Fuente: https://andina.pe
Por: Jessica Olaechea Tejada
El desierto de Sacaco, en el norte de la región Arequipa, sigue
desvelando misterios. No solo ha preservado fósiles de fauna marina
—ballenas, cachalotes enanos, tiburones y más—, sino que diminutos
fósiles ocultos en sedimentos de hace millones de años atesoran
información científica excepcional que ha permitido reconstruir el
ecosistema terrestre, hasta hoy desconocido, y que ha sido presentada al
mundo.
Un equipo multidisciplinario de científicos, liderado por Diana Ochoa,
investigadora asociada a la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH),
ha demostrado que hace 8 millones de años —periodo del Mioceno tardío—,
el desierto costero peruano estaba cubierto de vegetación; en la
actualidad, es una de las zonas más áridas del planeta.
Si retrocedemos en el tiempo, se podría visualizar que ese paisaje
terrestre era una especie de sabana, con árboles de algarrobos, sauces,
palmeras, arbustos andinos y helechos, donde coexistían varias especies
de cocodrilos, roedores, marsupiales y otros herbívoros pequeños.
El
descubrimiento de los fósiles de plantas —que incluyen 55 hojas, tres
fragmentos de madera y 2000 granos de polen recuperados de la Formación
Pisco— revela, además, algo aún más sorprendente: “puede volver a
ponerse verde” como en el pasado.
Reverdecer el desierto
“No
es descabellado pensar que ese desierto pueda reverdecer; no se volverá
un bosque húmedo tropical, pero sí es posible pensar en una mayor
disponibilidad de agua en la cara occidental de los Andes del Perú, en
particular, en la costa central y sur”, precisa la geóloga especialista en palinología.
Hay una hipótesis que dice que, con el calentamiento global, las
áreas secas en el mundo tenderán a la aridificación, pero la costa
peruana es una excepción.
“Con el Fenómeno
El Niño, las lomas han reverdecido. Este nuevo registro fósil
proporciona evidencia directa de la cobertura vegetal en las tierras
bajas del Mioceno tardío y ofrece más argumentos para sostener que el
desierto podría reverdecer”, sostiene.
Por casualidad”
Pero
vayamos por partes. Todo empezó “por casualidad, por un golpe de
suerte”, asegura la líder del proyecto “Paleoflora del desierto
peruano”, cuya investigación ha sido publicada en la revista científica Communications Earth & Environment de Nature Portfolio del Reino Unido. “Soy
palinóloga de formación y siempre estoy buscando granos de polen; sé
que en Sacaco no hay [mejor dicho, no debería haber por el tipo de
ecosistema marino costero], pero seguía mirando”, comenta a la Agencia Andina.
Después de cinco o seis viajes a Sacaco, una roca llamó mucho su
atención. Al revisarla con minuciosidad vio materia orgánica, por lo que
presumió que podía contener polen fosilizado (es microscópico), así que
decidió llevar una muestra al laboratorio.
“Efectivamente, al analizar los sedimentos al microscopio
encontré cientos de granos de polen fósiles; vi polen de palmas, de
ceibas, de vegetación que hoy en día no crece en Sacaco porque es un
desierto. Ni siquiera en las quebradas, donde hay algunos algarrobos y
un par de plantas más, pero lo que veía [los granos] no era nada de eso”, asegura.
El
polen es altamente resistente y puede permanecer en el ambiente durante
largos periodos, y ser recuperado después para su análisis. Se trata de
una de las mejores fuentes de información de la evolución de los
ecosistemas terrestres y la diversidad vegetal durante millones de años. Volvamos
adonde nos habíamos quedado. Su olfato de investigadora la hizo
regresar al sitio de donde había tomado —en 2020— la muestra de polen
fósil para seguir martillando aquella extraña roca. Y de pronto,
¡eureka! “Aparecieron unas cuantas hojas fósiles de árboles. Fue una casualidad”, expresa la científica del Laboratorio de BioGeociencias de la UPCH.
Tres acciones decisivas
Los
científicos decidieron hacer tres cosas. En primer lugar, colectaron
maderas fósiles de Sacaco, a las que no se les había prestado atención. “Las
cortamos en secciones delgadas para estudiar su anatomía; nos dimos
cuenta de que corresponden al algarrobo que en la actualidad crece en el
bosque seco de la costa peruana”, indica.
Las hojas fósiles muestran las especies del pasado y las
condiciones en que vivían, lo que permite reconstruir los bosques que
existieron millones de años atrás, y a entender cómo han cambiado a lo
largo del tiempo.
En segundo lugar, se comparó
los granos de polen hallados en Sacaco, que ahora se sabe son del
Mioceno tardío (de 8-6 millones de años), con otros del Holoceno (va
hasta hace 14,000 años) para ver qué tanto se parecen.
