entre la costa arequipeña (ron de caña) y los Andes cusqueños (maíz blanco gigante, charqui y coca) cuando aún no había carreteras entre ambos puntos.

Estampas de mi tierra: Los Majeños. Francisco Rojas Oviedo. Página 64. Revista Agro Noticias. Año XXXVI - Edición 405. Lima, Perú - Octubre, 2014.




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