Fuente: http://larepublica.pe
Por: Kelly Castillo
16 Ago 2012 | 8:37 h
El sillar ha sido la piedra angular de la arquitectura mistiana. Sobre él se trabajaron estilos que son el resultado de la influencia europea con los matices de la cultura local. Sin embargo, las construcciones tuvieron que adecuarse a los desafíos de los grandes terremotos.
Arequipa siempre cambió de fisonomía. Desde su fundación, en 1540, los sismos
marcaron la pauta en su desarrollo arquitectónico. Redefinieron su
estilo constructivo para soportar los violentos movimientos tectónicos.
Se puede contar hasta 23 estilos arquitectónicos. En el Centro Histórico
de la ciudad predomina el Neoclásico. La Catedral es el edificio que
más luce con esta característica, aunque más del 60% de las casonas
declaradas como Patrimonio Cultural de la Nación también corresponden a
este tipo.
William Palomino Bellido, arquitecto y
profesor de la Escuela Taller de Arequipa, precisa que apenas fundada la
metrópoli se desarrolla el estilo Renacentista hasta 1600. Este emplea
elementos geométricos como los apreciados en la iglesia San Francisco.
En paralelo, se trabajó el Protohispánico, que combinó elementos incas
o preíncas (piedra y barro) con los coloniales. De éste no quedan
muchas construcciones, pero el sitio arqueológico de Pillo (Socabaya) es
prueba de que existió.
Luego apareció el Barroco,
que utilizó la policromía (pintura de varios colores), fachadas retablo
muy decoradas y la filosofía de la robustez. En este periodo que va
hasta 1781, el arquitecto Pedro de Arcaraz, quien diseña la famosa Plaza
de Arcaraz (España), introduce el tallado de piedra y el cantero. Este
diseña la primera Catedral. De este estilo hoy se conservan para la
posteridad bellos edificios como la casa Tristán del Pozo (calle San
Francisco) y la iglesia de la Compañía de Jesús.
EL ESTILO DE PEREIRA
Los grandes sismos de la
época echaron abajo muchas de las edificaciones históricas y se
desarrolla una arquitectura ambigua, de transición entre el Barroco y el
Neoclásico, hasta 1830, cuando hace su ingreso el monje Antonio
Pereira, con quien "la imagen de la ciudad de bóvedas y fachadas
profusamente decoradas y multicolores desaparece, y surge una fisonomía
muy ceñida a los órdenes clásicos, romanos y griegos, que evoca a la
Grecia del Siglo V o VI o las ciudades romanas del Siglo I”, explica
Palomino Bellido.
El Neoclásico desarrolla
tres fases: la Primera Generación que trabaja portadas menos decoradas,
con pilastras (columnas empotradas) y cornisamentos. La Segunda fue
quizás el mejor momento del Neoclásico, pues se hace la actual Catedral.
Mientras que la Tercera utiliza elementos como el capitel corintio
(especie de hojas), pero pierde la decoración.
Tras un periodo de
transición, llega en 1881 el Neo-renacentismo. De este estilo es la
Estación del Ferrocarril. En 1919 se introduce el Art Nouveau, un estilo
más libre con elementos curvos y concreto armado. “Arequipa se
convierte en una urbe moldeada por el cemento,
que acabó con ese estilo de casi 300 años, donde el patio dominaba la
distribución de toda la casa y es sustituido por el hall interior y
gradas imperiales”, precisa el también profesor universitario. Un
ejemplo es la casa de Víctor Lira (La Merced 110).
En paralelo se trabaja el
Neogótico, que se particulariza por el arco ojival, como el que se
aprecia en el hospital Goyeneche o la Capilla de Sacramentinos (P.
Viejo).
Con los años aparecen estilos de corta duración, como Art Deco,
con la geometrización de los elementos, tipo el ex edificio de La
Uruguaya (Patio del Ekeko). Luego llega el Tudor con las estructuras de
madera expuestas (casas de Selva
Alegre). Los estilos Mozárabe, Cabaña y Neocolonial. De este último es
el Teatro Municipal. Entre 1970 y 1980 surge el Brutalismo. Se edifican
los ministerios en el gobierno de Juan Velasco Alvarado. En Arequipa se
construye la SUNAT.
Una arquitectura singular
Según el arquitecto William Palomino, la
arquitectura arequipeña siguió los lineamentos de la arquitectura
internacional, pero le agregaron una cuota regional, resultando un
estilo muy propio.
“El Barroco
arequipeño, por ejemplo, se diferenció de otros por su ornamentación
distinta. Las paredes tenían colores diferentes que iban desde el rojo,
pasando por el azul, amarillo y el rosa palo. Las hojas eran color
verde y las figuras humanas también tenían colores”, señala Palomino.
Las formas y motivos en el Barroco eran
una fusión entre el estilo europeo de la época y las producciones
locales llamados nativos. Los edificios estaban decorados con motivos
religiosos, incluso con personajes importantes de la familia, jueces,
notarios, escribanos o alguna dama.
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