"No podía dormir. El frío de la madrugada se colaba por el tejido delgado de la hamaca. Tendida en una de las chozas más altas del campamento. Estábamos al borde del río y la selva arrastraba los sonidos propios de la noche como una manera de arrullar el insomnio. Abajo, un camino de piedras conducía al río y yo no hacía otra cosa que imaginar a la embarcación amarrada a cualquier roca, en ese vaivén silencioso, esperando por nosotros al amanecer. La niebla cubría todo y la oscuridad era absoluta. Desde ese rincón no alcanzaba a distinguir el cielo ni nada más, en mi alrededor lo único real era el negro y la brisa.
(...)
La noche me sobrepasa y me paraliza. Recuerdo ese cuento en el que los objetos cobran vida durante la madrugada, mientras todos duermen. Entonces, ese crujir de la madera debajo de la hamaca, el ir y venir de la puerta a medio cerrar, el techo de palmas jugando con el viento; todo era una conversación a la que yo no estaba invitada. Quien sabe en qué preciso momento logré dormir, para terminar con este drama nocturno, pero al cabo de un rato, me despertó el amanecer que me estremeció con sus colores. Eran las cinco de la mañana. El segundo despertar fue con el olor de un café recién colado, con el sonido de una campana que anunciaba el desayuno, caliente y profuso, esperaba por los viajeros y sus ansias."
Río Caura el camino que anda. Adriana R. Herrera. Creadora del blog viajaelmundo.com National Geographic Traveler. Abril 2013. Vol 06. Núm. 03.
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