En sus hallazgos, publicados en la revista Nature Human Behaviour,
indican que el incendio de Bahlam Jol fue un ejemplo de guerra al
estilo tierra quemada, pues incluyó entre sus objetivos a los residentes
comunes de la ciudad en vez de tratarse de una estrategia bélica más
enfocada en capturar prisioneros importantes, que se creía que era la
forma predominante de combate en esa etapa de su historia.
“Este
incendio fue gigantesco”, dijo David Wahl, geógrafo del Servicio
Geológico de Estados Unidos y uno de los autores del estudio. Wahl,
quien ha realizado investigaciones sobre los antiguos mayas desde hace
dos décadas y que trabaja para reconstruir el impacto que tuvieron los
humanos en el clima y el medioambiente en la antigüedad, afirmó que una
capa gruesa de restos de carbón en los sedimentos de un lago cercano a
la ciudad era muestra de la intensidad y la escala de la conflagración.
“No se parece a nada que haya visto en los veinte años que llevo
haciendo este trabajo”.
Wahl
y sus colegas arguyen que sus hallazgos ponen en tela de juicio la
noción prevaleciente sobre la naturaleza de las guerras mayas antes del
año 800, cuando empezó a haber enfrentamientos más violentos a la par
del colapso de lo que se conoce como la civilización del periodo
clásico. Otros
arqueólogos elogiaron la investigación, pero dijeron que la perspectiva
dominante que se tiene sobre las guerras mayas es más compleja y que
hay otros ejemplos de violencia extrema en diferentes periodos de la
historia de la civilización.
Sin
embargo, David Freidel, profesor de Arqueología en la Universidad
Washington en San Luis, afirmó que la nueva investigación es “elegante y
convincente” en la manera en que enlaza los registros escritos con las
pruebas ambientales y arqueológicas. Opinó que el hallazgo central del
estudio se estableció de manera contundente.
Freidel,
que se especializa en arqueología maya y no participó en el nuevo
estudio, dijo que este mostraba claramente que los habitantes comunes de
la ciudad habían sido blancos del ataque. “La incineración de Witzná
demuestra que existía la guerra total”, comentó. No
obstante, señaló que había habido otros casos de violencia extrema
durante el periodo del año 100 al 250, incluida la destrucción masiva en
Tikal.
Wahl
dijo que el nuevo estudio fue fortuito. Él había identificado un lago
en Guatemala cerca de la zona arqueológica de Witzná que se veía como un
buen sitio para investigar. Y
vaya que lo fue. Wahl afirmó que, en los lagos, la tasa de acumulación
de sedimentos es muy variable, así que una perforación de un centímetro
en el centro del lecho puede representar un pasadizo a cualquier
periodo, desde décadas hasta varios siglos en el pasado. Sin embargo,
las rocas sedimentarias en el lago cercano a Witzná se habían depositado
con tanta rapidez que un centímetro representaba menos de una década,
quizá más o menos un año. Esto quiere decir que se trataba de un
registro sumamente detallado que podía vincularse muy de cerca con
fechas y registros.
En
los lechos que Wahl perforó, encontró una capa de restos de carbón de 3
centímetros de grosor, con pedazos de carbón de casi 1,2 centímetros en
un costado. Otra autora del estudio, Lysanna Anderson, especialista en
evidencia de incendios antiguos, estudió esta capa. Llegaron a la
conclusión de que los restos indicaban un incendio devastador y que las
rocas sedimentarias se habían depositado con mucha rapidez; al parecer
todas de golpe, aunque algunas quizá se habían sedimentado por deslaves
una temporada después del incendio.
Además,
Wahl afirmó que otros rastros químicos de actividad humana disminuyeron
rápidamente justo después del evento, lo cual sugiere que la población
humana se redujo de forma súbita. Estimaron que el incendio había
sucedido entre el año 690 y el 700. La
siguiente prueba provino de Francisco Estrada-Belli, arqueólogo de la
Universidad Tulane y otro de los autores del estudio que estaba
realizando excavaciones en Witzná. Además de la extensa destrucción de
edificios, halló una columna de piedra, o estela, que identificaba a la
ciudad con el nombre que los mayas le habían dado: Bahlam Jol.
Alexandre
Tokovinine, el cuarto autor, es especialista en escritura maya de la
Universidad de Alabama, campus Tuscaloosa. Buscó en archivos de textos
mayas el nombre de la ciudad y encontró que, en la ciudad cercana de
Naranjo, una estela maya especificaba cuándo se había quemado la ciudad
por segunda vez. El carácter en la estela que significa “se quemó” es puluuy, lo cual los autores ahora piensan que denota la clase de conflagración que ocurrió en Bahlam Jol.
Wahl
dijo que, hasta donde sabe, usar datos ambientales para vincular las
evidencias de los registros escritos y las excavaciones es algo que no
se había hecho en los estudios sobre la civilización maya. Si
esta es la primera vez, probablemente no será la última. “Así es como
deberíamos hacer las investigaciones”, dijo Freidel acerca del enfoque
multidisciplinario del equipo.
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