La Peste Negra es
una pandemia que asoló el mundo a mediados del siglo XIV, y muy
probablemente sea la pandemia más mortífera de la historia, con entre 75
y 200 millones de víctimas sólo entre 1346 y 1353. La enfermedad estuvo
causada por la bacteria Yersinia pestis, que tiene muchísimos recursos
para atacar al organismo y por eso produce una enfermedad tan grave. La
bacteria vive habitualmente en poblaciones de roedores y en sus pulgas, y
rara vez entra en contacto con el ser humano, pero en tres ocasiones a
lo largo de la historia ha logrado infiltrarse en la sociedad humana y
las tres veces ha causado estragos. La Peste Negra fue la oleada inicial
de la segunda de estas pandemias de peste, y aunque sabemos muchas
cosas sobre ella seguimos sin tener claro dónde se originó todo: cómo se
produjo el "salto" de la bacteria entre roedores y humanos, y cuáles
fueron las condiciones que favorecieron ese salto. Ahora, un artículo
recién publicado en la revista Nature nos ayuda a esclarecer alguna de
esas preguntas: parece que las cepas de peste que iniciaron la pandemia
vivían en las montañas de Asia Central, en el actual Kirguistán.
Acompañadnos hoy en un trabajo detectivesco para localizar las fuentes
de la pandemia mas letal de la historia.
Podcast: La Brújula de la Ciencia
MÁS INFORMACIÓN
En la fértil vega del Tajo, próximo a la desembocadura del Jarama, se extiende el Real Sitio de Aranjuez, destino primaveral predilecto de los Austrias y los Borbones. Este gran complejo vacacional, concebido por el emperador Carlos V y desarrollado por los sucesivos monarcas desde Felipe II, reúne la colección más variada y exquisita de jardines históricos y un palacio de enormes dimensiones, un diseño de Juan Bautista de Toledo ampliado por Francesco Sabatini. Fue Fernando VI quien reorganizó la vida en este enclave al sur de Madrid al abrirlo a la población general, aunque la villa no dispondrá de ayuntamiento propio hasta bien entrado el siglo XIX, poco antes de la instalación del segundo tren de la península ibérica: el ferrocarril Madrid-Aranjuez, inaugurado por la reina Isabel II y hoy recordado con el turístico Tren de la Fresa. Para comprender la densa historia ribereña contamos con José Luis Lindo, cronista oficial de Aranjuez. Nos acompaña también el guía Francisco Trujillo para descubrir el mercado de abastos. Indagamos sobre las típicas fresas y fresones de esta tierra en la frutería Tinín, regentada por Roberto Carlos Díaz; también nos interesa la explotación ganadera de José Antonio Chacón, que produce y vende sin intermediarios carne de vacuno de primerísima calidad. Poco más de cien metros más allá conocemos el acogedor y restaurado Teatro Real Carlos III de la mano de su gerente, José Antonio García, más conocido como Simón. La visita al Palacio Real de Aranjuez la hacemos con su directora, Ana Carmen Lavín. Después la paisajista de Patrimonio Nacional Yolanda Bruna nos ayuda a entender los distintos jardines del entorno: el del Rey, el del Parterre, el de la Isla o el inmenso Jardín del Príncipe. Aunque hoy por hoy no es visitable por obras, la arquitecta Maite Domínguez nos muestra la lujosa Casa del Labrador, un palacio adicional construido por orden de Carlos IV en la espesura de este bosque domesticado. La guinda de nuestra visita es una agradable excursión fluvial por el Tajo con Marin Macovei, capitán del barco turístico El Curiosity.
Fuente: Nómadas
MÁS INFORMACIÓN
Fuente: http://blondie.com
Blondie (Pepita, Lorenzo o Lorenzo y Pepita en algunos países hispanohablantes) es una tira cómica estadunidense creada por Chic Young. Distribuida por King Features Syndicate y publicada en diversos rortativos desde el 8 de septiembre de 1930.1 El éxito llevó a la creación de películas (1930-1950), programas de radio, historietas y una serie animada. "Blondie" en inglés es un diminutivo cariñoso que se traduce al español como Rubita, ya que en efecto, la protagonista de esta family strip es una joven notoriamente rubia.
Fuente: Garfield and Friends - The Official Site
Garfield es el nombre de la historieta creada por Jim Davis, que tiene como protagonistas al gato Garfield, al no muy brillante perro Odie, y a su dueño, el inepto Jon Arbuckle (Jon Bonachón en el doblaje latinoamericano). El protagonista se llama así por el abuelo de Davis, James Garfield Davis, que fue bautizado en honor al presidente estadounidense James A. Garfield.
En 1915, el palentólogo Maurice Mehl describió, a partir de unos restos fósiles descubiertos unos años antes en el oeste de Wyoming, “una criatura musculosa y ligera, posiblemente bípeda ocasional, y seguramente veloz”, con el nombre de Poposaurus, por la formación geológica en la que se encontraron los fósiles, Popo Agie [Popo Sha], que en la lengua crow significa “río gorgoteante”. Poposaurus era un depredador bípedo de unos cuatro metros de largo, de los que la mitad corresponden a la cola, y entre sesenta y cien kilos de peso, que vivió hace unos 210 millones de años en el sudoeste de los Estados Unidos. A lo largo de las décadas, Poposaurus se ha catalogado en diferentes grupos de dinosaurios: ornitisquios, sauropodomorfos, estegosaurios, terópodos… Sin embargo, en 1977, el paleontólogo inglés Peter Galton lo reclasificó con los pseudosuquios, arcosaurios más próximos a los cocodrilos que a los dinosaurios.
