Captura del galeón español Nuestra Señora de Covadonga,
20 ae Abril De 1743, Cleveley, John The Younger (1747-86)
Apr. 16, 2018
A menudo, los barcos británicos hostigaban a los galeones españoles, que transportaban a pueblos olvidados hace tiempo hasta América Latina, incluidos filipinos esclavizados y judíos conversos.
AUSTIN—Si recorriésemos las calles empedradas y los bulliciosos mercados de la Ciudad de México de los siglos xvi y xvii, veríamos personas provenientes de todas partes del mundo: colonos españoles de camino a misa en la catedral, construida sobre ruinas aztecas; aborígenes de distintas regiones de América, incluidos los soldados que se unieron a la causa española; africanos, esclavizados y libres, algunos de los cuales llegaron a estas tierras junto con los conquistadores, y asiáticos que llegaron a México en galeones españoles, algunos por elección propia y otros como prisioneros. Todas estas culturas se encontraron y mezclaron por primera vez en la América Latina colonial.
Los documentos históricos describen este encuentro cultural, pero recientemente los equipos internacionales de investigación han contribuido al enriquecimiento de nuestra visión desde el análisis de los genomas de los habitantes modernos. Con la ayuda de sofisticadas estadísticas y bases de datos genéticos mundiales, pueden distinguirse la ascendencia y la mezcla poblacional con mayor precisión que nunca. Los resultados, que hicieron públicos en una reunión celebrada en esta ciudad esta semana y en una prepublicación, nos cuentan historias de América Latina que habían sido olvidadas o que nunca se registraron en los documentos históricos. Gracias a esta investigación, emergen todo tipo de historias ocultas, desde la inmigración de filipinos esclavizados hasta la de antiguas familias judías a las que se prohibía viajar a las posesiones de ultramar.
Nos ayuda a reconocer de qué formas estas pequeñas experiencias y prácticas históricas dejaron una huella patente en nuestros genomas, afirma Deborah Bolnick, antropóloga genética de la Universidad de Texas.
El plan original de Juan Esteban Rodríguez, estudiante de posgrado especializado en genética poblacional en el Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad (LANGEBIO) en Irapuato, México, era estudiar los hilos más recientes del tapiz mundial que compone la ascendencia mexicana actual. A partir del siglo xix, muchos inmigrantes chinos se trasladaron a México para construir las vías de ferrocarril en los estados septentrionales del país. Crecido cerca de la frontera con EE. UU., Rodríguez conoce esta historia en detalle y sentía interés por comprobar si podía identificar la contribución genética de estos inmigrantes chinos en la población mexicana moderna.
Pero, al estudiar una base de datos de más de 500 genomas mexicanos (inicialmente confeccionada para llevar a cabo estudios biomédicos) en busca de las variaciones genéticas más comunes en las poblaciones asiáticas, se llevó una sorpresa. Algunas personas provenientes del norte de México presentaban una ascendencia marcadamente asiática, pero no eran los únicos. Rodríguez descubrió que cerca de un tercio de la población de muestreo en Guerrero, estado costero del Pacífico que se encuentra aproximadamente a 2000 km al sur de la frontera con EE. UU., también presentaba hasta un 10% de ascendencia asiática, considerablemente mayor que la mayoría de los mexicanos. Y, al comparar sus genomas con los de la población asiática moderna, descubrió que los primeros guardan una relación de parentesco más cercana con los pobladores de Filipinas e Indonesia en comparación con los segundos.
Junto con su asesor Andrés Moreno-Estrada, genetista poblacional de LANGEBIO, Rodríguez acudió al registro histórico para identificar quiénes podrían ser los ancestros de estas personas. De esta forma, historiadores dedicados al estudio de manifiestos marítimos y otros documentos de barcos comerciales les explicaron que, durante los siglos xvi y xvii, los galeones españoles zarpaban de Manila hacia el puerto de Acapulco, en Guerrero, trayendo tanto bienes como personas, incluidos esclavos asiáticos. Si bien los historiadores estaban al tanto de este tipo de comercio transpacífico, los orígenes de sus víctimas se han perdido en la historia. Una vez que llegaban a México, se los registraba a todos como chinos, cuenta Moreno-Estrada, quien presentará su trabajo este fin de semana ante la Asociación Americana de Antropólogos Físicos (American Association of Physical Anthropologists, AAPA) en la reunión anual que se celebrará aquí. Estamos descubriendo historias ocultas de esclavitud y personas que perdieron su identidad al desembarcar en un país completamente distinto del suyo.
