domingo, 18 de agosto de 2019

Trujillo: Descubren restos óseos de cetáceos que sirvieron de ofrenda en cultura Moche




Restos óseos de cetáceos que sirvieron de ofrenda en cultura
Moche descubiertos en el balneario trujillano de Huanchaco.


Por vez primera se hallan restos completos de dos kogias, cachalotes pigmeos, en Huanchaco. Los cetáceos fueron ofrendados por hombres de la cultura Moche. Se desconocía que sus ceramistas representaran a esta especie rara de mamíferos en su iconografía.

La ceremonia de ofrendas con las especies marinas más grandes conocidas hasta hoy se celebró hace más de 1,500 años, frente a las costas de Huanchaco, en la provincia de Trujillo, región La Libertad. La hicieron hombres de la cultura Moche (100-700 d. C.). ¿Su objetivo? Fundar y construir un templo sagrado, probablemente destinado al culto de una deidad que dominaba los grandes océanos.

Así lo ha revelado el director del Proyecto Arqueológico Huanchaco, Gabriel Prieto Burmester, tras las excavaciones en la Huaca de los Sacrificios (denominada así por el gran número de niños chimús inmolados), en la zona arqueológica de pampa La Cruz.

Hasta el momento, Prieto y su equipo han hallado cinco especies marinas que sirvieron de ofrenda durante esta ceremonia, compuesta por tiburones, peces luna o sol, atunes y rayas.

Hallazgo mayor

Sin embargo, lo que más ha llamado la atención del investigador nativo de Huanchaco son los dos esqueletos completos de kogia, especie poco común de cetáceo, cuya escasa información ha sido obtenida apenas por varamientos.

“Este es un hallazgo sensacional. Se trata de un conjunto de ofrendas marinas, peces muy grandes e inusual, incluso para la biología peruana. En particular, estos dos esqueletos completos de cetáceos o kogias, que posiblemente sirvieron como ofrenda fundacional para empezar la construcción de esta estructura en la época de los moches”, sostiene Prieto.

Alegoría

Las osamentas fueron encontradas en un relleno de tierra suelta y piedra en pampa La Cruz, mirando en posición contraria al mar, ubicación que sería, según Prieto, una alegoría, la cual se asemeja –salvando las distancias– a los repositorios de ofrendas halladas en el Templo Mayor en México. Ello refuerza la tesis de que estos animales formaron parte de una gran ofrenda.

“Nunca antes se habían encontrado arqueológicamente restos de una ballena completa, y menos de estos kogias, que miden 2.3 metros, aproximadamente, lo cual nos hacen repensar las técnicas de navegación del Perú antiguo porque para atrapar esta especie hay que salir a mar abierto y tener una tecnología diferente”, anota el arqueólogo.

Líneas de arte 

Otro aspecto importante que revela el descubrimiento es que en el arte moche nunca se han visto representados los cetáceos, a diferencia de la cerámica de la cultura Lima o las líneas de Nasca. El hallazgo sugiere dos hipótesis: hubo contacto entre estas sociedades por el mar hacia el sur. Y los moches no representaban estas escenas en su iconografía y su arte mural, pero sí tenían presentes a las ballenas en sus ceremonias de ofrenda.

“La alegoría marina encontrada sobre esta plataforma nos muestra la cosmovisión de los pescadores milenarios de Huanchaco, y de lo que realmente eran capaces de capturar, y que los anzuelos hallados en etapas anteriores de excavaciones no eran simples adornos, sino que realmente se usaron”, acotó Prieto, también profesor de la Universidad Nacional de Trujillo.

Sobre las kogias

Al respecto, Aldo Benites Palomino, investigador del Centro de Paleontología Tropical y Arqueología del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales de Estados Unidos, asegura que los restos pertenecen a los cachalotes enanos del género kogia, animales extremadamente difíciles de ver.

“Lo que conocemos de estos animales se basa en los cadáveres varados y restos fósiles de especies antiguas. Existen menos de 10 registros de estos cetáceos en el último siglo para el Perú, y se debe a que habitan en el mar tropical-templado, cazando a sus presas [calamares] a grandes profundidades”, indicó. 

Benites explica que estos animales están emparentados con el gran cachalote y que se diferencian en el tamaño y por poseer una nariz dividida en compartimentos. Además, carecen de dientes superiores y sus pocos dientes no los usan porque succionan vivas a sus presas. Sin embargo, su aspecto se parece al de los tiburones, debido a la cabeza triangular/cuadrada y a que poseen unas manchas a manera de falsas agallas.

Al respecto, Ali Altamirano Sierra, investigador de Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, asegura que existen dos tipos de kogia: el breviceps o cachalote pigmeo y el sima o cachalote enano. Este último con menos avistamientos. Por ello destaca la importancia del hallazgo.

Los torturados

En una capa superior donde fueron encontrados los kogias y demás especies marinas, el equipo halló textiles con iconografía moche y personajes masculinos con signos de haber sufrido torturas.

Estaban amarrados con sogas en las manos y en el cuello. El arqueólogo Prieto sostiene que esta escena se asocia con la pintura mural hallada también a unos metros, con figuras de prisioneros amarrados, llevados por sus captores para ser asesinados.

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