Podcast: Zoo de Fósiles
MÁS INFORMACIÓN
La Flor de la Manzanilla (Versión Eva)
Compositor: Nicomedes Santa Cruz
Para Todos (Versión Eva)
Fuente: Eva Ayllon
MÁS INFORMACIÓN
El género del paisaje experimentó un auge extraordinario en la pintura europea del Romanticismo y su importancia se mantuvo durante todo el siglo XIX, también en España. En el cultivo del paisaje, así como en el de las vistas, se pone de manifiesto un esfuerzo de la cultura artística secular por el encuentro en el propio entorno natural y patrimonial de imágenes identitarias propias de la colectividad política para la que se pintaron. Esta conferencia forma parte del Ciclo de conferencias "Los géneros artísticos en las salas del siglo XIX". Conferencia impartida por Javier Arnaldo, Jefe del Centro de Estudios del Museo Nacional del Prado, el 22de junio de 2022 en el Museo Nacional del Prado.
Fuente: Museo Nacional del Prado
MÁS INFORMACIÓN
Fuente: https://www.nytimes.com
Por: Por Ed Yong.Es escritor de The Atlantic y autor de An Immense World.
Todo un espectáculo fluye por mis ojos cuando veo un documental sobre la vida silvestre. Olas de depredadores oceánicos recogen gradualmente un remolino de pececitos. Unas serpientes persiguen a iguanas marinas. Unas jirafas se enfrentan al caer la tarde.
Los programas sobre la naturaleza que veía en mi niñez eran más bien lecciones didácticas; en cambio, las versiones modernas —al parecer, todas tienen la palabra “planeta” en el título— tienen la grandilocuencia de los éxitos de taquilla del verano. En parte, se debe a los avances tecnológicos. Es difícil filmar a las criaturas salvajes y, cuando las grabaciones que se tienen en archivo son breves y escasas, la narración debe inyectar la intriga y gracia que le falta al elemento visual. Pero las nuevas generaciones de cámaras sofisticadas pueden seguir a los guepardos al nivel del suelo mientras corren, hacer acercamientos para observar a los osos retozar en laderas inaccesibles y capturar imágenes íntimas en primer plano de todo tipo de animales, desde avispas hasta ballenas. Ahora las tomas pueden detenerse. Los documentales sobre la naturaleza pueden ser cinematográficos.
Una desventaja es que, en el proceso, también han hecho embonar las peculiaridades de la vida animal en el hueco circular de las narrativas humanas. Cuando se hace más fácil grabar a los animales, ya no basta con solo filmarlos; deben tener historias. Deben batallar y superar problemas. Deben tener misiones, conflictos e incluso arcos de personajes. Una familia de elefantes busca agua durante una sequía. Un perezoso solitario nada en busca de una pareja. Un pingüino pícaro roba piedras del nido de un vecino.
En los programas sobre la naturaleza siempre se aprecian los sucesos dramáticos: el mismísimo David Attenborough me dijo en una ocasión, después de grabar una serie sobre reptiles y anfibios, que las ranas “en realidad no hacen casi nada hasta que se reproducen, y las serpientes no hacen casi nada hasta que matan”. Esa manera de pensar se ha vuelto una obsesión, y los dramas de la naturaleza se han convertido en melodramas. En consecuencia, tenemos una forma sutil de antropomorfismo, en la que solo nos interesan los animales si satisfacen tropos humanos familiares de violencia, sexo, compañerismo y perseverancia. Vale la pena verlos solo cuando observamos en secreto un reflejo de nosotros mismos.
En vez de hacer esto, podríamos intentar observarlos a través de sus propios ojos. En 1909, el biólogo Jakob von Uexküll señaló que cada animal existe en su propio mundo perceptual único —una mescolanza de las vistas, los olores, los sonidos y las texturas que puede percibir, pero que otras especies quizá no—. Estos estímulos definen lo que Uexküll designa “Umwelt”, el pedacito de realidad hecho a la medida para ese animal. El Umwelt de una garrapata se limita a la sensación del aire, al olor que emana de la piel y al calor de la sangre caliente. El Umwelt humano es mucho más amplio, pero no incluye los campos eléctricos que conocen los tiburones y ornitorrincos, la radiación infrarroja que rastrean las serpientes de cascabel y los murciélagos vampiro ni la luz ultravioleta que pueden ver la mayoría de los animales videntes.
El concepto de Umwelt es uno de los más profundos y bellos de la biología. Nos dice que la naturaleza universal de nuestra experiencia subjetiva es una ilusión, y que percibimos solo una fracción de lo que es posible sentir alrededor. Es un indicio de los destellos de una realidad gloriosa en lo mundano, y de lo extraordinario en lo ordinario. Además, es casi lo opuesto a lo dramático: revela que las ranas, serpientes, garrapatas y otros animales pueden estar haciendo cosas extraordinarias, aunque parezca que no hacen nada.