Otros investigadores estudian el legado de otro grupo segregado en el México colonial: los africanos. Decenas de miles de africanos, esclavizados y libres, vivieron en México durante los siglos xvi y xvii. Había incluso más africanos que europeos y, en la actualidad, prácticamente todos los mexicanos tienen alrededor de un 4% de ascendencia africana. Este porcentaje es aún mayor entre algunas comunidades, explica la genetista María Ávila-Arcos, del Laboratorio Internacional de Investigación sobre el Genoma Humano en Juriquilla, México. Ávila-Arcos descubrió que, entre las comunidades afrodescendientes en Guerrero y Oaxaca, muchas de las cuales permanecen aisladas todavía hoy, los individuos presentan cerca de un 26% de ascendencia africana, en su mayoría de África occidental.
Otros datos sugieren una fuerte presencia africana en el México colonial. Corey Ragsdale, bioarqueólogo de la Universidad de Illinois del Sur en Edwardsville, examinó esqueletos junto con un grupo de colegas en un intento por identificar rasgos dentales y craneales que suelen ser más comunes entre los africanos. Estimaron que entre un 20% y un 40% de las personas enterradas en la Ciudad de México entre el siglo xvi y el siglo xviii presentaban ascendencia africana. Ragsdale et al. presentarán los resultados de su estudio este fin de semana en la reunión anual de la AAPA. Es posible que los africanos hayan desempeñado una función tan fundamental como la de los europeos en la conformación de la estructura poblacional e incluso en el desarrollo del imperio [español], explica Ragsdale.
Ávila-Arcos espera poder utilizar los datos genéticos para rastrear los ancestros de los participantes en su estudio e identificar ascendencias específicas de comunidades o regiones africanas occidentales. Además, identificó una ascendencia asiática significativa en algunos de sus voluntarios, posiblemente un vestigio de las comunidades que africanos y asiáticos esclavizados formaban en la costa del Pacífico.
Algunos europeos también trajeron historias ocultas a América Latina. En una prepublicación posteada recientemente en el servidor de bioRxiv, se detalla que se utilizaron datos genéticos de más de 6500 personas nacidas en Brasil, Chile, Colombia, México y Perú para identificar de qué manera contribuyeron los grupos nativos americanos específicos y varias poblaciones de la península ibérica en los genomas modernos. Este es, sin duda, el análisis genético de mayor alcance de las poblaciones latinoamericanas hasta la fecha," afirma Ávila-Arcos (los autores declinaron hacer declaraciones al respecto, ya que presentaron el artículo para su publicación en una publicación revisada por pares). Un descubrimiento sorprendente fue que las variaciones genéticas comunes en la región este del Mediterráneo y en África septentrional, específicamente entre judíos sefardíes, están presentes en toda América Latina, en casi un cuarto del total de individuos muestreados.
Los autores, encabezados por los genetistas Andrés Ruiz-Linares de la Universidad de Fudan en Shanghái, China, y Garrett Hellenthal de la Universidad de Londres, asocian una parte importante de esta ascendencia con los conversos, judíos convertidos al cristianismo en 1492, cuando España expulsó a quienes rechazaron la conversión. Losconversos tenían prohibido migrar a las posesiones españolas, aunque se sabe de algunos que lograron hacerse camino a América de todas formas. Sin embargo, la fuerte presencia de ascendencia sefardí en América Latina indica que la migración fue mucho más frecuente de las cifras que se desprenden de los registros. Para Ragsdale, este trabajo sirve como recordatorio de que incluso las migraciones que los científicos consideran que no guardan ningún secreto pueden traer sorpresas ocultas. La forma en la que pensamos la colonización es una forma simplificada, afirma Ragsdale. Sin duda hay muchas sutilezas que ni siquiera percibimos.