“En
el Holoceno hubo pastizales, juncales y algunos árboles que crecen en
las lomas de los Andes; mientras que en el Mioceno no existió nada de
eso. Los granos de polen hallados corresponden a árboles grandes y de
arbustos de familias que hoy en día no son típicas de la costa peruana”, refiere.
En
tercer lugar, aplicaron ecuaciones con las cuales se puede estimar
cuánta precipitación pluvial cae en un punto a partir del tamaño de las
hojas y la densidad de sus nervaduras.
“Las hojas crecen según la cantidad de lluvia o de humedad que
reciben. Por eso, las hojas en la Amazonía tienden a ser grandes porque
allí llueve mucho; mientras que las del desierto son pequeñitas para no
perder humedad, al ser un ambiente seco”, explica a la Agencia Andina.
Según
los estudios, en Sacaco hace 8-6 millones de años caía de 30 a 35
milímetros de lluvia al año y en la actualidad, 8 milímetros en
promedio; es decir, fue tres veces más, posiblemente debido a un océano
Pacífico tropical oriental más cálido o a la mayor frecuencia de los
fenómenos El Niño. El ecosistema era más húmedo.
“Esto
significa que hay una reconfiguración hidrográfica, que habrá una
reconfiguración de los cauces a la cual hay que prestarle atención a fin
de asegurar el agua para consumo humano, cultivos y demás”, y evitar impactos catastróficos en la población, advierte.
Armar la historia
Con
todos los resultados se pudo armar la historia, porque todas las
evidencias —del primer estudio paleobotánico que documenta la respuesta
del desierto peruano al clima de invernadero del Mioceno tardío— nos
dicen que en esa zona hubo más árboles, más humedad y flora variada; en
síntesis, una estructura de vegetación distinta. Ochoa
remarca que “se conocía, relativamente bien, el ecosistema marino; que
posee los fósiles más lindos, diversos y mejor cuidados del mundo.
Sabíamos, por ejemplo, cómo eran las ballenas del desierto”.
“Pero
hasta ese momento no teníamos idea de cómo era el continente, cómo era
el ambiente terrestre en Sacaco durante el Mioceno tardío. Gracias a los
hallazgos, por primera vez podemos armar un paisaje completo y vemos
que era muy distinto al de hoy en día. Hace 8 millones hubo vegetación
en la zona”, afirma.
El clima del futuro
Toda
esta información es clave porque el Mioceno tardío, aunque lejano en el
tiempo, es el escenario comparable a lo que tenemos hoy en día, ya que
corresponde a la última vez que la atmósfera terrestre tuvo un nivel de
CO2 superior a 400 ppm (por cada millón de moléculas de aire hay 400
moléculas de CO2). Se pasó de 320 ppm en 1960 a 420 ppm en la
actualidad.
“Así, estudiar el clima del
Mioceno significa estudiar el clima del mañana cuando se hayan
estabilizado estas nuevas condiciones de efecto invernadero. Mientras la
mayoría de los desiertos del planeta tienden hacia condiciones aún más
extremas, el desierto del Pacífico sudamericano podría reverdecer
pronto”, ratifica.
Se cree que el aumento
de las precipitaciones en esta región es el resultado de un
calentamiento del océano Pacífico y de un aumento de la intensidad y la
frecuencia de las lluvias debido al Fenómeno El Niño. Así, los resultados respaldan la posibilidad de un aumento de la
precipitación y la cobertura vegetal en el desierto peruano, que, de
gestionarse de manera adecuada, podría representar una oportunidad para
los ecosistemas, la agricultura de las regiones hiperáridas y mejorar
las condiciones de vida de millones de personas.
Sobre el proyecto
El
proyecto “Paleoflora del desierto peruano” contó con financiamiento de
ProCiencia y permitió la formación en paleobotánica y palinología de
estudiantes de maestría y de pregrado de diversas universidades
peruanas. Participaron investigadores de
Francia, del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales
(Panamá) y de la Universidad de Salamanca (España).
Diana Ochoa agradece, además, la intervención de Josefina Rojas, la
protectora de Sacaco, quien “nos cuidó y consintió cuando estuvimos en
campo”. “Es lo máximo. Ella vive sola en el desierto, sabe de fósiles [como pocos] y los cuida”, subraya al comentar que el proyecto empezó en el 2022 y se cerró en el 2024.
Los
descubrimientos reafirman que el desierto de Sacaco no solo es especial
para entender los ambientes marino-costeros, sino también es esencial
para conocer el paisaje continental. No les
falta razón a los investigadores cuando señalan que para entender el
presente y predecir el futuro es necesario aprender del pasado. En
consecuencia, desentrañar el pasado es el primer paso para planificar la
protección, sobre todo, en tiempos de cambio climático.
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