martes, 19 de mayo de 2020

Las mantis religiosas son más letales de lo que creíamos





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Una mantis religiosa observa atentamente mientras una mosca se balancea. En menos de un parpadeo, logra atraparla. Cuando la cinta se reproduce en cámara lenta, vemos a la mantis que pausa y calibra, casi como un experimentado receptor de béisbol que se da cuenta de que se enfrenta a una bola de nudillos. (El video de arriba muestra cómo agarra a su presa una mantis religiosa grabada a ⅒ de la velocidad real).

Es una impresionante y destacada grabación. Como se detalla en un artículo publicado esta semana en Biology Letters, también es evidencia de que las mantis atacan menos como autómatas y más como cazadores activos, calibrando sus ataques para capturar de manera más eficiente a su presa mientras esta vuela a diferentes velocidades.

Los depredadores se dividen tradicionalmente en dos grupos según el modo en que atrapan a sus comidas. Los del primer grupo, los depredadores de persecución, atropellan a sus presas. Los héroes de acción del mundo animal tienden a ser vistosos y llamativos, tanto si son grandes como guepardos o pequeños como asílidos. Los investigadores han descubierto “ejemplos extraordinarios de cómo puede ser su persecución”, dijo Sergio Rossoni, quien realizó el nuevo estudio como estudiante de maestría en la Universidad de Sussex, y es ahora estudiante de doctorado en zoología en la Universidad de Cambridge.

El segundo grupo, conocidos como depredadores de acecho (o de posa y espera), se esconden hasta que llega la hora, y entonces, bam, atacan. En el pasado, se pensaba que tales depredadores “eran bastante estereotipados en su comportamiento”, dijo Rossoni, casi como juguetes de cuerda. Los investigadores han descrito que los ataques de las mantis religiosas en particular siempre ocurren “al mismo ritmo con los mismos movimientos”, dijo.

Sin embargo, este punto de vista ha sido cuestionado recientemente. El trabajo sobre la langosta mantis, que despliega un golpe ultra rápido para aplastar a su presa, ha mostrado que son capaces de variar su velocidad de ataque, y un estudio de 2016 de mantis religiosas encontró que mostraban flexibilidad al “atrapar” insectos estacionarios. Rosoni y su entonces supervisor, Jeremy Niven, profesor de zoología en la Universidad de Sussex, decidieron probar aún más a las mantis religiosas, y ver si variaban su enfoque con presas lentas o rápidas.

Para su experimento, Rossoni colocó una mantis Polyspilota aeruginosa a la vez en una plataforma elevada debajo de una luz brillante. (Otras especies preferían cazar boca abajo, lo que dificultaba la filmación). Entonces, con un cable transparente, lanzó un objetivo —ya sea un insecto muerto o una cuenta que parecía uno— hacia la mantis.

El objetivo se podía mover a tres velocidades, cada una de ellas para parecerse a un diferente tipo de presa de la mantis. La más lenta, 200 milímetros por segundo, es la velocidad promedio de una mosca de la fruta. El más rápido, 730 milímetros por segundo —o poco más de 2.4 kilómetros por hora — imitaba una mosca verde.

Puso ocho mantis diferentes en docenas de lanzamientos, filmando cada uno con una cámara de alta velocidad. Después analizó los movimientos de los insectos.

El ataque de una mantis religiosa tiene dos fases. En la primera, la fase de aproximación, la mantis extiende sus brazos hacia arriba y hacia afuera. En el segundo, la fase del barrido, la mantis saca a la presa del aire y la atrae para comérsela.

Rossoni y Niven descubrieron que las mantis realmente ajustaban su velocidad de ataque, según cuán rápido se movía el objetivo. La mayor parte de esa modulación ocurría en la fase de aproximación: cuando se les presentó un objetivo más lento, las mantis elevaron sus extremidades más lentamente o se detenían a la mitad, en una pose similar a la de un zombi.

Y si inicialmente calcularon mal la velocidad de su presa, a menudo las mantis “corregían sus propios errores” con una pausa similar, dijo Rossoni. “Teniendo en cuenta que algunos de los ataques duran menos de una décima de segundo, esto es bastante extraordinario”.

También se suma a una creciente conversación sobre lo que los insectos —desde las avispas que pueden inferir lógicamente hasta las hormigas que pueden rodar por las pendientes— son capaces de hacer.

“Históricamente, se los veía más como a unos robots en miniatura que seguían conjuntos de reglas muy simples”, dijo Niven. “Creo que hay saldrá una nueva investigación que sugiere que este libro de reglas puede ser mucho más complicado”.

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