Cuando saco a pasear a mi perro, veo a un cenzontle posado en el alumbrado público. Con ojos a los lados de la cabeza, prácticamente tiene un campo visual de 360 grados; mientras que nosotros nos movemos hacia nuestro mundo visual, las aves se mueven a través del suyo. Sus ojos, además, tienen cuatro tipos de células capaces de percibir el color, en tanto que nosotros tenemos tres, lo que significa que pueden ver una dimensión más de colores que pasan desapercibidos para nosotros; esos colores, que están presentes en su plumaje, les permiten a los cenzontles macho y hembra distinguirse, aunque a nosotros nos parecen iguales. El oído de un cenzontle también es distinto del nuestro: es tan rápido que, cuando imita el canto de otras aves, captura con precisión notas que pasan tan rápido por nuestros oídos que no alcanzamos a distinguirlas.
Contemplo al cenzontle más o menos un minuto y en ese tiempo canta un poco y levanta el vuelo. ¿Pero qué más necesita hacer? El estado básico de su existencia es mágico. Las funciones más sencillas de ver, oír y sentir son espectaculares sin necesidad de ningún espectáculo.
Reflexionar sobre nuestro entorno desde la perspectiva de otros Umwelt nos ayuda a valorar con ojos frescos no solo a las demás criaturas, sino también el mundo que compartimos. Con la nariz de un albatros, un océano en calma se convierte en un vibrante paisaje de aromas, lleno de crestas y valles perfumados que comunican la presencia de ciertos alimentos. Para los bigotes de una foca, un torbellino de agua aparentemente monótono se agita con las corrientes turbulentas que van dejando tras de sí los peces al nadar, huellas invisibles que puede seguir la foca. Para una abeja, un simple girasol amarillo tiene un blanco ultravioleta en el centro y un campo eléctrico característico alrededor de los pétalos. Para los ojos sensibles de una polilla esfinge morada, la noche no es negra, sino que está llena de colores.
Incluso los ambientes más familiares pueden parecer desconocidos si se perciben a través de los sentidos de otras criaturas. Saco a pasear a mi perro —Typo, un corgi— tres veces al día por las mismas calles y los mismos edificios que he visto miles de veces. Pero, aunque este paisaje urbano me parece aburrido e inactivo, el cambiante paisaje olfativo siempre le parece fascinante a la nariz de Typo. No para de olfatear y su anatomía nasal le permite identificar olores continuamente, aun mientras exhala. Olfatea cada hoja de las nacientes plantas de primavera con la mayor delicadeza. Olfatea las manchas de orina seca que han dejado los perros del barrio como un ser humano revisa las publicaciones de sus redes sociales. En cada paseo, Typo se detiene por lo menos una vez y explora con gran emoción una parte de la banqueta que parece insulsa, pero que, sin duda, está llena de olores cautivadores. Lo observo y percibo mi propia vida como menos habitual, me hago más consciente de que mi entorno cambia sin parar. Esa conciencia es el regalo que Typo me da a diario.
Es difícil, e incluso en algunos casos imposible, capturar estos mundos sensoriales en un documental sobre la naturaleza (aunque algunos, como la producción La tierra de noche de Netflix, hacen un esfuerzo valeroso). En realidad, ningún efecto especial puede transmitir la naturaleza envolvente de la visión de un ave a los ojos de un espectador humano que ve hacia el frente o traducir el amplio espectro de colores que un ave puede ver al conjunto mucho más reducido que pueden ver nuestros ojos. Es todavía más difícil para un medio visual capturar los sentidos que no son visuales. Podemos reproducir grabaciones del canto de una ballena, pero no hay manera de mostrar qué significa para las ballenas escuchar a otra ballena a través de las distancias oceánicas. Podemos representar el campo magnético que envuelve al planeta, pero no se compara en nada con la experiencia de un petirrojo que utiliza ese campo para recorrer en vuelo todo un continente.
En su ensayo clásico de 1974 titulado ¿Qué se siente ser un murciélago?, el filósofo Thomas Nagel escribió que las experiencias conscientes de otros animales son inherentemente subjetivas y difíciles de describir. Podríamos visualizarnos con membranas interdigitales en los brazos o insectos en la boca, pero esa imagen no dejaría de ser una caricatura mental de nosotros mismos como un murciélago. “Deseo saber qué siente un murciélago por ser murciélago”, escribió Nagel. La mayoría de las especies de murciélagos perciben el mundo a través de un sonar, escuchan el eco de sus llamados ultrasónicos y así conocen su entorno. “Pero si intento imaginarlo, me veo limitado a los recursos de mi propia mente, y estos son inadecuados para la tarea”, explicó.
Nuestros propios sentidos nos limitan, crean una división permanente entre nuestro Umwelt y el de otros animales. La tecnología puede ayudar a superar ese abismo, pero siempre habrá una brecha. Para cruzarla, necesitamos lo que la psicóloga Alexandra Horowitz llama “un salto imaginativo informado”. Nadie me puede mostrar cómo es otro Umwelt; tengo que trabajar para imaginarlo.
Casi podría decir que ahora se ha vuelto demasiado fácil ver documentales modernos sobre la naturaleza, es como dejarme arrastrar pasivamente por el torrente de un conjunto de imágenes vívidas, con los ojos abiertos, la quijada boquiabierta, pero el cerebro relajado. En contraste, cuando pienso en otros Umwelt, siento cómo se flexiona mi mente, y siento gozo por haber intentado, al menos, una tarea imposible. En estos pequeños actos de empatía, comprendo más a fondo a otros animales, no como prototipos emplumados o velludos de mi vida, sino como entes maravillosos y únicos por su propio derecho, y como claves para comprender la verdadera inmensidad del mundo.
