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Las abejas no gritan con la boca, sino con el cuerpo. Cuando los avispones gigantes se acercan y amenazan a su colonia, las abejas asiáticas levantan el abdomen y corren mientras hacen vibrar sus alas. El sonido es muy parecido al de un grito humano.
En un artículo publicado el 10 de noviembre en la revista Royal Society Open Science, los investigadores describen la singular señal acústica de la abeja melífera asiática, denominada chillido antidepredación. Los investigadores le llaman “grito de abeja”.
“Es como un chillido”, señaló Hongmei Li-Byarlay, entomóloga de la Universidad Estatal Central de Ohio, quien no participó en la nueva investigación. Li-Byarlay añadió que sus colegas que han identificado los sonidos lo compararon con un “llanto”.
Las abejas emiten este sonido cuando sus nidos se ven amenazados por el avispón Vespa soror, que caza en enjambres y puede acabar con un panal en cuestión de horas.
Heather Mattila, ecóloga del comportamiento del Wellesley College de Massachusetts y autora del estudio, escuchó el grito de la abeja por primera vez en Vietnam en 2013. Estaba estudiando la manera en que las abejas melíferas asiáticas untan estiércol animal en sus nidos para ahuyentar a las avispas Vespa soror y Vespa mandarinia, mejor conocida como avispón asesino. Este comportamiento demostró la gran evolución de la organización social de las abejas, según Lien Thi Phuong Nguyen, investigadora de avispas de la Academia de Ciencia y Tecnología de Vietnam en Hanoi y autora del nuevo artículo.
Mattila se dio cuenta de que los panales se volvían muy ruidosos cuando los avispones Vespa soror se acercaban. Cuando colocó una grabadora en la entrada de un panal rodeado de avispones, escuchó una cacofonía.
Aunque reconocía algunos de los sonidos que hacen las abejas (silbidos, pitidos y ruidos agudos), Mattila, quien lleva 24 años estudiando a las abejas melíferas europeas, nunca había oído nada tan fuerte y frenético como esto.
Los investigadores colocaron grabadoras en el interior de los panales y cámaras de video en el exterior de las entradas para registrar los paisajes sonoros de las abejas. Con frecuencia, el zumbido de helicóptero de los avispones ahogaba el ruido de las abejas, por lo que también grabaron las reacciones de los panales ante un papel impregnado con feromonas de avispón.
Mattila se llevó las grabaciones a Estados Unidos, donde Hannah Kernen, quien ahora es técnica de investigación de la Universidad de Luisiana en Lafayette, ayudó a analizarlas.
Cuando Kernen y Mattila examinaron las casi 30 horas de sonidos de abejas, que contenían unos 25.000 casos de señales acústicas, tuvieron la certeza de estar escuchando un sonido nuevo: una señal de alarma aguda que compartía rasgos con los chillidos de los animales, como frecuencias imprevisibles y volúmenes elevados.
Durante meses, el equipo comparó las grabaciones de video del interior del panal con las del exterior de la entrada para ver si podían aislar un momento en el que el sonido nuevo se escuchara por primera vez en ambos videos y se identificara con una sola abeja.
Mattila escuchó estas grabaciones durante varias horas por la noche. “Me daban escalofríos y empezaba a preocuparme por ellas, a pesar de que las grabaciones son de hace años y las abejas llevan mucho tiempo muertas”, aseveró. “Hay algo muy humano y reconocible en los sonidos”.
Un día, después las 2:30 a.m., Mattila estaba insomne y vio por fin un video que captaba un grito y la abeja que lo había producido: una abeja obrera alterada que se acercaba a un papel impregnado con el olor de las avispas. Estaba levantando el abdomen y exponiendo su glándula Nasonov, una franja blanca estrecha en su extremo posterior que puede liberar feromonas.
Las investigadoras escucharon el audio dentro del panal del mismo periodo de tiempo y observaron los espectrogramas, visualizaciones de las frecuencias sonoras, que mostraban sonidos similares que se producían dentro y fuera del panal. Esto confirmó que las abejas que gritaban afuera del panal hacían los mismos ruidos que las abejas que gritaban adentro.
“Fue una revelación y eso solo me ha sucedido un par de veces”, dijo Mattila.
Los investigadores sugieren que el chillido antidepredadores funciona como una señal de alarma, ya que la producción de gritos alcanzó su punto máximo cuando los avispones Vespa soror rondaban la entrada de la colonia. Los datos son correlativos, por lo que aún se desconoce la función precisa del grito.
El estudio muestra “lo mucho más compleja que es la organización del comportamiento de defensa colectiva” en las abejas asiáticas de lo que se pensaba, dijo Ebi Antony George, investigador postdoctoral de la Universidad de Lausana, Suiza, que no participó en la investigación. Se sabe mucho menos de las abejas asiáticas que de las europeas, añadió. Las abejas melíferas asiáticas se estudian sobre todo en la naturaleza, a menudo anidan en lugares de difícil acceso y huyen de la colmena si están estresadas.
Ahora es otoño en Vietnam, cuando los avispones gigantes crían nuevas reinas y machos e intensifican sus incursiones en grupo en las colmenas de abejas. La pandemia ha impedido a Mattila y a otros investigadores volver allí; pero ahora sabe que, en algún lugar del mundo, las colmenas están vivas con el sonido de los gritos de las abejas.
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