Fuente: https://www.abc.es
Por: Sara Medialdea
Arqueólogos del madrileño Instituto de Evolución en África (IDEA) demuestran, mediante el uso de inteligencia artificial, que los primitivos humanos se cobraban sus propias piezas, y no eran únicamente carroñeros.
Encontrar en un fragmento del hueso hioides –situado a la altura de las vértebras cervicales– las leves marcas de una piedra afilada que utilizó un 'homo habilis' hace más de un millón de años provoca un pequeño escalofrío. Es una emoción extraña que te asalta cuando, aplicando el cortahilos, el ojo es capaz de apreciar esos cortes casi paralelos que quedaron impresos en el fragmento óseo, y la mente comprende que es obra de un antepasado que vivió hace más de 1,8 millones de años. Arqueólogos madrileños acaban de publicar en una revista científica las conclusiones de un trabajo de años, en el que, por medio de la inteligencia artificial, han logrado demostrar que aquellos primeros humanos eran cazadores, y no se limitaban a comer los restos que dejaban leones o hienas.
El estudio se ha realizado en el Instituto de Evolución en África (IDEA), codirigido por los doctores Manuel Domínguez-Rodrigo –catedrático de Prehistoria de la Universidad de Alcalá de Henares y profesor visitante en la Universidad de Rice (Houston)–, y Enrique Baquedano –director del Museo Arqueológico y Paleontológico de la Comunidad de Madrid–. Y se publicó el 18 de octubre en la revista científica 'PeerJ'.
Prospección por franjas
Baquedano y Domínguez-Rodrigo llevan años excavando en la garganta de Olduvai (Tanzania), en el corazón de África y la cuna de la humanidad, donde dieron sus pasos los primeros 'homos'. De hecho, desde 2006 dirigen un equipo internacional encargado de buscar, localizar y analizar cuanto vestigio sea posible sobre aquellas primeras agrupaciones de los considerados primeros 'homo'.
Y allí donde los equipos estadounidenses llevan 30 años sin encontrar nuevos yacimientos, ellos llevan ya cuatro localizados. Uno de ellos es DS –'David's site', llamado así en homenaje al geólogo David Uribelarrea, que lo descubrió–. «500 metros cuadrados en superficie, cubiertos por 1,8 millones de años de sedimentos», explica Baquedano.
Un largo debate
La explicación a este éxito del equipo madrileño está en la metodología aplicada: «Tenemos distintas maneras de hacer la prospección». Mientras que los estadounidenses se centraron en pequeñas catas muy concretas donde creían que podían encontrar algún hallazgo, los españoles realizaron grandes franjas, muy largas, para poder salvar el obstáculo que supone un terreno con muchas fallas y diaclasas, que complica la identificación de los estratos. Las largas franjas permiten hacer el seguimiento completo de un determinado nivel: así llegaron hasta el yacimiento DS.
En este espacio, donde el terreno es volcánico, lacustre y fluvial, se han recogido las muestras que han permitido concluir que los primeros 'homos' africanos eran ya cazadores, «que transportaban su caza hasta este punto y allí las deshuesaban y consumían».
El debate sobre si 'homo habilis' era cazador o se dedicaba al cleptoparasitismo –aprovechar los restos de las presas de otros animales– ha tenido ocupada a la comunidad científica durante más de cinco décadas. En 1959, el matrimonio de antropólogos e investigadores Louis y Mary Leakey defendían la tesis de que este antepasado humano también era cazador. Coincidió con ella el también arqueólogo Glynn Isaac.
Debate científico
Pero a finales de los 70, su colega Lewis Binford cambió la teoría y sostuvo que esos primeros 'homos' «eran carroñeros terminales: acudían a comerse lo que quedaba de las presas, tras el paso de los leones y luego de las hienas«. El debate arreció en los 80; hasta que en los 90, las excavaciones de Robert Blomenschein defendieron una posición intermedia: creía que eran carroñeros sobre piezas cazadas por leones, y tras el paso de estos, pero antes que las hienas, »porque después de estas, no queda nada«, señala Baquedano.