MÁS INFORMACIÓN
Fuente: https://larepublica.pe/
Por: Roberto Ochoa
Cuando los incas llegaron al valle de Lima, se encontraron con el próspero curacazgo de Ruricancho -supeditado al poderoso señorío Ishma- establecido en lo que ahora se conoce como huaca Mangomarca.
Sin embargo, para los arqueólogos sigue siendo un enigma el porqué los cusqueños descartaron el centro administrativo de Mangomarca y decidieron establecerse en los vecinos Canto Chico y El Sauce.
Este misterio se puede haber resuelto tras el sorprendente hallazgo realizado por el equipo de arqueólogos liderado por José Abanto Llaque: el mausoleo de personajes de la élite ruricancho en lo que fue el centro administrativo inca ubicado en El Sauce, en el actual distrito de San Juan de Lurigancho.
Todo empezó quinientos años después de la conquista española del Tawantinsuyo, más precisamente en 1996, cuando don Hipólito Tica, dirigente vecinal de El Sauce, estaba cavando un pozo séptico y se dio con una galería subterránea de interés arqueológico. De lo que fueron casi 300 hectáreas de zonas arqueológicas de los ruricanchos e incas, hoy en día apenas si queda una manzana, tras las sucesivas invasiones que se establecieron en las quebradas de SJL. Pero don Hipólito siempre estuvo preocupado por el patrimonio y cumplió con informar al entonces INC. No le hicieron caso.
“A fines de abril recibí la visita de don Hipólito Tica y me contó su hallazgo. Deseaba que el Ministerio de Cultura lo intervenga ya que en unos días empezaría obras para construir una nueva vivienda”, recuerda Abanto.
“Mincul actuó muy bien”, agrega el destacado investigador. “En solo una semana, la Dirección General de Patrimonio Arqueológico me autorizó dirigir una acción de emergencia y recuperar los fardos funerarios. Las labores se hacen siempre en absoluta reserva y con el apoyo de diversos especialistas que garantizan un buen registro del hallazgo y una intervención segura”, recuerda.
Abanto reconoce que es la primera vez que se encuentra en SJL un contexto funerario de ese nivel, intacto y colectivo. “Estaba sellada por una capa de barro que cubría otra tapa de lajas. A los costados varias vasijas como ofrendas, cerámicas, brazaletes de plata, discos de metal...”. Pero Abanto resalta que lo más importante es que la tumba respondió el enigma: la élite ruricancho fue trasladada a los asentamientos administrativos establecidos por los incas.
“Después de retirar el sello y dejar expuesta la entrada de la tumba hemos tenido que ingresar con arnés y equipo de protección por la profundidad de la cámara funeraria. Al interior encontramos dos grandes fardos y entre ellos un individuo flexionado con un disco metálico en la cabeza. Entre sus manos un paquete que contenía ofrendas de valvas de spondylus y un extraordinario objeto de hueso tallado representando dos jaguares”, explica el arqueólogo.
Ahora tienen la certeza de que se trató de una especie de mausoleo familiar con entierros múltiples y con fardos que contienen hasta tres cuerpos. Algo inédito en los trabajos arqueológicos realizados en la zona.
“Después de cinco días de ardua labor, logramos retirar los fardos y en este momento nos encontramos realizando el registro para entregarlo al Ministerio de Cultura”, cuenta Abanto, no sin antes hacer un pedido público: “Por el nivel de objetos hallados, vamos a solicitar la custodia temporal, y así poder gestionar recursos para lograr mejores estudios, análisis de los restos óseos, rayos X y tomografías computarizadas de los fardos, así como para el tratamiento de conservación en los objetos de cerámica y metal”, insiste.
Al igual que los pintores, los escultores del siglo XIX percibieron la historia como una fuente de inspiración formal y temática. Aunque por sus características la escultura está más centrada en la figura que en la puesta en escena, responde a los grandes ideales de la sociedad de su tiempo, desplegados en el museo. Esta conferencia forma parte del Ciclo de conferencias "Los géneros artísticos en las salas de siglo XIX". Conferencia impartida por Carlos Reyero, Universidad Autónoma de Madrid, el 8 de junio de 2022 en el Museo Nacional del Prado.
Fuente: Museo Nacional del Prado
MÁS INFORMACIÓN
La isla de Cuba está presente en la historia y el urbanismo de este animado pueblo de la Costa Brava. La hoy turística Lloret de Mar fue, en siglos pasados, tierra de marinos y emigrantes. Muchos jóvenes lloretenses se embarcaron en la aventura americana en busca de fortuna. Quienes la lograron invirtieron sus ganancias en lujosas residencias. Algunas de esas casas de indianos, como Can Font, han llegado a nuestros días como testigos de una época de prosperidad en la que se acometieron grandes obras; por ejemplo, la reforma de la iglesia de Sant Romà o la construcción del gran santuario de Sant Pere del Bosc, encargada por uno de los grandes benefactores de la villa, Nicolau Font. Otro hijo de Lloret, Constante Ribalaigua, ha pasado a la historia como reinventor del daiquiri, cóctel popularizado por Ernest Hemingway, que fue cliente habitual de su bar en La Habana: el mítico Floridita. Recordamos su figura y legado con el escritor y periodista Ramon Vilaró, autor del documental ‘Constante y el Floridita de Hemingway’. Con él visitamos algunos de los rincones más especiales de este municipio gerundense, desde los jardines de Santa Clotilde o Cala Banys hasta Can Saragossa o el concurrido paseo de Jacint Verdaguer. Otras visitas imprescindibles, como el Museo del Mar o el cementerio modernista, las hacemos en compañía del archivero municipal Joaquim Daban, la guía Gemma Calveras y la historiadora del arte Marina García i Carbonell. Además Cristina Rebled, de la oficina local de turismo, nos invita a descubrir las variopintas playas que se asoman a los 9 kilómetros de su agreste litoral.
