COMENTARIOS REALES DE LOS INCAS
LIBRO SEGUNDO
CAPÍTULO XXII
Inca Garcilaso de la Vega
Biblioteca Juvenil Arequipa
Gobierno Regional de Arequipa
Arequipa, Perú - 2009
Mas con toda su rusticidad, alcanzaron los Incas que el movimiento
del Sol se acababa en un año, al cual llamaron huata: es nombre y quiere decir
año, y la misma dicción, sin mudar pronunciación
ni acento, en otra significación es verbo y significa atar. La gente común contaba los años
por las cosechas. Alcanzaron también los solsticios
del verano y del invierno, los cuales dejaron escritos con señales grandes y
notorias, que fueron ocho torres que labraron al oriente y otras ocho al poniente
de la ciudad del Cozco, puestas de cuatro en cuatro, dos pequeñas de a tres
estados poco más o menos de alto en medio de otras dos grandes: las pequeñas
estaban diez y ocho o veinte pies la una de la otra; a los lados, otro tanto
espacio, estaban las otras dos torres grandes, que eran mucho mayores que las
que en España servían de atalayas, y éstas grandes servían de guardar y dar
viso para que descubriesen mejor las torres pequeñas. El espacio que entre las
pequeñas había, por donde el Sol pasaba al salir y al ponerse, era el punto de
los solsticios; las unas torres del oriente correspondían a las otras del
poniente del solsticio vernal o hiemal.
Para verificar el solsticio se ponía un Inca en cierto
puesto al salir el Sol y al ponerse, y miraba a ver si salía y se ponía por
entre las dos torres pequeñas que estaban al oriente y al poniente. Y con este trabajo
se certificaban en la Astrología de sus solsticios. Pedro de Cieza, capítulo noventa y dos, hace mención de estas torres. El Padre Acosta también
trata de ellas, libro sexto, capítulo tercero, aunque no les dan su punto. Escribiéronlos con letras tan groseras porque no supieron fijarlos con
los días de los meses en que son los solsticios, porque contaron los meses por
lunas, como luego diremos, y no por días, y, aunque dieron a cada año doce
lunas, como el año solar exceda al año lunar común en once días, no sabiendo
ajustar el un año con el otro, tenían cuenta
con el movimiento del Sol por los
solsticios, para ajustar el año y
contarlo, y no con las lunas. Y de esta manera
dividían el un año del otro rigiéndose para sus sembrados por el año solar, y
no por el lunar. Y aunque haya quien diga que ajustaban el año solar con el año lunar, le engañaron en la relación, porque, si
supieran ajustarlos, fijaran los solsticios en los días de los meses que son y no tuvieran necesidad de hacer torres por mojoneras para mirarlos y
ajustarlos por ellas con tanto trabajo y cuidado como cada día tenían, mirando
el salir del Sol y el ponerse por derecho de las torres; las cuales dejé en pie
el año de 1560, y si después acá no las han derribado, se podría verificar por ellas
el lugar de donde miraban los Incas los solsticios, a ver si era de una torre que
estaba en la casa del Sol y de otro lugar, que yo no lo pongo por no estar certificado
de él.
También alcanzaron los equinoccios y los solemnizaron muy
mucho. En el de marzo segaban los maizales del Cozco con gran fiesta y regocijo, particularmente el andén de
Collcampata, que era como jardín del Sol. En el equinoccio de septiembre hacían
una de las cuatro fiestas principales del Sol, que llamaban Citua Raymi, (r sencilla): quiere decir fiesta principal. Celebrábase como en
su lugar diremos. Para verificar el equinoccio tenían columnas de piedra riquísimamente
labradas, puestas en los patios o plazas que había ante los templos del Sol.
Los sacerdotes, cuando sentían que el equinoccio estaba cerca, tenían cuidado
de mirar cada día la sombra que la columna hacia. Tenían las columnas puestas
en el centro de un cerco redondo muy grande, que tomaba todo el ancho de la
plaza o del patio; por medio del cerco echaban por hilo, de oriente a poniente,
una raya, que por larga experiencia sabían dónde había de poner el un punto y
el otro. Por la sombra que la columna hacia sobre la raya veían que el
equinoccio se iba acercando; y cuando la sombra tomaba la raya de medio a medio
desde que salía el Sol hasta que se ponía y que a medio día bañaba la luz del
Sol toda la columna en derredor, sin hacer sombra a parte alguna, decían que aquel día era
el equinoccial. Entonces adornaban las columnas con todas las flores y yerbas olorosas que podían haber, y
ponían sobre ellas la silla del Sol, y decían que aquel día se asentaba el Sol
con toda su luz, de lleno en lleno,
sobre aquellas columnas. Por lo cual en
particular adoraban al Sol aquel día con
mayores ostentaciones de fiesta y regocijo, y le hacían grandes presentes de
oro y plata y piedras preciosas y otras cosas de estima.
Y es de notar que los Reyes Incas y sus amautas, que eran
los filósofos, así como iban ganando las provincias, así iban experimentando
que, cuanto más se acercaban a la línea equinoccial, tanto menos sombra hacía la columna al mediodía, por lo cual fueron estimando más
y más las columnas que estaban más cerca de la ciudad de Quitu; y sobre todas las otras estimaron las que pusieron en la
misma ciudad y en su paraje, hasta la costa de la mar, donde, por estar el Sol
a plomo (como dicen los albañiles), no había señal de sombra alguna a mediodía.
Por esta razón las tuvieron en mayor veneración, porque decían que aquéllas
eran asiento más agradable para el Sol, porque en ellas se asentaba derechamente
y en las otras de lado. Estas simplezas y otras semejantes dijeron aquellas
gentes en su Astrología, porque no pasaron con la imaginación más adelante de
lo que veían materialmente con los ojos. Las columnas de Quitu y de toda aquella región derribó el gobernador Sebastián de Belalcázar muy acertadamente y las hizo pedazos, porque idolatraban
los indios en ellas. Las demás que por todo el
reino había fueron derribando los demás capitanes españoles como las fueron hallando.
MÁS INFORMACIÓN
- El misterio de Chankillo o el Templo de las 13 torres de Perú, considerado el observatorio solar más antiguo de América
- Libro: Arqueoastronomía Inka
- Libro: Arquitectura cósmica inka
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