Manuel Domínguez-Rodrigo volvió a la primera teoría en 2007: 'homo habilis' era cazador, de piezas pequeñas como gacelas o antílopes. La misma tesis que ahora han podido demostrar. Para ello, han utilizado la inteligencia artificial para diseñar una «máquina de leer» a la que «mediante un algoritmo, se le ha enseñado a distinguir las huellas que dejan los dientes de félidos o las hienas», sobre los huesos de las presas halladas en el yacimiento DS de la garganta de Olduvai.
Las conclusiones del estudio confirman las hipótesis planteadas en la tesis doctoral de Lucía Cobo, autora principal del artículo y también miembro del IDEA: no existen marcas de felinos en la mayoría de los animales consumidos por los primeros seres humanos, lo que indica que los homininos fueron los consumidores primarios de la mayoría de los animales acumulados en el yacimiento, posiblemente a través de la caza.
No es una cuestión intrascendente: la capacidad de cazar se asocia a un alto grado de cooperación, tanto para apresar a los animales como para repartir luego la carne obtenida. Además, la caza habría resultado ser una fuente regular de proteína de alta calidad, que metabólicamente ayudara a un mayor desarrollo del cerebro humano, la marca de la evolución de la especie.
La 'máquina de leer' es una creación del doctor Domínguez-Rodrigo, que la ideó hace unos siete años y que «ahora se usa en todo el mundo», explica Baquedano. Hubo que introducir «miles y miles de fotos de marcas de leones o hienas sobre huesos para que el algoritmo aprenda», amplía el arqueólogo. Las marcas de dientes se obtuvieron tanto de carnívoros cautivos en la reserva de Cabárceno (Cantabria), como de animales salvajes que habitaban en el parque nacional Tarangire (Tanzania).
El mayor yacimiento
El DS es el yacimiento más grande en extensión de la industria olduvayense, el primer tecnocomplejo de estos 'homo', donde construían sus primeras herramientas de piedra. «Hasta ese punto llevaban las piezas cazadas y ahí las despiezaban y las consumían«, relata Baquedano. Es un espacio donde »encontramos las cosas tal como las dejaron los 'homo' de hace 1,7 millones de años: las basuras están en posición primaria, donde las dejaron caer. Es como interpretar la escena del crimen en CSI«.
El análisis de ese yacimiento permite a los expertos conocer cómo era la vida y la organización de aquellos primeros grupos humanos, y les lleva a deducciones: «Hay patrones de descuartizamiento que nos llevan a pensar que no había familias nucleares, padres con sus hijos como ahora las entendemos; no se percibe ese patrón de distribución«, detalla el director del Museo Arqueológico y Paleontológico de Madrid.
En clanes
Su deducción es que «la organización era en clan. Había parejas, sí, pero no como una familia nuclear, sino más bien como hacen otros grupos de grandes primates, con liderazgos importantes como en el caso de los gorilas«. Este amplio espacio descubierto por el equipo madrileño de investigadores era el lugar »donde despedazaban, descarnaban y consumían las piezas cazadas«. Pero no vivían allí: estos primeros 'homo' no utilizaban cuevas –no las había en la zona–, ni hay testimonio de que construyeran cabañas. En el enclave había arroyos que entraban al lago, donde se formaban islotes con palmeras, »y allí se cobijaban, bajo las palmeras, como los grandes primates«, cuenta Baquedano.
Queda mucho por saber de nuestros primeros antepasados. Por ejemplo, si esas primeras herramientas de piedra tallada las hicieron, como se creía, 'homo habilis' –de ahí su nombre, habilidoso–, o si también las elaboró Homo Ergaster: el equipo del IDEA descubrió en el yacimiento PTK en 2012 una falange muy moderna, del dedo meñique de la mano izquierda de un individuo que vivió hace casi dos millones de años en África. La garganta de Olduvay, la cuna de la humanidad, es la espléndida 'oficina' donde trabajan Baquedano, Domínguez-Rodrigo y sus equipos desde hace años, y a la que esperan seguir volviendo cada año porque «África te abduce».
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