Fuente: Nómadas
MÁS INFORMACIÓN
Fuente: https://www.clarin.com
Por: Débora Campos
Tenía apenas 25 años cuando la arqueóloga Constanza Ceruti lideró la expedición que halló las momias mejor conservadas del mundo: tres niños sacrificados por los incas y excepcionalmente conservados durante quinientos años a 6.739 metros sobre el nivel del mar, cerca de la cima del volcán Llullaillaco, en el oeste de la provincia de Salta.
El descubrimiento transformó a esta investigadora del Conicet y directora (ad-honorem) del Instituto de Investigaciones de Alta Montaña de la Universidad Católica de Salta, en un activo científico codiciado. Pero ella decidió quedarse a trabajar en la Argentina: “Por amor a los Andes, a la familia y a las generaciones venideras”, dice.
Ceruti acepta las preguntas de Ñ y las responde por mail. Sus ascensiones notables y tempranas –el monte Aconcagua en 1996 y 1997; el volcán Pissis (6.792 m) y el volcán Llullaillaco en 1999, entre muchas otras– y más de 80 prospecciones la convirtieron en una avanzada.
“Comienza a apreciarse a nivel internacional que las investigaciones en arqueología de alta montaña en los Andes han resultado verdaderamente pioneras en lo que respecta al estudio de la dimensión sagrada del paisaje a escala mundial. Por ello, yo concibo a la arqueología de alta montaña como disciplina “madre” de otras novedosas líneas de investigación; en particular de la arqueología de glaciares, cada vez más difundida en el hemisferio norte”, explica.
–¿De qué manera la tecnología influye en las formas de hacer arqueología y de interpretar los hallazgos?
–Un ejemplo práctico que atañe a las momias congeladas que descubrimos en la cima del volcán Llullaillaco, el sitio arqueológico más alto de todo el planeta, sirve para responder. Su estudio nos permitió advertir, en forma bastante directa, el modo en que ciertos avances técnicos van ampliando los horizontes de nuestra comprensión del pasado histórico. Durante los seis años en que las momias estuvieron en custodia temporal en la Universidad Católica de Salta, coordiné diversos estudios interdisciplinarios en colaboración con expertos locales e internacionales. Tomando por ejemplo el aspecto concreto de los análisis de cabello, en los meses posteriores al hallazgo trabajamos en colaboración con un especialista norteamericano que logró identificar el consumo de hojas de coca que habían realizado los tres niños, empleando las técnicas forenses de uso habitual.
Esa contrastación empírica vino a comprobar una hipótesis planteada a partir de lecturas de documentos etnohistóricos, en los que los cronistas españoles recogían testimonios de la utilización ritual de la hoja de coca durante las peregrinaciones llamadas “capacochas”, con las que los ritualistas Incas llevaban ofrendas a las montañas y otros lugares sagrados.
Aquellos primeros resultados fueron dados a conocer en el Congreso Mundial de Estudios de Momias en Groenlandia en el año 2001. En años subsiguientes continuamos la investigación conjuntamente con Andrew Wilson, un experto en cabello de momias de la Universidad de Bradford, en Inglaterra. Wilson proponía intentar descubrir variaciones estacionales en la dieta de los niños a partir del análisis de isótopos estables en el cabello.
Para entonces, yo ya había defendido mi tesis doctoral sobre sacrificios y ofrendas incaicas en alta montaña y con los conocimientos adquiridos le explique que posiblemente no serían cambios “estacionales” los que se revelarían al análisis, sino más bien un único y notorio cambio por enriquecimiento de la dieta (y probable aumento del consumo del maíz) como evidencia de la participación de los niños en los ritos estatales de capacocha.
Más aún, mi expectativa era que ese cambio sería un indicador que nos permitiría calcular por aproximación la cantidad de meses transcurridos durante la procesión que trajo a los niños desde Cuzco hasta el norte argentino.
Efectivamente, el cambio esperado se detectó aproximadamente seis meses antes del momento de la muerte –particularmente en el caso de la doncella, cuyos largos cabellos trenzados permitieron descartar otras variaciones significativas durante sus dos últimos años de vida–.
La interpretación de los resultados incluyó también un taller realizado en el año 2004 con profesores ingleses expertos en sacrificios humanos. En aquel entonces –cinco años después del hallazgo– las técnicas para detección de la metabolización del alcohol empezaban a perfeccionarse y esperábamos ansiosamente poder demostrar/comprobar que una buena parte del consumo de maíz se había producido a partir de la chicha, bebida alcohólica que aún hoy día reviste de carácter ritual en el mundo andino.
En el año 2008, los primeros resultados (ciertamente positivos) fueron presentados en un congreso de momias y en 2013 los publicamos –junto a ulteriores estudios de ADN– en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, uno de los más prestigiosos medios de difusión de la actividad científica a nivel mundial.
