Fuente: https://larepublica.pe/
Por: Roberto Ochoa
Cuando los incas llegaron al valle de Lima, se encontraron con el próspero curacazgo de Ruricancho -supeditado al poderoso señorío Ishma- establecido en lo que ahora se conoce como huaca Mangomarca.
Sin embargo, para los arqueólogos sigue siendo un enigma el porqué los cusqueños descartaron el centro administrativo de Mangomarca y decidieron establecerse en los vecinos Canto Chico y El Sauce.
Este misterio se puede haber resuelto tras el sorprendente hallazgo realizado por el equipo de arqueólogos liderado por José Abanto Llaque: el mausoleo de personajes de la élite ruricancho en lo que fue el centro administrativo inca ubicado en El Sauce, en el actual distrito de San Juan de Lurigancho.
Todo empezó quinientos años después de la conquista española del Tawantinsuyo, más precisamente en 1996, cuando don Hipólito Tica, dirigente vecinal de El Sauce, estaba cavando un pozo séptico y se dio con una galería subterránea de interés arqueológico. De lo que fueron casi 300 hectáreas de zonas arqueológicas de los ruricanchos e incas, hoy en día apenas si queda una manzana, tras las sucesivas invasiones que se establecieron en las quebradas de SJL. Pero don Hipólito siempre estuvo preocupado por el patrimonio y cumplió con informar al entonces INC. No le hicieron caso.
“A fines de abril recibí la visita de don Hipólito Tica y me contó su hallazgo. Deseaba que el Ministerio de Cultura lo intervenga ya que en unos días empezaría obras para construir una nueva vivienda”, recuerda Abanto.
“Mincul actuó muy bien”, agrega el destacado investigador. “En solo una semana, la Dirección General de Patrimonio Arqueológico me autorizó dirigir una acción de emergencia y recuperar los fardos funerarios. Las labores se hacen siempre en absoluta reserva y con el apoyo de diversos especialistas que garantizan un buen registro del hallazgo y una intervención segura”, recuerda.
Abanto reconoce que es la primera vez que se encuentra en SJL un contexto funerario de ese nivel, intacto y colectivo. “Estaba sellada por una capa de barro que cubría otra tapa de lajas. A los costados varias vasijas como ofrendas, cerámicas, brazaletes de plata, discos de metal...”. Pero Abanto resalta que lo más importante es que la tumba respondió el enigma: la élite ruricancho fue trasladada a los asentamientos administrativos establecidos por los incas.
“Después de retirar el sello y dejar expuesta la entrada de la tumba hemos tenido que ingresar con arnés y equipo de protección por la profundidad de la cámara funeraria. Al interior encontramos dos grandes fardos y entre ellos un individuo flexionado con un disco metálico en la cabeza. Entre sus manos un paquete que contenía ofrendas de valvas de spondylus y un extraordinario objeto de hueso tallado representando dos jaguares”, explica el arqueólogo.
Ahora tienen la certeza de que se trató de una especie de mausoleo familiar con entierros múltiples y con fardos que contienen hasta tres cuerpos. Algo inédito en los trabajos arqueológicos realizados en la zona.
“Después de cinco días de ardua labor, logramos retirar los fardos y en este momento nos encontramos realizando el registro para entregarlo al Ministerio de Cultura”, cuenta Abanto, no sin antes hacer un pedido público: “Por el nivel de objetos hallados, vamos a solicitar la custodia temporal, y así poder gestionar recursos para lograr mejores estudios, análisis de los restos óseos, rayos X y tomografías computarizadas de los fardos, así como para el tratamiento de conservación en los objetos de cerámica y metal”, insiste.
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