Gracias a los avances tecnológicos, todo este conocimiento pudo ser generado de forma no invasiva, mediante el análisis de tan sólo uno o dos cabellos de cada momia.
–¿El presente (nuestras ideas, nuestras jerarquías socioculturales, nuestros valores morales) determina la manera de interpretar hallazgos arqueológicos?
–El trabajo del antropólogo, arqueólogo e historiador requiere un esfuerzo para que las observaciones e interpretaciones sobre el pasado no resulten involuntariamente sesgadas por conceptualizaciones demasiado “occidentalizadas”.
Sin embargo, considero que tampoco sirve intentar “abstenerse” de toda valoración moral de los hechos del pasado, ya que el análisis histórico debería contribuir a mejorar las condiciones del presente y las perspectivas a futuro.
En el caso que nos ocupa como ejemplo, no puede desconocerse la violencia inherente a un fenómeno como el sacrificio de niños, que también era motivo de congoja entre los padres de las víctimas elegidas hace medio milenio –tal como se refleja muy detalladamente, por ejemplo, en los escritos de Bernabé Cobo–.
Hay que caminar con la mayor honestidad posible “por el filo de la navaja”, evitando hacer eco de las exageraciones y errores de algunos cronistas europeos (que atribuían a los Incas la realización de sacrificios cruentos como los de los Aztecas); pero evitando también una idealización romántica que pretende que “los Incas nunca sacrificaron a nadie” (como he oído decir también a más de un colega, por increíble que resulte).
Cuando comencé mis investigaciones hace un cuarto de siglo, el sacrificio humano se había convertido en un tema tabú en la comunidad internacional y los investigadores que lo abordaban recibían un tratamiento de fría indiferencia, cuando no terminaban “cancelados”, como diríamos ahora. Las cosas han ido cambiando un poco en los últimos tiempos, aunque los mecanismos de invisibilidad y cancelación siguen entrando en juego, particularmente en casos en que una investigación aborde alguna “verdad inconveniente”.
Opino que los intentos de negación de ciertos fenómenos del pasado y la idealización romántica de tiempos pretéritos no sólo atentan contra el conocimiento de nuestra historia, sino que nos condenan a ser testigos (y víctimas a veces) de mecanismos oscuros que tienden a perpetuarse en las sombras. Si la verdad nos hace libres, es imperioso develar los engaños que nos llevan a sentirnos esclavos. Hay que empezar por formular las preguntas necesarias, aunque incómodas: por ejemplo, preguntarse cómo y porqué ciertos mecanismos opresivos aceitados por imperios de los siglos XV y XVI se ven reflejados en los totalitarismos del siglo XX, e incluso en algunos aspectos de la actualidad.
–¿Por qué decidiste quedarte en un país en el que hacer ciencia es tan sacrificado?
–Ciertamente no faltaron las invitaciones para trabajar en universidades norteamericanas y europeas. Incluso antes del descubrimiento de las momias, me habían ofrecido una beca para ir a Cambridge, por ser (en aquel momento, a mis 23 años) la única mujer en el mundo dedicada a la arqueología de alta montaña.
Los científicos con auténtica vocación necesitamos ser reconocidos y acompañados en nuestro medio, donde la historia reciente nos muestra ejemplos tan dolorosos como el del médico René Favaloro. Esta pregunta me permite referirme a algunas de las dificultades que enfrentamos quienes trabajamos en la Argentina, con la esperanza de que la crítica constructiva –hecha desde adentro– encuentre eco en la sociedad en su conjunto, ya que la concientización es un factor importantísimo para que las cosas vayan mejorando.
Los lectores quizás no imaginen las dificultades que padecemos algunos investigadores enmarcados en sistemas en cuyo seno el bullying (acoso moral) parece estar a la orden del día; donde los celos profesionales dan origen a verdaderas “cacerías de brujas”, con inquisidores, torturas y hogueras más o menos metafóricas, que pueden poner injusto fin a la carrera de un investigador.
A veces nos sentimos como “esclavos griegos en un circo romano”, gladiadores obligados a pelear, mientras con pulgares para arriba o para abajo se dirime arbitrariamente nuestro futuro, al tiempo que algunos emperadores tocan la lira…. Y esto se da con demasiada frecuencia en el campo de las ciencias antropológicas, no solamente en nuestro país. A
l punto que cierto colega norteamericano llegó a ironizar años atrás, manifestando que “la tribu más peligrosa a la que había sobrevivido”, era la de los “antropólogos antropófagos”. Es muy valioso y oportuno que se esté tomando consciencia –particularmente entre los jóvenes– acerca de la importancia de cultivar la meritocracia, en el seno de una sociedad donde se ha venido tolerando (y hasta incentivando) una mentalidad ventajista –la consabida “viveza criolla”, madre de tantas tragedias que aquejan a nuestro país desde hace tantas décadas–.
Así como el amor a la montaña permite a los montañistas sobreponernos al vértigo, al agotamiento físico y a los factores ambientales extremos; el amor a la Verdad nos permite (a los científicos comprometidos) superar adversidades que van mucho más allá de los sacrificios propios de la tarea investigativa.
Lo que desalienta las vocaciones –y ciertamente amarga la vida de numerosos investigadores– no tiene tanto que ver con la crónica falta de recursos sino con aquellos mecanismos “tóxicos” y opresivos que tienden a repetirse a lo largo de la historia, en contextos donde abunda el despotismo y falta el discernimiento.
Aclaro que no en toda la práctica científica se vivencia el maltrato y que existen en nuestro país instituciones donde el mérito y las trayectorias son correctamente valoradas. Hace unos años fui invitada a incorporarme a la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, donde me he sentido siempre bienvenida (además de ser el miembro más joven de nuestro país, en las diversas disciplinas).
En el extranjero he sido premiada con la Medalla de Oro de la International Society of Woman Geographers y he recibido diversas distinciones, incluyendo un doctorado honorario en una universidad norteamericana. En el país he sido distinguida con la Medalla de Oro de la Universidad de Buenos Aires (por el promedio de 9.9), el Premio Vocación Académica, el Trébol de Plata y el Cóndor Dorado del Ejército (por primera vez otorgado a una mujer), por aptitud especial en montaña.
–¿Hay características regionales en tu trabajo?
–Comienza a apreciarse a nivel internacional que las investigaciones en arqueología de alta montaña en los Andes han resultado verdaderamente pioneras. En lo que respecta a la tecnología, está claro que el acceso es más limitado para quienes residimos en el sur de América; pero en el campo de la arqueología de altura esta desigualdad no se hace tan palpable, ya que el factor determinante termina siendo lo que cabe en una mochila.
En trabajos de campo compartidos con colegas en montañas de Escandinavia y Canadá he visto el uso de tecnología más avanzada en circunstancias en las que los investigadores tenían la logística resuelta con helicópteros (cosa que en los Andes no era posible); pero cuando salían al campo para prospectar “a pie”, volvían a elegir la brújula y la cinta métrica, que son más fácilmente transportables.
Algo parecido se daba entre los colegas suizos con quienes colaboré en exploraciones alpinas en 2014. En mi opinión, la tecnología es una bendición complementaria; lo fundamental es “la mirada”.
Hay que mantener una perspectiva abierta, sin prejuicios ideológicos y libre de la tiranía de las cambiantes “modas” teórico-metodológicas, que muchas veces no permiten comprometerse con lo que es verdaderamente digno de investigación.
Menciono como ejemplo mi interés por la dimensión sagrada de las montañas, que me llevó a realizar múltiples investigaciones en el terreno sobre mitos, leyendas, ritos y procesiones en los Alpes, en tiempos en que los colegas europeos focalizaban casi exclusivamente en temas relativos a la retracción de los glaciares, la deforestación, etc.
Una especie de “ceguera” ideológica los invitaba a ignorar importantes manifestaciones de la cultura y la devoción popular, desde una errónea creencia en una Europa totalmente “moderna y secularizada”. Mientras yo escalaba picos alpinos coronados religiosamente con cruces, y escuchaba coloridas leyendas de brujas y gigantes que los ancianos pastores me referían en italiano, los principales profesores de las universidades suizas se mostraban escépticos de que siquiera “existieran” montañas sagradas en los Alpes, que merecieran ser investigadas.
En un congreso de Arqueología de la Criósfera, en el año 2016, presenté en la Universidad de Innsbruck una ponencia innovadora sobre la dimensión sagrada de estas montañas “desde los Alpes franco-italianos hasta las Dolomitas” (con ejemplos estudiados personalmente en todo el arco alpino).
El trabajo fue recibido con esperable incomodidad por algunos de los más veteranos expertos locales, ya que ponía en evidencia la postergación de una importantísima dimensión en los estudios de sus propias montañas.
Afortunadamente, mi desafiante contribución fue bienvenida (y rápidamente imitada) por los colegas más jóvenes. Tres años después, en la universidad suiza de Berna coordinamos un simposio sobre “montañas sagradas” en el congreso de arqueología europea, que contó con sesenta participantes y más de veinte expositores. En los tiempos que corren, es necesario evitar la idolatría de la tecnología y cifrar nuestras esperanzas en el corazón y la mente de las personas.
¿No has oído hablar nunca del Wacken Open Air? ¡Te explico por qué es el mayor festival de música del MUNDO
Fuente: AndyGM en Berlín
MÁS INFORMACIÓN
Fuente: https://andina.pe
Los osos polares se enfrentan a una amenaza existencial por la rápida disminución del hielo marino del Ártico, del que dependen como superficie para cazar focas.
Pero en un nuevo estudio, científicos identificaron una subpoblación aislada de osos polares en el sureste de Groenlandia que, en cambio, utilizan el hielo de agua dulce que se vierte en el océano desde los glaciares de la región como plataforma, lo que sugiere que este hábitat en particular es menos susceptible que otros al cambio climático.
Sus hallazgos, descritos en la revista Science el jueves, sugieren la posibilidad de que al menos algunas poblaciones de la especie puedan sobrevivir más allá de este siglo, cuando se espera que el hielo marino del Ártico desaparezca por completo durante los meses de verano.
"Una de las grandes preguntas es en qué lugar del Ártico podrán sobrevivir los osos polares", dijo a la AFP una de las autoras de la investigación Kristin Laidre, científica polar de la Universidad de Washington y el Instituto de Recursos Naturales de Groenlandia.
"Creo que los osos que viven en un lugar como este pueden enseñarnos mucho sobre dónde podrían estar los otros lugares", agregó. Laidre y sus colegas primero pasaron dos años entrevistando a cazadores Inuit que proporcionaron información y conocimiento ecológico.
Luego comenzaron su propio trabajo de campo, desde 2015 a 2021, en una región inhóspita que durante mucho tiempo no se estudió debido a su clima impredecible, fuertes nevadas y montañas.
Trabajo de campo
Cada año, el equipo pasaba un mes en primavera alojándose en la localidad de Kuummiit, que está a dos horas en helicóptero de donde viven los osos. El equipo etiquetó a los osos con dispositivos de rastreo satelital y recolectó muestras genéticas capturándolos o disparando dardos de biopsia en sus nalgas.
Se cree que son unos pocos cientos de individuos y "la población de osos polares genéticamente más aislada del planeta", dijo la coautora Beth Shapiro, genetista de la Universidad de California en Santa Cruz e investigadora del Instituto Médico Howard Hughes. "Sabemos que esta población ha estado viviendo separada de otras poblaciones de osos polares durante al menos varios cientos de años", señaló. A diferencia de otros osos polares, se descubrió que estos son hogareños y rara vez se alejan mucho para cazar. Su aislamiento se explica por la geografía del lugar: viven en una zona de fiordos en el extremo sur de Groenlandia, muy por debajo del círculo polar ártico, sin ningún lugar adonde ir.
Una esperanza
Mientras que el hielo marino permite que la mayoría de los aproximadamente 26.000 osos polares del Ártico cacen, los osos del sureste de Groenlandia tienen acceso al hielo marino solo durante cuatro meses, entre febrero y finales de mayo. Durante los ocho meses restantes, dependen de trozos de hielo de agua dulce que se desprenden de la capa de hielo de Groenlandia en forma de glaciares que terminan en el mar.
"Estos tipos de glaciares existen en otros lugares del Ártico, pero la combinación de las formas de los fiordos, la alta producción de hielo glaciar y la gran reserva de hielo que está disponible en la capa de hielo de Groenlandia es lo que actualmente proporciona un suministro constante del hielo de los glaciares", dijo en un comunicado otro coautor, Twila Moon, del Centro Nacional de Datos de Nieve y Hielo.
Las mediciones muestran que las hembras adultas son un poco más pequeñas que el promedio y parecen tener menos cachorros, pero es difícil inferir mucho sobre lo que eso significa en ausencia de datos a largo plazo. Si bien el estudio es esperanzador, los osos no se salvarán sin una acción climática urgente.
Sin embargo, esta población podría tener una mejor oportunidad de supervivencia, y hay áreas similares en Groenlandia, así como en la isla de Svalbard, que podrían convertirse en refugios climáticos a pequeña escala.
MÁS INFORMACIÓN
Arquitectura en bici nace como una extensión del estilo de vida del arquitecto Nikolas Briceño, quien a diario prefiere movilizarse por la ciudad en dos ruedas. Conocedor y amante del gran patrimonio arquitectónico de nuestro país nos enseña la otra cara de la ciudad de una manera sencilla e informal por medio de pequeñas historias desde su bicicleta. La principal motivación de arquitectura en bici es lograr que las personas aprendan a valorar la arquitectura de su ciudad y se involucren con ella al mismo tiempo que disfrutan a plenitud de sus espacios públicos. Este recorrido nos lleva a explorar a un conocido arquitecto peruano, Walter Weberhofer, a quien podemos considerar de avanzada. Nos remontamos a la década del 50, época en la que desarrolló ampliamente los conceptos de la modernidad especialmente en el balneario de Santa María del mar, en el kilómetro 50 al sur de Lima. Fue así que convirtió al balneario en un verdadero laboratorio de arquitectura, donde hasta el día de hoy podemos apreciar parte de su legado. Un recorrido donde veremos algunas de sus obras que reflejan el increíble manejo entre la estructura, la función y la forma adaptadas al entorno del lugar.
Fuente: Descubre Arquitectura
La mayor parte del volumen océanico es un desierto. La vida sólo puede prosperar donde hay una fuente de energía (por ejemplo, el Sol) y nutrientes. Estos nutrientes son abundantes en las cercanías de los continentes, pero en el océano abierto, en cambio, sólo existen en pequeñas cantidades que no permiten grandes poblaciones de algas o de bacterias. Si además de esto nos vamos a las profundidades, a las que no llega la luz del Sol, o llega tan débil que no se puede producir la fotosíntesis, entenderemos cómo buena parte del volumen de los océanos no es un entorno fácil para la vida. Hoy os hablamos de estos "desiertos de agua" a través de uno de sus protagonistas: los larváceos, un animal antiguo y aparentemente poco sofisticado, pero que ha desarrollado una estrategia de supervivencia alucinante. Los larváceos fabrican, con un moco que ellos mismos segregan, una auténtica catedral a su alrededor que después utilizan como red de pesca. Y esa estrategia resulta ser fundamental también para otros habitantes de los desiertos de los mares.
Podcast: La Brújula de la Ciencia
MÁS INFORMACIÓN
Fuente: http://blondie.com
Blondie (Pepita, Lorenzo o Lorenzo y Pepita en algunos países hispanohablantes) es una tira cómica estadunidense creada por Chic Young. Distribuida por King Features Syndicate y publicada en diversos rortativos desde el 8 de septiembre de 1930.1 El éxito llevó a la creación de películas (1930-1950), programas de radio, historietas y una serie animada. "Blondie" en inglés es un diminutivo cariñoso que se traduce al español como Rubita, ya que en efecto, la protagonista de esta family strip es una joven notoriamente rubia.